Pregoneros de la luz
Hola,
buenos días, hoy Sión nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
¡Cómo
me gusta la Octava de Pascua! Estos ocho días celebrados como si fuesen Domingo
de Resurrección, ¡me apasionan!
Lo
cierto es que están marcados por un montón de pequeños detalles. Este año ha
habido uno que me ha tocado muy especialmente.
Fue
a primera hora del Domingo de Resurrección. Tras la tradicional procesión por
el claustro con el Cirio y las velas encendidas, entramos en la capilla. Yo
esperaba que empezase a sonar el órgano con la música de Laudes, y, sí, el
órgano comenzó a cantar... ¡pero era una melodía totalmente diferente!
¿Sabes
qué es lo primero que cantamos juntas el Domingo de Resurrección? ¡¡El Regina
Coeli!!
Con
la de Pascuas que he vivido en el monasterio... ¡y no me había fijado en este
detalle! Lo primero que hacemos tras la Resurrección de Cristo es... ¡darle la
buena noticia a su Madre!
Yo
me hago a la idea que llegamos tarde. Me imagino que Jesús, que es el mejor
Hijo, se encargaría de dar la sorpresa a María personalmente. Pero me gusta
imaginar la sonrisa de la Virgen al vernos llegar a esas horas de la mañana a
cantarle: “Reina del Cielo, ¡alégrate!”
De
pronto me sentí pregonera de la mejor noticia, una noticia que sale del alma
anunciarla. La noche anterior, en la Vigilia, anunciábamos la alegría a los
ángeles, a la Iglesia; en esa mañana se la cantábamos a la Virgen... ¡pero el
remate vino con los evangelios de estos días!
“Id
a comunicar a mis hermanos...”, “Anda, ve a mis hermanos y diles...” Tenemos la
mejor noticia, ¡y el mismo Cristo nos envía!
Realmente
hay muchos hermanos que viven en las tinieblas de la tristeza, del sinsentido.
Muchos necesitan escuchar que hay esperanza, que no hay callejones sin salida,
porque Jesucristo es el Camino. En Jesús tenemos el amor más grande, un amor
capaz de superar todas las pruebas, un amor que vence todas las muertes. Cristo
ha demostrado que eres amado sin límites.
Hoy
el reto del amor es llevar algo blanco. Sí, puede ser una camisa o jersey, o
puedes atar un pañuelo blanco a tu bolso o una cinta blanca en tu muñeca. Algo
que te recuerde que te has encontrado con el Resucitado, ¡con la Luz que
destruye toda oscuridad, con la fuente de la alegría! Deja que Cristo encienda
su Fuego en tu corazón. ¡Hoy lleva su Luz adonde vayas! ¡Feliz día!
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma