Liliputienses
Hola,
buenos días, hoy Joane nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Estaba
comiendo tan tranquila, con la cabeza hacia abajo, cuando, de repente, oigo una
voz que dice:
-¿Quieres
zumo?
Levanté
la cabeza... ¡Madre mía! No te imaginas el brick de zumo que llevaba en las
manos la monja que me lo ofreció. ¡Era gigante! No abarcaba ni con los brazos a
cogerlo, nunca he visto nada igual. La imagen me pareció divertidísima, pues
parecía que la monja que lo ofrecía se había vuelto “liliputiense” ante tanta
desproporción.
También
nosotros, muchas veces tendemos a llevar un brick gigante creyendo que nos van
a valorar o aceptar más, e intentamos llenar nuestros brazos de méritos o
hazañas logradas. Vamos para aquí, para allá, hacemos, deshacemos... todo a
velocidades de vértigo. Ocupadas las manos con semejante brick, no las podemos
utilizar más que para sujetarlo y evitar que se caigan nuestras seguridades.
Pero
tu valor no está en tus obras, en todo lo que puedes llegar a hacer para
agradar a los demás. No es la actividad o tus méritos lo que te configura. Te
configura el Amor. Te configura esa capacidad que tienes de poner tu brick a un
lado para pasar del “hacer” al “ser”. Así también podrás dejar que el otro sea,
que el otro llegue a aquello de lo que tú le sientes capaz.
Cristo
necesita que tengas las manos vacías, que sueltes todo aquello por lo que crees
que te haces mejor. Las quiere libres para que sea Él el que las utilice, para
que puedan disfrutar de tender una mano, de enseñar, de dejar paso a otros... y
así descubrir que no tienes que lucir nada, que ya no tienes que poner tu valor
en un cartón con zumo, sino que tu valor está en que tú seas el recipiente que
acoge el zumo, ¡tú eres el brick! Y es Cristo el que te llena con Su Gracia,
con Su amor, para que puedas tener las manos libres y así poder repartir el
zumo de las mil maneras que se te presentan a cada momento.
Hoy
el reto del amor es que tengas las manos vacías, que sueltes tus seguridades.
Y, ya que tienes tus manos vacías, úsalas para ayudar a alguien a cruzar la
calle, a llevar unas bolsas... Seguro que Cristo te pone la situación que
necesitas para usar tus manos.
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma