4. La Transfiguración
Tres elegidos en el
Monte santo verán
Antiguos viajeros
parlantes y erguidos
Blancura inefable y
rostro radiante
¡Oh Nube!, ¡oh Voz!, los
Tres que son Uno
Regresan felices que
el Cielo sí existe.
Pocos días antes de
padecer, Jesús, se dirigió junto con Pedro, Santiago y Juan al monte TABOR en
donde se transfiguró en su presencia. Es una acción que sólo Él puede hacer y
salvo esos tres discípulos no tenemos noticia de alguien más que haya
contemplado tal maravilla. Cuando Jesús se transfiguró mostró un poco de su
gloria: de su tamaño.
Su tamaño no es simplemente todo tiempo y lugar, sino que
es la fuente de donde todo brota, el centro desde donde todo se mide. Ya Moisés
y Elías, que habían muerto siglos atrás, se habían medido con Cristo, habían
vivido para Él y encontrado sentido en Él... ellos no han desaparecido (cfr.
Col 3, 3).
Y en el momento de la Transfiguración aparecen frente a Jesús y
hablan con Él. Tres elegidos en el Monte santo verán antiguos viajeros
parlantes y erguidos.
Con esta escena se
entiende un poco mejor las palabras que Jesús les dijo a los judíos: “antes de
que Abraham naciese, yo soy” (Jn 8, 58).
La cercanía a Dios
embellece, pero esto aún no se percibe con claridad. La gloria de Dios
aparecerá al final. En la Transfiguración se ve un poco lo que se verá al final y
que ya estaba en Cristo escondido: el brillo de Dios en la criatura. Cuando
Cristo se transfigura sus vestidos blancos se hacen de un blanco divino, ese
vestido está cerca de Dios y se hace más bello.
Pero el centro está en su
rostro: se puso radiante, como el sol. Blancura inefable y rostro radiante.
Algunos autores explican
el Cielo basándose en la escena de la Transfiguración. Ahí encontramos a Dios
mismo y se distinguen las tres Personas divinas: el Hijo en Cristo, el
Espíritu Santo en la nube y el Padre en la voz. ¡Oh Nube!, ¡oh Voz!, los Tres
que son Uno.
Y ahí se puede llegar
sólo si Dios nos lleva… Jesús los llevó al monte. El Cielo es estar con Dios,
estar totalmente envuelto por Dios, como los apóstoles por la nube. El Cielo es
disfrutar de la compañía de los santos: aparecen Moisés y Elías.
El Cielo no
terminará y uno no se querrá ir, como san Pedro que deseaba permanecer:
“hagamos tres tiendas…” Los apóstoles vuelven junto con Jesús a la vida ordinaria,
pero no se les olvidará la experiencia en la que Jesús mostró ser realmente el
único motivo de esperanza: Regresan felices que el Cielo sí existe.
Con permiso del autor: Juan Pablo Lira
Fuente: 20 palabras para meditar los misterios del Rosario