David Garrison, profesor en la Universidad de
Chicago y autor del libro «Un aliento en la casa del Islam» estima a su vez que
podría haber entre dos y siete millones de musulmanes conversos en todo el
planeta
4.258
personas, es el número de adultos que han recibido el bautismo católico en
Francia en la noche del Sábado Santo (N. del T. de 2018). Una cifra en aumento
de más del 40% en los últimos diez años, según la Conferencia de Obispos de
Francia, que afirma también que 7% de los bautizados, alrededor de 280
individuos, son de familia musulmana.
Estas
conversiones de musulmanes al catolicismo constituyen un récord
ya que, según Vicent Feroldi, Director del Servicio nacional para la relación
con los musulmanes (en el seno de dicha Conferencia): «Hasta 2016 el número de
casos estaba siempre por debajo de doscientos».
Para
este último, el aumento se explica por la llegada a Francia de inmigrantes «de
cultura árabe-musulmana» que, una vez en territorio francés, ven que «una mayor
libertad religiosa es posible» y se dirigen entonces hacia la
conversión, que es «primero, un encuentro personal con Cristo».
De hecho, para el Sr. Feroldi, hace falta cierta valentía para dar el paso
vista la presión alrededor de estas conversiones, que se perciben como
verdaderos actos de apostasía, son muy fuertes y condenan a estos nuevos
cristianos a la discreción y al silencio.
No
es nimio constatar que este fenómeno, aunque lejos de ser marginal, no es
evocado en la prensa dado que es muy difícil para los interesados
hablar del tema. En efecto, mientras que algunos como el futbolista Djibril
Cissé, que se convirtió a la fe cristiana a la edad de quince años, no dudan en
contar su «epopeya religiosa» en los medios, otros tienen más dudas
y prefieren incluso esconderse por miedo a represalias.
Es el caso de Imed, joven argelino de 23 años de Seine-Saint-Denis que ha
escogido, hace unos meses, el mismo camino: «Fue muy largo, pero ahora ya puedo
ir al encuentro de Dios con alegría. No hablo mucho de mi nueva vida. Una parte
de mi familia y de mis amigos de infancia no lo comprenderían».
Y
añade: «Cuando se es musulmán, es siempre difícil y peligroso
convertirse a otra religión. En un hadiz (N. del T. Segunda fuente del Islam
tras el Corán) se dice que hay que matar a quien abandone su religión.
Aunque en Francia no se llegue a tanto, es preferible ser discreto para
protegerse mejor».
En
este contexto, es muy difícil, ya sea en Francia o en el resto del mundo,
obtener cifras fiables sobre estos nuevos conversos. En Francia, según un
especialista del Ministerio del Interior, habría entre tres mil y siete mil
personas que se convierten cada año al cristianismo, de los cuales el 10% son
musulmanes. Esta cifra, que hay que coger con pinzas, muestra que el fenómeno
está lejos de ser anecdótico en el territorio nacional. En el mundo,
cuantificar estas conversiones es todavía más delicado, pero parece que
antiguos musulmanes conversos serían varios millones.
Según
un estudio de 2015 y realizado por el Seminario de Teología de Gordon-Conwell,
once países mayoritariamente musulmanes figuran entre los veinte en los que el
cristianismo progresa más rápido. Incluso si esto se explica en parte, en
algunos países, como en Qatar y Arabia Saudí por la llegada de trabajadores
extranjeros cristianos procedentes de Filipinas, India o Nepal, es cierto
también que el número de conversiones experimenta un fuerte aumento.
«L´Interdisciplinary Journal of Research on Religion» las evalúa en diez
millones en 2010 contra doscientas mil en 1960.
David
Garrison, profesor en la Universidad de Chicago y autor del libro «Un aliento
en la casa del Islam» estima a su vez que podría haber entre dos y siete
millones de musulmanes conversos en todo el planeta. En efecto,
para este especialista del Islam, «vivimos el movimiento más grande de
conversiones» y añade: «Lo que es interesante no es solo la
amplitud del movimiento, sino el número total que hay ahora. Esto no se limita
a un solo lugar del mundo, sino que lo vemos desde África del Oeste hasta Indonesia».
Cualquiera que sea la cifra, parece innegable que estamos ante un movimiento
estructural, que afecta a todos los continentes y está destinado a tomar en el
futuro una dimensión más importante.
¿Por
qué ciertos musulmanes deciden convertirse al cristianismo? Esta pregunta puede
resultar difícil de responder, pero se explica por tres razones principales:
Primero, parece que las violencias terroristas perpetradas por
islamistas tendrían que ver. Así, por ejemplo, en Irak, como lo
cuentan las asociaciones humanitarias sobre el terreno, muchos musulmanes
kurdos han decidido cambiar de religión después de haber presenciado las
acciones violentas cometidas por grupos extremistas como el ISIS.
Después, en algunos países musulmanes, un mayor acceso a la Biblia
y a los programas de evangelización explican las conversiones masivas.
Por
ejemplo, el sacerdote copto egipcio Zakaria Botros, conocido por sus críticas
virulentas al Corán en la cadena Al Hayat TV (que cubre Oriente Próximo) tiene
una audiencia de millones de telespectadores. En Irán, desde 2015, la Biblia,
integralmente traducida al persa moderno, es accesible desde el móvil.
Más recientemente, la cadena cristiana SAT-7, que se recibe en los países de
Oriente Medio y Africa del Norte, con una audiencia superior a veinte millones,
ha utilizado las funcionalidades de la aplicación Telegram para ofrecer con
seguridad a los iraníes los programas cristianos y de descargas de la
Biblia. Finalmente, para David Garrison, el final de la colonización
parece haber tenido un rol importante en la medida en que la religión cristiana
ya no es la del «invasor europeo», y parece atrae cada vez más a las
poblaciones locales. Es cierto que estas conversiones se desarrollan a partir
del momento en que la descolonización está totalmente acabada.
Estas
conversiones, cada vez más numerosas, preocupan a los musulmanes más radicales.
La cadena de televisión más seguida en el mundo árabe, Al-Jazeera, habla de
este tema desde los años 2000. En 2001, el jeque Ahmad al Qataani se lamentaba
en la cadena: «Cada hora, seiscientos sesenta y siete musulmanes se convierten
al cristianismo. Cada día, dieciséis mil musulmanes lo hacen. Cada año, son
seis millones». Es comprensible que este fenómeno preocupe al islam radical. Las amenazas
que pesan sobre los nuevos conversos son muy reales. Viven en
muchos países en la ilegalidad, practican su culto en la clandestinidad, muchos
de esos nuevos conversos son perseguidos y amenazados de muerte. En Marruecos,
por ejemplo, se arriesgan a la reprobación social en caso de conversión, y a la
prisión si son sospechosos de «romper la fe de un musulmán o de convertirlo a
otra religión».
En Irán, directamente se arriesgan a la pena de muerte
los que son considerados como verdaderos apóstatas. El Padre P. Humblot,
después de haber pasado más de cuarenta y cinco años de su vida en Teherán,
tuvo que exiliarse en Francia para «salvar su vida». Cuenta regularmente hasta
qué punto el calvario (insultos, agresiones físicas, torturas, amenazas de
muerte, prisión, asesinatos) vivido por estos nuevos cristianos en tierra de
Islam es insostenible. Cita a menudo el ejemplo de esa joven que se había
convertido y que vio cómo su propio padre le arrojaba gasolina y la amenazaba
con quemarla viva si no aceptaba volver a la religión musulmana. Después de
haber sido encerrada durante varios días, finalmente pudo huir del territorio
iraní para escapar a la muerte.
Mientras
que los cristianos del mundo entero acaban de festejar la Pascua, mientras que
muchos de ellos son perseguidos y amenazados a causa de su fe, no olvidemos que
ser o convertirse en cristiano es una entrega de sí mismo que puede acabar mal
con toda seguridad. Pero como bien dice el Papa Francisco: «No tengáis
vergüenza de vivir con el escándalo de la Cruz». Deseemos a
esos nuevos cristianos que se han atrevido a pasar una línea roja que no se den
por vencidos, y que sean todo lo felices que puedan en sus nuevas vidas.
Un
artículo de Kevin Bossuet
Revista
«Valeurs actuelles».
Traducido
por Esther Herrera Alzu
Fuente:
Somatemps/InfoCatólica