22 Domingo Tiempo Ordinario (Ciclo B)
Buenos días, sed bienvenidos a la celebración de la Eucaristía dominical.
Como cada domingo nos hemos reunido como comunidad cristiana en torno a
la mesa del Altar que el propio Cristo sirve. Celebramos el Misterio central de
nuestra fe, sobre el que se sostiene y toma vigor nuestra vida cristiana.
Dispongámos con humildad a escuchar la Palabra divina y a comulgar en el
Cuerpo y la Sangre de Cristo.
MONICIÓN A LAS LECTURAS
No hay vida verdaderamente humana sin la referencia a unas normas que la
orienten y unos mandamientos que la protejan. Y sin embargo, ¡cuánto nos cuesta
reconocer esa normas que dignifican nuestro vivir!
Jesús viene en nuestra ayuda, nos orienta. Sus enseñanzas van a la raíz.
Él nos pone delante de los mandatos divinos y nos los revela como verdadera
fuente de humanización
Estemos atentos a la Palabra que hoy se nos proclama y dejémonos iluminar
por ella.
ORACIÓN DE LOS FIELES
A cada petición
respondemos: ¡Señor, ten piedad de tu
Iglesia!
- Por la Iglesia,
Pueblo de Dios, para que la gracia que Cristo le alcanzó en su Pascua la
fortalezca en su lucha contra el pecado. OREMOS.
- Por los dirigentes de los países, para que promuevan unas relaciones
internacionales basadas en la justicia y en la paz. OREMOS.
- Por los inmigrantes,
especialmente por aquellos que pierdan la vida en el intento de vivir dignamente,
para que su sufrimiento y penalidades conmueva a los pueblos de acogida. OREMOS.
- Por los que
llevan una vida a-moral, para que aprendan a escuchar la voz de su conciencia y
sean capaces de vivir una vida ordenada basada en la justicia y el derecho. OREMOS.
-
Por todos nosotros, discípulos de Cristo, para que hagamos del seguimiento de
nuestro Maestro y Señor la norma de nuestras vidas. OREMOS.
ORACIÓN FINAL
Gracias, Padre de bondad,
porque, al crearnos a tu imagen,
inscribiste en lo más profundo de nuestro
corazón
las normas de tu ley.
Sí, Tú nos susurras tu voluntad en nuestra
conciencia
para que podamos responder dócilmente a tu
amor.
Gracias, Padre de misericordia,
porque al observar nuestra sordera
y contemplar nuestra rebeldía,
lejos de condenarnos, te apiadaste de
nosotros
y nos diste a tu Hijo Jesús como Salvador y
Guía
Y a Tí, Jesús, también te damos las gracias,
Tú en obediencia al Padre, has venido a
nuestro rescate,
has enderezado nuestras rebeldías,
nos fortaleces con la gracia de tu Espíritu
y haces de tu seguimiento la norma de
nuestra vida.
¡Oh, buen Jesús!, ten paciencia con nosotros,
que tu Espíritu vaya realizando su obra
y nos una cada vez más a Ti.
Que Él nos libere de hacer nuestros gustos,
para que al seguir tus huellas, busquemos en
todo
hacer la voluntad de tu Padre, nuestro Padre.
Amén.