Mi
primera labor como padre es enviar a mis hijos al Cielo. Son hijos de
Dios, y a Él se los tengo que retornar
Con nuestra primera hija, esa misión ya
la cumplimos, ella falleció al día siguiente de nacer, pero con los otros tres,
el camino es un poco más largo.
El apostolado familiar es siempre el primer
apostolado de los padres de familia, mucho más importante que cualquier otro
apostolado.
Y
para que ese apostolado tenga efecto, con mi esposa tenemos que lograr ser maestros
de nuestros hijos.
No quiere decir que les tenga que enseñar el
teorema de Thales o si el Po es navegable… eso lo pueden aprender en la
escuela, lo que le tengo que enseñar es que ellos tienen otro Padre, en el
Cielo, que los ama y los espera para amarlos para toda la eternidad.
Esa
enseñanza no es en una “clase de catecismo” (cuando cumplan la edad adecuada
para entenderlo), no, es una enseñanza que comienza el día que nacen y termina
el día que ellos mismos encuentren su camino hacia Dios, y se lo
enseñen a la vez a sus hijos, naturales o espirituales. Y pienso que esa
enseñanza sobre quién es Dios, tiene que concretarse en algunas cosas que ellos
tienen que aprender sí o sí de papá y mamá.
El Papa Francisco dijo
en su Exhortación Apostólica “Amoris Laetitia”:
«La
educación de los hijos debe estar marcada por un camino de transmisión de la
fe, que se dificulta por el estilo de vida actual, por los horarios de trabajo,
por la complejidad del mundo de hoy donde muchos llevan un ritmo frenético para
poder sobrevivir. Sin embargo, el hogar debe seguir siendo el lugar donde se
enseñe a percibir las razones y la hermosura de la fe, a rezar y a servir al
prójimo».
Así
que aquí va esta galería, pensando en lo que intentamos con mi esposa transmitirles
a nuestros hijos para que conozcan a su verdadero Padre.
1. Dios es amor
Esto
se aprende viendo amor verdadero, como el que tienen mamá y papá. El
amor de mamá y papá da la vida y Dios es una comunidad de amor que da
toda vida. De la ternura de mamá se aprende la misericordia divina, y de la
firmeza de papá, la justicia divina. Pero sobre todo se aprende que Dios
no deja de amarnos nunca, no importa qué difíciles se pongan las
circunstancias.
2. La religión es una
relación de amor
Así
como mamá y papá aman a sus hijos, así Dios nos ama. Pero para tener una
relación de amor, es necesario hablar con el Amado, contarle tus problemas y
agradecerle tus alegrías. La religión no es una fría lista de
prohibiciones, sino una historia de amor hermosa que hay que cultivar
todos los días.
3. Sigues a Cristo
Muchas
veces vamos a la iglesia porque hay un gran sacerdote, una monjita buenísima o
un consagrado que es un campeón y te trata con cariño. Pero hay dificultades y
esos “referentes” nos pueden fallar porque son humanos. No seguimos al
sacerdote, a la monjita o al consagrado. Seguimos a Jesús, que nunca
falla.
4. Hay gente que no ama
a Dios
Y
hay gente que lo odia. No han llegado a relacionarse con este Padre Amoroso,
porque no han aprendido a amar o porque no les han enseñado que Dios es amor.
Hay que escucharlos, comprenderlos y convertirse uno mismo en testimonio
del amor de Dios.
5. Puedes dudar
¡Por
supuesto que la fe admite la duda! Las dudas sobre la fe siempre se tienen que
aceptar y agradecer porque nos permiten profundizar un poco más en esa relación
de amor que tenemos con nuestro Padre del Cielo. Todos tenemos dudas, todos
tenemos derecho a preguntar y a comprender mejor a Dios. Lo mejor de todo
es que ese conocimiento nunca termina, porque Dios es infinito amor.
6. Siempre puedes volver
a casa
“Dios
no se cansa de perdonarnos”, dijo el Papa Francisco. Y verdaderamente no se
cansa. ¿Caíste? ¡Levántate! ¿Volviste a caer? ¡Vuelve a levantarte! ¿Te sientes
mal por la caída? ¡Dios te ama por tus “levantadas”! ¿No te puedes levantar?
¡Pídele ayuda a tu Padre! ¡Él ama ayudarte y lo alegras con cada una de tus
oraciones!
7. La Iglesia somos
nosotros
Los
edificios son parroquias, catedrales, capillas, etc. Pero la Iglesia somos
todos. Especialmente los más pecadores. Muchos grandes santos comenzaron siendo
grandes pecadores y encontraron misericordia en la Iglesia se convirtieron en
grandes santos. Es importante alegrarnos, como en el Cielo, por cada
pecador que se arrepiente y no por noventa y nueve justos que no necesitan
penitencia.
8. No todo es tan
sencillo como parece
Como
la Iglesia está formada por pecadores, yo el primero, hay que comprender a la
gente antes que juzgarla. Dios actúa en modos misteriosos y pone pruebas a la
gente de las que no podemos saber nada. Nuestro primer deber es estar,
como decía San Francisco, «más prestos a consolar que a ser consolados», porque
no todas las preguntas tienen una respuesta simple y directa.
9. Dios no se deja ganar
en generosidad
Cuando
somos mezquinos, Dios es generoso. Pero cuando somos generosos, Dios es
mucho más generoso. Claro que no siempre su generosidad se traduce en
bienes materiales, sino en abundancia de dones espirituales. El Papa Francisco
dijo que Dios es tan generoso que su generosidad da miedo, y es que a veces nos
asustamos por tanta generosidad, y tememos donarnos a Dios, porque Él es mucho
más generoso.
10. Dios no siempre está
a la vista
Muchas
veces Dios juega “a las escondidas”. Es que muchas veces buscamos los consuelos
de Dios y no al Dios de los consuelos. Y entonces Dios se esconde, porque es un
Dios celoso y no quiere que lo busquemos por los beneficios que nos da,
sino por amor verdadero. Si nos pasa que no vemos la mano de Dios en
nuestras vidas, es tal vez porque nos alejamos de su amor. ¡Hay que volver a
Dios!
Para revisar en pareja:
¿Nuestro
amor es imagen de Dios? ¿Somos buenos modelos para que nuestros hijos puedan
ver la misericordia y la justicia de Dios? ¿Ayudamos a nuestros hijos a que
tengan una relación de confianza con Dios? ¿Rezamos juntos en familia?
Escrito
por Andrés D' Angelo
Fuente:
Catholic.net