Mons. Alfred Xuereb, que
desde 2007, durante 5 años y medio, fue segundo secretario de Benedicto XVI ha
sido entrevistado para Vatican News, por Alessandro Gisotti
El
actual Secretario General de la Secretaría para la Economía hace hincapié en
que la decisión de Benedicto XVI de renunciar al ministerio petrino fue un acto
heroico y de amor a la Iglesia, cuya grandeza se va comprendiendo cada vez más.
«Son
muchísimos los recuerdos que tengo del Papa Benedicto y no quiero olvidarlos
para conservar viva la memoria de estos años, de ese periodo que viví con él…
¿Cuáles
son los momentos más fuertes? Por su puesto los enlazados con su renuncia.
Recuerdo muy bien, el 5 de febrero de 2013, cuando el Papa Benedicto me invitó
a tomar asiento en su estudio privado y me anunció la gran decisión de su
renuncia.
Pensé
en pedirle que lo pensara un poco más, pero casi en seguida me detuve, porque
estaba seguro de que había rezado largo tiempo. Aún más, justo en ese momento
recordé un detalle. Durante un periodo bastante largo, cuando él, en la
sacristía, antes de empezar a celebrar la Misa en la capilla privada,
permanecía en oración durante tanto tiempo; y a pesar de las campanadas del
reloj que marcaba la hora del comienzo de la Misa, él permanecía en
recogimiento ante el Crucifijo que está en la sacristía. Yo estaba convencido
de que rezaba por algo muy importante. Ese 5 de febrero, cuando escuché que el
Papa Benedicto me comunicó su gran decisión, pensé: ‘¡Entonces, seguramente
rezaba por esto!’.
Luego,
por supuesto otro momento fuerte fue cuando anunció públicamente su renuncia
durante ese Consistorio del 11 de febrero.
Lloré
durante todo el tiempo y también en el almuerzo, él comprendió que yo estaba
con una gran conmoción y le pregunté: ‘Santo Padre, ¿usted estaba tranquilo,
sereno?’ Y él me respondió con decisión: ‘Sí’, porque ya lo había ponderado en
la meditación y en la oración. ¡Él estaba sereno precisamente porque
estaba seguro de haber sopesado bien la cosa en la paz y en la voluntad de
Dios!
Luego,
llegó el momento en que Mons. Xuereb se despidió de Benedicto XVI, con su
bendición, para ser secretario del Papa Francisco:
«Un
momento muy fuerte para mí fue el de la despedida, porque él me repitió: ‘Usted
irá con el Papa nuevo’. Por lo que, cuando fue elegido el Papa Francisco, le
escribió una carta reiterando su disponibilidad para dejarme libre en caso de
que me necesitara.
Y,
cuando llegó el día de dejar Castel Gandolfo para ir con el Papa Francisco –
desde la Secretaría de Estado me dijeron: ‘Apúrate, prepara tus maletas, porque
el Papa Francisco está abriendo la correspondencia solo’ – entré en el estudio
del Papa Benedicto para anunciarle eso y le pedí, llorando, su bendición.
Él
con mucha serenidad se levantó, yo me arrodillé, y me dio su bendición con la
que me dejó ir».
Mons.
Xuereb recuerda también el encuentro con Benedicto XVI, del pasado mes de
octubre
«Me
invitó él para el día de mi cumpleaños, para celebrar la Misa y luego
desayunar, lo encontré con una mente muy activa, preguntaba tantas cosas…
Con su mirada me decía: ‘¡Estoy muy contento de volverte a ver!’ ¡Recordaba muy
bien también detalles sobre mi familia, mi madre, incluso los gatos de mi mamá!
Claro que físicamente está muy frágil. Tiene casi 91 años y sin embargo mi mamá
que tiene ‘sólo’ 82 años no está como él».
En
estos cinco años, cómo se ha comprendido el gesto sorprendente de Benedicto
XVI:
«Fue
un gesto grandioso. Él comprendió, en especial, durante el vuelo a México que
ya no podía hacer viajes largos. Ya se acercaba la Jornada Mundial de la
Juventud en Brasil y se dio cuenta de que ya no podía hacer todos esos
esfuerzos… Cumplió un acto heroico, en mi opinión, porque pensó en primer
lugar en la Iglesia, en su amor a la Iglesia, que era mucho más grande que el
amor a sí mismo, a su ego. No le importó lo que algunas personas o ambientes
podían decir sobre él, que quizá no tenía la valentía de seguir adelante… Él
permaneció siempre sereno, una vez que comprendió que Dios le pedía este acto
de gobierno, amando más a la Iglesia que a sí mismo».
En
el año que fue secretario del Papa Francisco, Mons. Xuereb vio de cerca el
aprecio mutuo que sienten ambos el uno por el otro:
«El
Papa Francisco dio enseguida la definición justa: ‘Tenemos el privilegio de
tener al ‘abuelo’ en casa’. Tenemos pues una memoria histórica viva a la cual
podemos acudir. Estoy seguro de que el Papa Francisco lo hace. Luego, por
supuesto, hablan también los gestos. Antes de que el Papa Francisco saliera
ante el mundo, asomándose al balcón de la Basílica de San Pedro, él quiso
llamar al Papa Benedicto para saludarlo. Nosotros estábamos en la sala de la
televisión, donde el teléfono está siempre silenciado, por lo que no oíamos la
llamada. Eso explica porqué se demoró el Papa Francisco en asomarse. Después,
nos volvieron a llamar durante la cena y nos preguntaron que dónde habíamos
estado… allí delante de la TV… nos dijeron que el Papa Francisco iba a volver a
llamar después de cenar y así fue. Le pasé el teléfono a Benedicto y
escuché que decía: ‘Santidad, desde este momento, prometo mi total obediencia y
mi oración’. Son momentos que no puedo olvidar».
En
estos años de servicio y oración, el don más grande que está ofreciendo a
la Iglesia, como dijo el mismo Benedicto XVI, permaneciendo en el ‘recinto
de Pedro’:
«Él
quiso tomar esta decisión de vivir una vida retirada precisamente para poder
prepararse al encuentro final con el Señor y mientras lo hace vive con profunda
espiritualidad, ofreciendo oraciones y ofreciendo también la fragilidad de su
condición de salud, la ofrece en favor de la Iglesia, por el Papa y por la
Iglesia».
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