Desastre acuático
Hola,
buenos días, hoy Israel nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Hace
unos días, unas personas muy especiales, a las que queremos mucho, se
presentaron en el locutorio... con un acuario. Sí, sí, ¡un acuario de peces!
Nos sorprendieron muchísimo, no podemos negar que nos hizo ilusión. Venía todo:
la pecera, la gravilla, el filtro, el termo... todo listo para ponerlo en
marcha.
Así
que, manos a la obra, nos pusimos a ello. Cogimos la pecera y la colocamos en
un lugar adecuado. Acto seguido, empecé a echarle la gravilla, el agua... Pero
comenzó a no tener muy buen aspecto: el agua estaba turbia, turbia, no se veía
nada. Menos mal que me dio mala sensación, dejé de echar agua y me paré a
pensar. Mira que había estudiado un poco cómo hacerlo antes de ponerme... pero
no se me ocurrió otra cosa que abrir el saco de la gravilla sin leer lo que
ponía en la bolsa: LAVAR BIEN.
¡Vaya!
Vuelta a empezar. Ahora tocaba lavar la gravilla, limpiar la pecera, y volver a
montar todo. Así lo hicimos, ¡y qué limpia se veía el agua ahora!
Después
era necesario situar el filtro y el termo. ¡Qué fácil fue este paso!
Pero,
un minuto después, nos dimos cuenta de que la tapa de la pecera no encajaba
bien: resulta que había que cortarle un trozo para que los aparatos quedaran
bien asentados.
En
este punto ya no podíamos hacer otra cosa más que echarnos a reír... Menos mal
que ya tenemos maña con la rotaflex, porque aquello parecía casi una obra digna
de ingenieros...
Después,
cuando llegué a la oración, me reía con el Señor, y, poco a poco, me regaló
descubrir algo que me marcó mucho. Y es que, si miraba el proceso de la pecera
ahora mismo, la cosa parecía un auténtico desastre; sin embargo, no podemos
juzgarla por cómo está ahora, sino que, antes o después, llegará a estar lista,
preparada, con peces, preciosa, llena de vida... será como el acuario que te
estás imaginando al leer estas líneas.
Y
es que me sucede muchas veces lo mismo ante mi pobreza. Cuando me veo hecha un
desastre, llena de fallos, con cosas de mí que me gustaría cambiar, con el agua
turbia... cuando solo veo eso, me sucede que me quedo un poco atascada en mí
misma, porque pierdo de vista algo mucho más importante.
No
nos podemos juzgar por nuestra pobreza, no somos lo que hacemos, bueno o malo,
sino que somos un sueño de Dios, formamos parte de un designio que Él ha
pensado personalmente para cada uno. Ese es su plan, que tú llegues a ser un
gran acuario lleno de vida. Él nos ama así, como somos y como estamos, pero su
deseo es que le dejemos trabajar en nosotros para que se pueda ir cumpliendo en
nosotros el designio que tiene pensado.
Hoy
el reto del amor es mirar tu vida bajo el prisma de que formas parte del plan
del Señor. Él está haciendo una historia de salvación en ti. Hoy déjate
trabajar por Cristo, no tengas miedo, porque Él, cuando te mira, solo piensa:
“¡Cómo te quiero!”
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma
