Un
icono de Nuestra Señora de la Ternura, donado por la Iglesia ucraniana cuando
Francisco era arzobispo de Buenos Aires, ocupa un lugar destacado en su
habitación de Santa Marta, en el Vaticano
El
papa Francisco se trasladó el 28 de enero a la basílica de Santa Sofía, en
Roma, por invitación del arzobispo mayor de Kiev y de Galitzia, Sviatoslav
Schevchuk, primado de la Iglesia greco-católica de Ucrania.
Los dos se conocen
desde hace mucho tiempo. Hace algunos años, Mons. Schevchuk regaló a Jorge
Mario Bergoglio, cuando era arzobispo de Buenos Aires, un icono de “la Virgen
de la Ternura”.
El
icono de Nuestra Señora de la Ternura, del que hay varias versiones, es uno de
los iconos más venerados del mundo. Con su mano izquierda el Niño Jesús toca
con ternura el mentón de su Madre. La Virgen María sostiene al Niño Jesús con
su mano izquierda, mientras que su mano derecha, apoyada delicadamente sobre el
hombro derecho del Niño Jesús, lo estrecha contra ella como para protegerle.
Ante
la comunidad ucraniana, el Santo Padre reveló algunas confidencias sobre su
vida privada y su relación con la Virgen de la Ternura: “Cada noche, antes de
ir a la cama, beso a la Virgen de la Ternura que me regaló vuestro arzobispo
mayor, y por la mañana también, la saludo. Así puedo decir que empiezo el día y
lo termino en ucraniano’”.
En
este icono, los rostros cercanos de la Virgen María y del Niño Jesús irradian
dulzura y afecto infinitos. A esta “Madre de la ternura”, el papa Francisco
confía de buen grado a las personas que sufren, a quienes la vida les ha puesto
a prueba. Hace muy poco repitió esta confianza en la Madre de la ternura para
que “sostenga en la esperanza” a los enfermos y sus cuidadores, las familias y
los sacerdotes junto a ellos.
Un recuerdo de la
infancia
Su
icono de la Virgen de la Ternura se ha trasladado de su habitación en Buenos
Aires a su habitación en la residencia Santa Marta, en el Vaticano, según ha
confiado también. Forma parte de los objetos “esenciales” que el Papa quiso que
se le enviaran en cuanto fue elegido. El Papa narró la génesis de este afecto a
la Virgen de la ternura y a la Iglesia ucraniana en particular.
Cuando
solamente tenía 12 años, Jorge Mario Bergoglio fue corista en la misa de Mons.
Stefan Czmil (1914-1978) en la época en que este salesiano era misionero en
Argentina en los años 1950.
Y
el Santo Padre se sumergió en sus recuerdos: “[El obispo Chmil fue] una persona
que me hizo mucho bien. Es indeleble en mí el recuerdo de cuando, de joven
—tenía doce años— asistía a su misa; él me ha enseñado a servir en la misa, a
leer vuestro alfabeto, a responder a las diferentes partes…; de él he
aprendido, en este servicio a la misa —tres veces a la semana lo hacía—, la
belleza de vuestra liturgia; de sus historias, el vivo testimonio de cuánto la
fe ha sido probada y forzada en medio de las terribles persecuciones ateas del
siglo pasado”, contó Francisco. Este “encuentro” de oración con los ucranianos
se ha convertido para él en un hábito.
Ucrania
se encuentra en medio de un conflicto entre las fuerzas gubernamentales y los
separatistas pro-rusos que se ha cobrado más de 10.000 vidas en cuatro años.
Este conflicto ha experimentado un resurgimiento de la violencia en los últimos
meses, ante la indiferencia de la comunidad internacional.
Sin
embargo, el papa Francisco siempre está ahí para recordarlo. Cuando se
encuentra frente a “Nuestra Señora de la Ternura”, cada mañana y cada noche en
su habitación, y cuando la besa mientras reza, es en todos estos
ucranianos en quienes piensa y por quienes reza intensamente desde hace años.
Así hace visible a través de ella la misericordia de Dios, su ternura para toda
criatura. Al final de la reunión del domingo, el Papa y el arzobispo mayor de
Kiev liberaron dos palomas como signo de esperanza y paz para este país.
Isabelle Cousturié
Fuente: Aleteia