Mi
hermano terminaba a menudo sus homilías diciendo: “Tratemos de ser artesanos de
la paz, el mundo tiene mucha necesidad de esperanza”
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Mientras
Francia conmemora hoy el segundo aniversario de la muerte del padre Jacques
Hamel, Roselyne Hamel, hermana de Jacques, habla con Aleteia sobre el martirio
de su hermano, su proceso de beatificación y, en cierto modo, su legado.
El
26 de julio de 2016, el padre Jacques Hamel fue asesinado en su iglesia de
Saint-Étienne-du-Rouvray, en el departamento de Sena Marítimo, Francia, por dos
jóvenes terroristas que decían ser del autodenominado Estado islámico. Hombre
discreto y de carácter fuerte, el padre Hamel ejerció fielmente su ministerio
hasta el punto de dar la vida durante la celebración de la misa.
Dos años
después de la tragedia, Roselyne Hamel, de 78 años, habló con Aleteia sobre el
impacto que el asesinato de su hermano tuvo para ella, para su familia, pero
también “en todos los rincones de Francia y del mundo”. También recuerda el
proceso de beatificación de su hermano, que se abrió el 13 de abril de 2017
[menos de un año después de su asesinato, Ndlr], y también revisa el legado de
su hermano y los frutos que una desaparición así puede traer.
Aleteia: Hace ya dos años
de la tragedia… ¿Qué le viene a la mente?
Roselyne Hamel: El anuncio que se me
hizo aquel 26 de julio de 2016, brutalmente, después de dos horas de espera.
Pensé que todas las personas encerradas en la iglesia saldrían ilesas.
Realmente pensé, hasta el final, que Jacques volvería. Pero después de dos
horas de silencio, me dijeron que alguien había resultado herido, que otra
persona había muerto… y que se trataba de mi hermano. Este momento me perturba,
me atormenta. Especialmente cuando vuelvo sobre este recuerdo. Soy consciente
de que este homenaje hay que rendirlo, no podemos dejarlo pasar. Aunque su
muerte fue una conmoción para mí, para nuestra familia, para sus sobrinos, para
sus sobrinas, lo fue también en todos los rincones de Francia y del mundo.
Aunque este es un momento particularmente doloroso, no podemos ignorar este
acontecimiento, es muy importante. Demasiado importante.
¿Tuvo usted la sensación
de que la sociedad, por así decirlo, le desposeyó de su hermano o, por el
contrario, que toda esa gente le acompañaba en su duelo tras conmoverse e
inspirarse por el testimonio del padre Hamel?
El
sentimiento de desposesión fue muy fuerte al principio: no entendía que mi
hermano apareciera en todos los medios de comunicación de toda Francia y luego
muy rápidamente de diferentes países. Muchas personas me hablaban de su dolor y
su pena tras enterarse de este acto terrorista. ¡Emocionó a tanta gente!
Tardamos algunos días o incluso semanas en acostumbrarnos: ¿qué está pasando?
¡Es nuestro hermano, nuestro tío, nuestro duelo! ¿Nos lo han arrebatado y ahora
tenemos que compartirlo? Durante un año no conseguí hacer mi luto. Recuerdo sus
exequias, ¡la catedral de Ruan estaba llena y había muchísima gente reunida en
el atrio! Tuve ese sentimiento de desposesión, pero al ver a toda esa gente
también supe que algo extraordinario había sucedido en los corazones y mentes
de creyentes y no creyentes. Y al desgranar esta reflexión, día a día, logré
hacer mi duelo.
Se habla a menudo del
padre Hamel como un hombre discreto. ¿Le sorprendió a usted toda esa
movilización?
Jacques
era, en efecto, un hombre de gran discreción, pero su muerte fue una conmoción
para miles de personas, así que la movilización no me sorprendió. Mi hermano se
sentía muy incómodo cuando lo elogiaban, pero debo decir que tal
reconocimiento, de quien fue y de las circunstancias de su muerte, me inspira.
Creo que todos nos hemos inspirado por su testimonio.
¿Qué opina usted sobre su
proceso de beatificación?
Es
algo tan fuera de lo común en nuestras vidas, en la vida de mi hermano antes de
este suceso, que nos sentimos completamente descolocados. Este proceso de
beatificación me sobrepasa y lo que a veces es difícil de llevar es el hecho de
que la gente tenga una visión diferente de nosotros, cuando nosotros, su
familia, ¡no hemos cambiado! Somos gente sencilla. Por otro lado, es obvio que
es algo que me emociona; hablar de orgullo sería inapropiado, pero estoy muy
conmovida. Cuando me piden que viaje a una región para hablar de mi hermano,
siempre me sorprende: ¡la gente parece darme tanta importancia! Pero yo no hice
nada, fue Jacques. Solo estoy aquí para dar testimonio sobre su vida. A menudo
me dicen: “A través de ti tengo la impresión de tocarlo a él”. Pero yo me
pregunto: ¿soy digna de esto?
Cuando el Papa confiesa
que reza para que el padre Hamel sea santo, ¿qué le inspira a usted?
Esas
son palabras mayores. Pienso que la muerte de mi hermano y este proceso de
beatificación son una llamada necesaria para despertar la fe de los creyentes,
la esperanza de los no creyentes e invitar a todos a convivir mejor. Al abrir
este proceso de beatificación, creo que el papa Francisco quiso despertar la
fe. Mi hermano terminaba a menudo sus homilías diciendo: “Tratemos de ser
artesanos de la paz, el mundo tiene mucha necesidad de esperanza”. De eso se
trata exactamente.
Con su muerte y con el
impacto que provocó, ¿tiene usted la impresión de haber descubierto nuevas
facetas de su hermano?
¡Sí,
eso es cierto! Para nosotros, Jacques era un hombre entre los hombres, muy
sencillo en las cosas de la vida y exigente solo en lo relativo a su
sacerdocio. ¡Mis hijos y yo misma lo conocíamos principalmente en el contexto
de la vida familiar! Al leer los testimonios y encontrar los de quienes
trataban con él regularmente en el marco de su misión, descubrimos también un
lado muy apasionado en él.
También
me vino un recuerdo. Una vez que estuvo Jacques de vacaciones en mi casa,
recuerdo que le propuse ver la película de Mel Gibson, La Pasión de Cristo.
Así que la vimos y… ¡me sentí culpable! A medida que la película avanzaba, se
puso muy pálido, como si sufriera con Cristo. Para él no era solo una
impresión, era real. Mi hermano estaba tan delgado que podía notar que, cada
vez que Cristo recibía un golpe, tenía la impresión de que él también lo sentía
en su propia carne.
De
la misma manera, en sus últimos diez años, cuando asistía a su misa y celebraba
la Eucaristía, me impresionaba, estaba impregnado por esta Pasión de Cristo.
Como vivía en el norte, no lo veía todos los días, pero cuando asistía a sus
misas, lo veía trascendido.
Después de estos dos años,
¿ha cambiado algo en su relación con la fe, con Dios?
Aunque
nada ha cambiado en mi fe, durante mucho tiempo pedí cuentas a Dios.
Respetuosamente, pero se las pedí. El sufrimiento y la incomprensión fueron tan
grandes que la aceptación tardó en llegar. ¡Jacques era discreto e hizo mucho
bien! Ahora, cada vez que voy a dar testimonio por mi hermano, le digo a Dios
que confío en Él y que si Jacques está cerca de Él es porque tiene gracias que
conceder con Su ayuda.
Jacques
también hablaba mucho sobre Charles de Foucauld, fue un modelo para él. Su
salud, por desgracia, no le permitió ser misionero. Mi hermano estuvo en
Biskra, en Argelia (donde Charles de Foucauld vivió parte de su vida), durante
los sucesos [del inicio de la Guerra de Independencia de Argelia; Ndlt].
Mientras cruzaba un oasis con su unidad, todos murieron menos él. No entendía
por qué se había salvado. Le dije que probablemente estaba destinado a otra
cosa, a otra misión. Hoy le respondería que ya tiene su respuesta a su “¿Por
qué yo no?”. Esa misión es la de despertar la fe en todas aquellas personas que
estuvieron presentes a millares en su funeral alrededor de la catedral. Como
decía Jacques, el mundo necesita mucha esperanza.
Agnès Pinard Legry
Fuente:
Aleteia