"Una Iglesia para el
mundo y no mundana, que salga de sí misma y no se duerma en las nostalgias del
pasado", pidió el Santo Padre durante su visita a los fieles de Alessano,
ciudad natal de Don Tonino
La
mañana del viernes 20 de abril, el Papa Francisco inició su visita
pastoral a las ciudades de Alessano, perteneciente a la diócesis católica
de Ugento-Santa María de Leuca, y Molfetta (Bari) en la Diócesis de
Molfetta-Ruvo-Giovinazzo-Terlizzi, siguiendo las huellas de Monseñor Tonino
Bello, pastor amado por su pueblo, cuando se cumple el 25° aniversario de su
muerte.
La
primera parada de este viaje de tan sólo media jornada, fue Alessano, ciudad
natal de Don Tonino, en la que el Sucesor de Pedro rezó ante su tumba
depositando junto a ella un ramo de flores blancas y amarillas, en memoria
de este sacerdote que entregó toda su vida al servicio de los más pobres y
olvidados de la sociedad.
Tras
permanecer unos minutos en oración, el Papa se dirigió a la plaza central
ubicada en frente del cementerio para encontrarse con un numeroso grupo de
fieles que esperaban con emoción escuchar las palabras de Francisco.
Peregrino en la tierra de
Don Tonino
El
Santo Padre saludó a todos los presentes expresando su agradecimiento por la
calurosa bienvenida, "como peregrino en la tierra que vio nacer a Don
Tonino Bello, Siervo de Dios”.
Evocando
su momento de oración delante de la tumba de este pastor, "tan amado por
sus feligreses", el Pontífice reflexionó sobre algunas palabras de
gratitud, pronunciadas en su tiempo por el propio obispo: "Gracias, tierra
mía, pequeña y pobre, que me has hecho nacer pobre como tú, pero así me has
dado la riqueza incomparable de entender a los pobres y poder hoy entregarme a
ellos para servirlos".
“Entender
a los pobres era para él una auténtica riqueza, y tenía razón porque los
pobres son realmente la riqueza de la Iglesia”, expresó el Papa,
destacando la fortaleza de Don Tonino, para vencer la recurrente tentación de
"acomodarse con los poderosos de turno, de recibir privilegios, o de
perseguir una vida fácil; porque quien sigue a Jesús ama a los pobres”.
No teorizar la cercanía a los pobres
Por otra parte, el Obispo de Roma subrayó que una Iglesia que tiene en el corazón a los pobres, "permanece siempre en sintonía con el canal de Dios, no pierde jamás la frecuencia del Evangelio y siente el deseo de regresar a lo esencial para profesar con coherencia que el Señor es el único bien”.
Y
en este punto, señaló Francisco, "Don Tonino sentía la necesidad de imitar
a Jesús hasta el final, involucrándose en primera persona con los más
desfavorecidos, hasta despojarse totalmente de sí mismo”, ya que defendía sin
descanso la dignidad de los trabajadores, y la paz; una paz que, decía,
"comienza a construirse en el hogar de cada uno, sin olvidar que el mejor
modo para evitar la violencia y la guerra "es cuidar de los más indefensos
y promover la justicia”.
El valor de la vocación para Don Tonino
“Don Tonino fue un hombre de su tierra, porque en esta tierra ha madurado su sacerdocio”, añadió el Sucesor de Pedro, recordando el enorme valor que tenía la vocación para este “pastor con olor a oveja”, quien amaba llamarla “evocación”: es decir, una evocación de cuán locamente Dios siente predilección por cada una de nuestras frágiles vidas; incitadas a andar hacia adelante, y "soñar con audacia", a descentrar la propia existencia para ponerla al servicio de los demás, con la invitación a fiarse siempre de Dios, "el único capaz de trasnformar la vida en una fiesta”.
Una Iglesia para el mundo
y no mundana
Asimismo, el Papa explicó el profundo significado del legado que Don Tonino dejó a sus sacerdotes, a quienes exhortaba:
«Amemos
al mundo, querámoslo, deseemos el bien, seamos misericordiosos. No apliquemos
siempre el rigor de la ley sin haberla antes, regulado con dósis de ternura”,
unas palabras-dijo Francisco- que revelan su deseo de construir una Iglesia
para el mundo y no mundana... sino para el mundo».
Una
Iglesia que no sea autorreferencial, sino que sea capaz de salir de sí misma
para prestar rápidamente ayuda, una Iglesia que no se duerma en las nostalgias
del pasado, sino que se encienda de amor por el hoy, tomando como ejemplo a
Dios que «amó tanto al mundo» (Gv 3, 16).
No separar jamás "la
oración de la acción"
Por
último el Santo Padre concluyó su discurso, invitando al pueblo a preguntarse
qué podría decir hoy Don Tonino Bello a su amada tierra; una tierra a la que
entregó su vocación, sus fuerzas y su amor, con el pleno convencimiento de que
su misión se extendía “más allá del amor que sentía por Cristo” y a la que
enseñó que un verdadero cristiano, "no puede separar la oración de la
acción”.
“En
cada época, el Señor pone en el camino de la Iglesia testimonios que encarnan
el buen anuncio de la Pascua, profetas de esperanza para el futuro de todos.
Desde esta tierra, Dios ha hecho surgir a uno como un don y una profecía para
nuestros tiempos. Y Dios desea que su don sea recibido, y que su profecía se
lleve a la práctica", dijo Francisco añadiendo:
"No
nos contentemos con acumular buenos recuerdos, no nos dejemos atrapar por la
nostalgia del pasado o incluso por las charlas ociosas del presente o los
temores por el futuro. Imitemos a Don Tonino, dejémonos llevar por su joven
ardor cristiano, sintamos su urgente invitación a vivir el Evangelio sin
condiciones. Es una fuerte invitación para cada uno de nosotros y para todos
como Iglesia. Nos ayudará a difundir hoy la flagrante alegría del
Evangelio".
No
nos contentemos con acumular buenos recuerdos, no nos dejemos atrapar por la
nostalgia del pasado o incluso por las charlas ociosa del presente o los
temores por el futuro. Imitemos a Don Tonino, dejémonos llevar por su joven
ardor cristiano, sentamos su urgente invitación a vivir el Evangelio sin
condiciones. Es una fuerte invitación para cada uno de nosotros y para nosotros
como Iglesia. Nos ayudará a difundir la flagrante alegría del Evangelio hoy.
No
nos contentemos con acumular buenos recuerdos, no nos dejemos atrapar por la
nostalgia del pasado o incluso por las charlas ociosa del presente o los
temores por el futuro. Imitemos a Don Tonino, dejémonos llevar por su joven
ardor cristiano, sentamos su urgente invitación a vivir el Evangelio sin
condiciones. Es una fuerte invitación para cada uno de nosotros y para nosotros
como Iglesia. Nos ayudará a difundir la flagrante alegría del Evangelio hoy.
Sofía
Lobos - Ciudad del Vaticano
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