Carecer
de Jesús en nuestra vida es carecer de la vida misma. Sólo consumiéndolo a Él,
recibimos el sustento que preserva nuestra vida
En
las Sagradas Escrituras, el Pan era un alimento muy básico en tiempos de
Jesús, tan básico que es sinónimo de alimento en sí mismo.
El
Pan sigue siendo hoy tan esencial para la subsistencia humana, que si llega a
faltar el pan en nuestra mesa, significa que carecemos de todo. Esta analogía
entre el pan y nuestra propia existencia nos llega de la manera más profunda a
medida que escuchamos a Jesús declarar: "Yo soy el Pan de Vida bajado
del Cielo" Carecer de Jesús en nuestra vida es carecer de la vida misma.
Jesús
aprovecha nuestra necesidad vital de alimentos con el fin de señalar nuestra
necesidad crucial de Él mismo: ¡El Cristo!. Sólo consumiéndolo a Él,
recibimos el sustento que no sólo preserva nuestra vida, sino que además la
llena de una gran significado, de reconciliación y bondad. Nos convertimos en
lo que comemos: en Jesús.
Nuestro pan de cada día es la gracia de amar a Jesús
tanto como se merece. Esa dinámica de una fe viva, nos alimenta más que
ningún alimento terrenal, ya que nos introduce en la intimidad misma de la
vida en comunión con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. A continuación,
para comprender mejor porque Jesús es el Pan vivo bajado del Cielo, te
indicamos 8 claves a meditar:
1.- ¿Cómo preparó Jesús a los judíos para que
escucharan su asombroso discurso sobre el pan de vida?
Esto les dijo después de dos milagros muy
llamativos: la multiplicación de los panes, en que alimentó a cinco mil
hombres, y después de que Jesús caminó sobre el agua. Luego de esto, Jesús
aprovecha este momento glorioso para decir:
“Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que
coma de este pan, vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para
la vida del mundo”.
2.- ¿Cómo reaccionan los judíos ante un
mensaje tan fuerte?
Murmuraban contra Él: “¿Cómo
puede Él decir: “Yo soy el pan vivo”? Si su padre es José (v. 2) –
un carpintero normal y corriente – no un panadero de pan celestial. Y ¿cómo
puede Él darnos a comer su carne?”. Y le piden una señal, que demuestre que
Él es ese pan vivo. Así como Moisés hizo que todas las mañanas apareciera el
maná durante 40 años en el desierto, exigen que Jesús haga algo similar.
Jesús responde:
“Los que comieron el maná murieron. El que come este
pan vivirá para siempre”.
3.- ¿Por qué quiso Jesús compararse con el
pan?
- El pan es algo sagrado. Los
pobres lo saben. En muchas partes de América Latina es también el maíz,
el casabe. "Cuando yo era pequeño, en mi casa no había mucho que
comer, y se apreciaba mucho cada trozo de pan. Cuando se caía un pedazo
de pan al suelo, mi mamá me lo hacía recoger con mucho cuidado, me decía
que lo besara, pues el pan es un regalo de Dios, que no podemos
despreciar."
- Además Jesús se comparó con el pan,
porque los dos mueren para dar vida. El pan empezó
con un grano de trigo metido en la tierra, en la oscuridad. Jesús
recuerda: “Si el grano de trino no muere, no da fruto”. Allí germinó, y
de él brotaron espigas de trigo. Pero estas espigas tuvieron que ser
segadas. En ellas se hallaban nuevos granos de trigo, que tuvieron que
ser triturados, amasados y cocidos para llegar a ser un pan compartido,
que da la vida a los demás.
- Así es Jesús: Fue
perseguido por los judíos, que no creyeron en su Palabra, en su
Sabiduría, que no querían comer del PAN que Él les ofrecía. Pero, a
pesar de todo, Jesús siguió su misión de ser pan, compartido por los
demás, entregado por la vida del mundo, dado para dar vida a todos.
Él murió y fue sepultado bajo tierra. Pero Él
resucitó y nos da nueva vida divina.
4.- ¿Por qué se llama Jesús «pan vivo»?
Primero, porque Jesús da la vida. Jesús es el pan de
la vida. Él me alimenta con su Palabra, con su Sabiduría, con su ejemplo de
amor. Más aún, Jesús me invita a ser un “pan” como él, para los demás, sobre
todo para los que están a mi alrededor.
Pero, sobre todo, Jesús es el pan de la entrega.
Jesús se entrega a la muerte por nosotros. De esa forma nos comunica la misma
vida de Dios. Y Él ha querido que podamos comulgar y recibir su cuerpo en la
eucaristía de pan y vino para alimentarnos también con su carne y con su
sangre.
De esa forma nos unimos a Él en esta entrega, que Él
hace para la vida del mundo.
5.- El pan es siempre bueno. ¿Es así Jesús?
El pan es comida familiar. En casa no habrá comidas
exóticas, pero estará el pan o el maíz preparado con amor, es el maíz de la
familia, de la mamá, del papá, de la igualdad, del servicio mutuo, de la
comunidad, de la alegría, de la sinceridad.
Nosotros, reunidos, formamos el pueblo de Dios y
compartimos los dones que Dios nos da para el viaje de la vida. Nosotros
necesitamos amor verdadero y hermanos verdaderos con los que reír, llorar,
rezar…Podemos tener lo mejor de todo lo que existe, pero si no nos sabemos
amados por Dios y los hermanos, nos secamos y morimos.
Cuando comemos el cuerpo y bebemos la sangre de
Cristo junto con otros, nos hacemos un poco más cristianos, es decir, más
hermanos.
6.- ¿Hay ejemplos en la Biblia de alimentos de
sabiduría?
- Primero, el profeta Ezequiel ‘comió el
rollo’ de papel de entonces, donde estaba escrita la Palabra de
Dios, que él debía anunciar a la casa de Israel. Y, al comerlo, él
experimentó un sabor dulce como la miel (Ez 3, 1-3). El
salmo 19 (18) (v. 11) dice también: “Los mandatos del Señor son más
dulces que la miel”
- Segundo, en Isaías 55 la Palabra desciende de
la boca de Dios como lluvia y nieve, regando la tierra y posibilitando
su producción de pan (v. 10).
- Tercero, a menudo las Escrituras se refieren a
la salvación de Dios como comida y bebida.
7.- ¿Hay alguna relación entre Palabra y
Carne?
En el Prólogo del evangelio de San Juan se dice:
"La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros". La Palabra es
Jesús, que se hizo carne en Belén, en Egipto y en Nazaret. Y Él se hizo
alimento de todos por la fe en la Última Cena.
Eso ocurre también en la Misa o Eucaristía:
comenzamos con la Palabra, que está en las primeras Lecturas y en el
Evangelio, y seguimos con la Consagración del pan y del vino, que se
convierten en el Cuerpo y Sangre de Cristo, que recibimos en la Comunión.
Los primeros cristianos decían: "no podemos
vivir sin celebrar el día del Señor"
8.- ¿Por qué era tan importante para ellos el
día del Señor, es decir, el domingo?
Cuando celebramos el día del Señor y compartimos su
mesa, nos comprometemos a mejorar nuestras vidas, crear unidad, compartir
nuestro pan, amar a los hermanos, especialmente a los más necesitados, luchar
por la justicia y la paz, abrir nuestros corazones a todo lo que es bueno,
discernir la sabiduría de la propaganda…
Reflexión
por el Padre José Martínez de Toda, S.J,
Fuente:
PildorasdeFe.net