Con
la pinza
Hola,
buenos días, hoy Joane nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Estos
días se nos acumula el trabajo con el calendario, distintos pedidos... y así
llegaba a la oración de la tarde: con toda la avalancha de “tengo-que-haceres”.
Y es lo que ocupaba mi cabeza: cómo organizarme, qué cosas eran más urgentes...
Después
de Vísperas, fui a sentarme al sitio que me corresponde para la Misa y el
Rosario. Lo normal es encontrar el sitio de la sillería vacío o, a lo sumo, con
libros de los rezos, pero cuál fue mi sorpresa al encontrar... ¡una pinza de
tender la ropa encima del asiento!
Me
entró la risa al ver a la pequeña intrusa como “fuera de lugar”. Y, sin
embargo, me di cuenta de que estaba en el lugar adecuado. Cristo quiere entrar
en diálogo contigo, quiere entrar en la realidad que estás viviendo, en aquello
que ocupa tu cabeza, tu corazón. Y si tienes en la cabeza tender la ropa...
¡tendrá que entrar la pinza contigo a tu sitio de oración!
Si
entra contigo la pinza, el Señor te dará la serenidad para volver a casa y
tender con cuidado la ropa, orando por los que la utilizan, y no será costoso,
pues dejarás que entre el Amor, que entre Él en lo más sencillo del día;
después la doblaras con cuidado, ¡también la tuya!, pues te habrás sentido
profundamente amado por el Señor y te cuidarás con el Amor con el que te has
sentido mirado por Él.
Cuántas
veces habrás comentado: “Cuando intento orar, me descentro enseguida con todo
lo que tengo en la cabeza”. Deja que todo eso sea parte de tu oración, no
porque la oración sea un rato más de trabajo, de reflexión personal y
organización en un sitio más tranquilo, sino porque dejas que Cristo entre en
todo ello, y así podrás priorizar, podrás ver a las personas, trabajar de manera
diferente.
Hoy
el reto del amor es que lleves “tu pinza” a la oración. Hoy mete una pinza de
la ropa en tu bolsillo para que, ante el agobio del trabajo, las llamadas,
exámenes... recuerdes adonde tienes que ir con tu pinza para recobrar la paz.
Deja que Cristo entre en tu día.
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma
