Velocidad de
adaptación
Hola,
buenos días, hoy Sión nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Ayer,
de camino a Vísperas, caí en la cuenta: “¡Mañana es san José! Seguro que no hay
reto. ¡Oh, Señor, qué ilusión me haría que me regalases uno sobre este santo ...!”
Empecé
a repasar mentalmente el himno de san José, las imágenes que me gustan de él,
alguna anécdota de los santos... pero, nada, el Señor no me marcaba el camino.
Al
entrar en la capilla desistí, queriendo dejar a parte mis pensamientos para
centrarme en las Vísperas. Pero, al cruzar la puerta...
“¡¡Ay,
los tazones!!”
Yo
me encargo de poner la mesa. Esa tarde había puesto los platos de domingo, y
había dejado puestos en las mesas los tazones para el desayuno... ¡pero había
puesto los tazones malos, los de diario!
“¡¡Pero
si mañana es solemnidad!! Pobre san José... si se descuida, de solemnidad le
bajo a simple conmemoración...”
Y,
cuando estaba cambiando la vajilla, ¡sentí al Señor! Pues, ¡así es como se pasó
la vida san José!
Él
ya tenía toda su vida preparada y organizada, como yo el comedor. Sus planes
eran bellos: casarse con María, construir un buen hogar... Y, a un paso de
realizarlo, ¡zas!, el Señor le modifica los planes: ser padre del Mesías, irse
a Belén, ahora huye a Egipto (que en burro está lejísimos), ahora vuelve a
Nazaret...
Muchas
cosas tuvo que cambiar en su mente y en su corazón. Pero, eso sí, ¡fue a mejor!
¡A tazones no de diario, sino de solemnidad! Ser padre, nada menos, que del
Hijo de Dios, ¡ser el primer maestro del Maestro! Y él siempre con su corazón
humilde, silencioso, sin querer llamar la atención, dispuesto a lo que Dios le
pidiera.
¡Cuántas
veces les ha tocado hacer lo mismo a nuestros padres! Cuántos desvelos, cambios
de planes, cuántos trabajos ocultos y sacrificios escondidos tras una sonrisa,
cuánto cansancio disimulado y cuántas enseñanzas pacientes en nuestros primeros
pasos...
¡Muy
importantes han de ser los papás, pues hasta Dios quiso tener uno!
Hoy
el reto del amor es pedirle al Señor ver al “san José” que ha puesto en tu
vida. Te invito a que hoy, en tu oración, des gracias a Cristo por tu padre.
Pídele poder descubrir hoy tantas cosas buenas que tiene, especialmente las que
no has sido capaz de ver hasta ahora. Da gracias, ora por él, y hazle el mejor
regalo: un gran y sincero te quiero. ¡Te quiero, papá, feliz día!
VIVE
DE CRISTO
Pd:
Y, por supuesto, felicidades a todos los José, Pepe, a las Mª José, Pepa... a
los seminaristas... ¡feliz día a todos!
Fuente:
Dominicas de Lerma