“La
Eucaristía nos hace fuertes para dar frutos, flores de buenas obras para vivir
como cristianos”
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El Papa en la Audiencia General (AFP or licensors) |
Formar
parte del banquete de bodas del Cordero es una invitación que nos alegra y al
mismo tiempo nos empuja a un examen de conciencia iluminado por la fe: lo dijo
el Papa durante la Audiencia General del miércoles 21 de marzo
En
el inicio de la primavera europea el Romano pontífice presidió la Audiencia
General en la Plaza de san Pedro, y antes de comenzar, mantuvo un diálogo ameno
con los fieles al comienzo de una de estaciones más bellas del año.
Nuestra
raíz es Jesús
“Hoy
es el primer día de la primavera: ¡buena primavera! ¿Pero qué pasa en
primavera? Las plantas florecen, florecen los árboles. Les haré algunas
preguntas: pero respondan, ¿eh? Un árbol o planta enfermos, ¿florecen bien si
están enfermos? ¡No!” “Un árbol, una planta que no es regada por la lluvia o
artificialmente, ¿puede florecer bien?”. “Y un árbol y una planta al que le han
quitado las raíces o que no tiene raíces, ¿puede florecer? ¡No!” “Este es un
mensaje, ¿eh?” “La vida cristiana es una vida que debe florecer: en las obras
de caridad, en hacer el bien... Pero si no tienes raíces, no puedes florecer y
¿quién es la raíz? ¡Jesús! Si no estás con Jesús, allí, en la raíz, no
florecerás” [...].
Celebramos la Misa para
nutrirnos de Cristo
Así
dio inicio a la Catequesis en la que meditó a partir del Evangelio según san
Juan, capítulo 6, versículos 54 y 55 sobre la Liturgia Eucarística: “Celebramos
la Misa para nutrirnos de Cristo, que se nos da en la Palabra y en el
Sacramento del Altar.
En
el momento de la comunión que hoy contemplamos, Jesús se nos sigue dando en su
Cuerpo y en su Sangre, por el ministerio de la Iglesia, como hizo con los
discípulos en la Última Cena. Después de la Fracción del Pan, el sacerdote nos
invita a mirar «al Cordero que quita el pecado del mundo», reconociendo la
distancia que nos separa de la santidad de Dios y de su bondad al darnos como
medicina su preciosa Sangre, derramada para el perdón de los pecados. Somos,
por tanto, convocados «al banquete de bodas del Cordero», reconociéndonos
indignos de que entre en nuestra casa, pero confiados en la fuerza de su
Palabra salvadora”, expresó.
Explayándose
en italiano, el Papa explicó que formar parte del banquete de bodas del Cordero
es una invitación que nos alegra y al mismo tiempo nos empuja a un examen de
conciencia iluminado por la fe, dado que, si por una parte vemos la distancia
que nos separa de la santidad de Cristo, por la otra creemos que su Sangre es
derramada para la remisión de los pecados. “Todos fuimos perdonados en el
Bautismo, y somos o seremos perdonados cada vez que nos acerquemos al
sacramento de la penitencia”, recordó, e instó una vez más a no olvidar que
Jesús “no se cansa de perdonar”, sino que “somos nosotros que nos cansamos de
pedir perdón”.
Nutrirse de la Eucaristía
significa mutar en lo que recibimos
“Caminamos
hacia el altar – prosiguió en español - para nutrirnos de la Eucaristía, para
dejarnos transformar por quien recibimos, como dice san Agustín: «Yo soy el
alimento de las almas adultas; crece y me comerás. Pero no me transformarás en
ti como asimilas los alimentos de la carne, sino que tú te transformarás en
mí”.
El
Pontífice también se refirió al reconocimiento que realizamos cuando, al
sacerdote que distribuyendo la Eucaristía nos dice “el Cuerpo de Cristo”,
respondemos “Amén”: esto significa, dijo el Papa, que reconocemos la gracia y
el compromiso que comporta convertirnos en Cuerpo de Cristo. “He aquí el
prodigio de la Comunión: nos volvemos en lo que recibimos”, agregó.
La Eucaristía nos hace fuertes
“La
Liturgia eucarística se concluye con la oración de la comunión. En ella damos
gracias a Dios por este inefable don y le pedimos también que transforme
nuestra vida, siendo medicina en nuestra debilidad, que sane las enfermedades
de nuestro espíritu y nos asegure su constante protección”.
“La
Eucaristía – añadió Francisco en italiano– nos hace fuertes para dar frutos,
flores de buenas obras para vivir como cristianos”, e invitó a acercarnos a la
Eucaristía y a recibir a Jesús “que nos transforma en Él”, y nos hace más
fuertes.
“La
Iglesia desea vivamente que también los fieles reciban el Cuerpo del Señor con
hostias consagradas en la misma Misa", dijo, y que el signo del Banquete
Eucarístico se expresa con mayor claridad si la Comunión "se hace bajo las
dos especies", aún sabiendo que la doctrina católica enseña que "sólo
bajo una especie se recibe el Cristo todo entero": el Papa recuerda
pues, que según la praxis, el fiel se acerca normalmente a la Eucaristía en
procesión y comulga con devoción de pie o de rodillas, "recibiendo el
Sacramento en la boca, o, donde está permitido, en la mano, como
prefiere".
En
sus saludos a los fieles, como es habitual, el Santo Padre dirigió un
pensamiento especial a los jóvenes, ancianos, a los enfermos y a los recién
casados, invitando a pedir en el sacramento de la confesión el perdón de Dios,
y, en los sufrimientos, unirse más a Cristo. A los peregrinos de lengua
española en particular, exhortó a la comunión frecuente, “haciendo presente el
misterio de amor que se encierra en el Sacramento, para que la unidad con
Cristo y con su Iglesia se manifieste en nuestro actuar cotidiano y testimonie
nuestra vida nueva en Cristo”.
Griselda
Mutual - Ciudad del Vaticano
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