Los cristianos tienen “una grave
obligación de conciencia de no cooperar formalmente en prácticas que, aún
permitidas por la legislación civil, son contrarias a la ley de Dios
La misiva que
envió el ahora Papa Emérito Benedicto XVI a los obispos de Estados Unidos tenía
que ver con la disposición de negar la Eucaristía a los políticos a favor del
aborto. En ella afirmaba que “un católico sería culpable de cooperación
formal en el mal, y tan indigno para presentarse a la Sagrada Comunión, si
deliberadamente votara a favor de un candidato precisamente por la postura
permisiva del candidato respecto del aborto y/o la eutanasia”.
El texto, que
fue enviado en ocasión de la asamblea plenaria del Episcopado estadounidense
realizada en junio de 2004, recobra importancia en estos días luego que el
Arzobispo de Arequipa en el Perú, Mons. Javier del Río Alba, afirmara que es
pecado votar por candidatos presidenciales que favorecen el aborto como
Verónica Mendoza (Frente Amplio) o Alfredo Barnechea (Acción Popular).
A continuación
la carta completa del Cardenal Ratzinger a los obispos de Estados Unidos:
Dignidad para recibir la Sagrada Comunión
Principios Generales
1. El
presentarse para recibir la Sagrada Comunión debería ser una decisión
consciente, basada en un juicio razonado respecto de la propia dignidad para
hacerlo, según los criterios objetivos de la Iglesia, haciéndose preguntas
como:
“¿Estoy en
plena comunión con la Iglesia Católica? ¿Soy culpable de algún pecado grave?
¿He incurrido en una pena (p.ej. la excomunión, el entredicho) que prohíbe que
reciba la Sagrada Comunión? ¿Me he preparado ayunando por lo menos una hora
antes?” La práctica de presentarse indiscriminadamente a recibir la Sagrada
Comunión, simplemente como consecuencia de estar presente en la Misa, es
un abuso que debe ser corregido (cf. Instrucción Redemptionis Sacramentum, números 81,
83).
2. La Iglesia
enseña que el aborto o la eutanasia son pecado grave. La Carta Encíclica Evangelium
vitae, respecto de decisiones judiciales o leyes civiles que
autorizan o promueven el aborto o la eutanasia, declara que existe “una grave y
clara obligación de oponerse por la objeción consciente. En el caso de una ley
intrínsecamente injusta, como una ley que permite el aborto o la eutanasia,
nunca es lícito por tanto obedecerla, o ‘participar en una campaña de
propaganda a favor de tal ley o votar por ella’” (n. 73).
Los cristianos
tienen “una grave obligación de conciencia de no cooperar formalmente en
prácticas que, aún permitidas por la legislación civil, son contrarias a la ley
de Dios. En efecto, desde el punto de vista moral, nunca es lícito cooperar
formalmente con el mal. …Tal cooperación nunca puede ser justificada invocando
el respeto a la libertad de otros o apelando al hecho de que la ley civil lo
permite o lo requiere” (n. 74).
3. No todos los
asuntos morales tienen el mismo peso moral que el aborto y la eutanasia. Por
ejemplo, si un católico discrepara con el Santo Padre sobre la aplicación de la
pena de muerte o en la decisión de hacer la guerra, éste no sería considerado
por esta razón indigno de presentarse a recibir la Sagrada Comunión.
Aunque la
Iglesia exhorta a las autoridades civiles a buscar la paz, y no la guerra, y a
ejercer discreción y misericordia al castigar a criminales, aún sería lícito
tomar las armas para repeler a un agresor o recurrir a la pena capital. Puede
haber una legítima diversidad de opinión entre católicos respecto de ir a la
guerra y aplicar la pena de muerte, pero no, sin embargo, respecto del aborto y
la eutanasia.
4. Aparte del
juicio de un individuo respecto de su propia dignidad para presentarse a
recibir la Santa Eucaristía, el ministro de la Sagrada Comunión se puede
encontrar en la situación en la que debe rechazar distribuir la Sagrada
Comunión a alguien, como en el caso de un excomulgado declarado, un declarado
en entredicho, o una persistencia obstinada en pecado grave manifiesto (cf.
Can. 915).
5. Respecto del
grave pecado del aborto o la eutanasia, cuando la cooperación formal de una
persona es manifiesta (entendida, en el caso de un político católico, como
hacer campaña y votar sistemáticamente por leyes permisivas de aborto y
eutanasia), su párroco debería reunirse con él, instruirlo respecto de las
enseñanzas de la Iglesia, informándole que no debe presentarse a la
Sagrada Comunión hasta que lleve a término la situación objetiva de pecado,
y advirtiéndole que de otra manera se le negará la Eucaristía.
6. Cuando
“estas medidas preventivas no han tenido su efecto o cuando no han sido
posibles”, y la persona en cuestión, con obstinada persistencia, aún se
presenta a recibir la Sagrada Comunión, “el ministro de la Sagrada Comunión
debe rechazar distribuirla” (cf. Declaración del Pontificio Consejo para los
Textos Legislativos “Sagrada Comunión y Divorcio, Católicos vueltos a casar
civilmente” [2002], números 3-4).
Esta decisión,
propiamente hablando, no es una sanción o una pena. Tampoco es que el ministro
de la Sagrada Comunión está realizando un juicio sobre la culpa subjetiva de la
persona, sino que está reaccionando a la indignidad pública de la persona para
recibir la Sagrada Comunión debido a una situación objetiva de pecado.
Nota
aclaratoria: Un católico sería culpable de cooperación formal en el
mal, y tan indigno para presentarse a la Sagrada Comunión, si deliberadamente
votara a favor de un candidato precisamente por la postura permisiva del
candidato respecto del aborto y/o la eutanasia.
Cuando un
católico no comparte la posición a favor del aborto o la eutanasia de un
candidato, pero vota a favor de ese candidato por otras razones, esto es
considerado una cooperación material remota, la cual puede ser permitida ante
la presencia de razones proporcionales.
Fuente:
ACI Prensa