El jazmín que abraza al
corazón de Jesús
Hola,
buenos días, hoy Matilde nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Cuando
se cubrió el claustro principal del convento poniendo una especie de tejado de
cristal, se aprovecharon las obras para renovar también el suelo.
El
suelo era de asfalto, muy viejo, así que se enlosó y, bordeando el pozo
central, se pusieron unas jardineras, llenándolas de plantas pequeñas: varias
ramas de jazmín, hibiscus, helechos...
Antes
de esta obra, en el claustro teníamos una imagen del Corazón de Jesús, de
tamaño medio. Pero, con la nueva estructura, no sabíamos dónde colocarle.
Preguntamos al arquitecto, y lo puso en una esquina del brocal del pozo. Al
principio nos parecía un poco rara su ubicación, pero así quedó.
Han
pasado casi tres años de esto, y hoy vemos claro por qué el Señor quiso estar
ahí:
Muchas
plantas han crecido, otras se secaron y otras las repusimos, pero la que ha
perseverado en su floración exuberante cada año, ha sido el jazmín.
Suben
sus flores por todo el arco de la polea, cubren el brocal totalmente... Es como
si abrazaran al Corazón de Jesús tantas flores blancas. El aroma es tan intenso
que sube por pasillos y dependencias del convento, hasta donde están los
dormitorios y por la iglesia…
Este
hecho tan silencioso y bello de la naturaleza, me ha hecho ver en la oración
que así es el buen olor del Corazón de Cristo: siempre puro, siempre blanco y
muy intenso; su olor invade todos los rincones del alma con su gracia. No es que
Él solo quiera rodearse de lo que es puro y limpio, pues “ha venido a salvar lo
que estaba perdido”. Jesús siempre está acompañado de nuestras debilidades y
pobrezas, y le gusta estar entre ellas para darles luz y redimirlas. ¡Es su
gozo y alegría…!
Pero
tantas florecitas blancas de jazmín nos están hablando un poco de cómo es Jesús
por dentro. Y esto todo nos lo quiere regalar: su belleza, su amor, su dulzura
y santidad…
Hoy
el reto del amor es que nos paremos ante algo que tenga el buen olor de Cristo:
las flores, los campos, un niño con su mirada limpia, una persona mayor que nos
sonríe con el candor de sus años… Una simple florecita nos puede despertar la
acción de gracias y la alabanza a nuestro Dios, pues nuestro Señor es realmente
Bueno.
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma