El sacerdote
alerta de que unas 400.000 personas están captadas en España, muchos de ellos
adolescentes vulnerables
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Luis Santamaría |
Miembro fundador de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES), Luis
Santamaría, lleva más de veinte años intentando descubrir pistas y patrones de
actuación que den a conocer cómo actúan los miembros de las sectas. Santamaría
lamenta que las alarmas sólo se enciendan ante casos de captación y ante las
denuncias públicas de las familias que las sufren.
El sacerdote, delegado de medios de
comunicación en la diócesis de Zamora, considera que “las sectas tienen la
suficiente entidad por difusión para que haya una preocupación constante por
parte de las instituciones que, a veces, no se toman todo lo serio que
deberían, un problema que destroza a miles de familias”, publica el periódico
alicantino Aquí
en Elche.
Santamaría resalta que en España
sólo hay un organismo público que tiene un servicio
concreto de asesoramiento y de ayuda a afectados por las sectas en el
ayuntamiento de Marbella.
Más de 300 sectas en España
Santamaría que ha realizado una
investigación, cuantificó en su momento un mínimo de 350 grupos y en torno a 400.000
personas están captadas por las sectas.
Esto coincide con estudios de otros
países occidentales que también hablan de cerca de un 1 % de la población que
pertenece a las sectas, datos insuficientes para retratar la realidad, ya que,
con la revolución de internet y las redes sociales, todo está tomando una nueva
dimensión.
El peligro de las redes sociales
Así lo explica Santamaría: “Cuando nos
referimos a estos grupos, estamos hablando de colectivos localizados aquí en
España. El caso de la ilicitana Patricia Aguilar nos
revela la existente globalización del fenómeno de las sectas. A Patricia la capta
una secta pequeñísima de Perú, no presente en España,
y que ha entablado contacto con ella a través de Facebook”.
Muchas veces se habla de fenómenos que no
son un grupo concreto con las características de secta, sino a lo mejor un
gurú, un líder carismático o una serie de personas que difunden una doctrina, unas
prácticas, una pseudoterapia. Pueden tener a la gente
enganchada sin que haya una pertenencia institucional, sin que alguien tenga
que vivir en una comuna y ni siquiera tenga que ir a unas reuniones o
encuentros, sino que pueden tener un encuentro una vez al año y el resto del
tiempo estar
en contacto a través de las nuevas tecnologías.
Prevenir a los jóvenes
Contra las sectas, lo mejor
es la formación. “Antes se decía: la mejor arma de prevención
es la información, pero ahora es imposible dar información sobre todos los
grupos que hay. ¿Quién iba a pensar que un grupúsculo pequeño de un líder sectario
de Perú, que quiere hacer un harén para repoblar el mundo ante el supuesto
apocalipsis que se avecina, iba a contactar con una adolescente de Elche?”,
dice Santamaría.
Por eso, defiende que “tenemos
que cuidar mucho la formación, sobre todo de nuestros
adolescentes y jóvenes para que tengan una mentalidad crítica y un sentido de
discernir qué es verdad y qué es mentira en las redes”. Este tipo de captación
parece seguir la estela del funcionamiento en la captación y el
adoctrinamiento yihadista de jóvenes en países
occidentales, que son captados y adoctrinados sin que tengan que reunirse con
nadie.
A través de internet y redes sociales es
muy fácil la suplantación de identidad y el engaño, porque no se ve a la
persona que está enfrente. Santamaría es contundente en afirmar que no están
mintiendo deliberadamente, porque ellos se creen lo que dicen. Son
convincentes. Explica que se aprovechan de un momento duro y difícil en la vida
de un adolescente.
La Iglesia, ¿una secta?
Preguntado por la posibilidad de que la
Iglesia también pueda ser vista como una secta por las personas
no creyentes ni practicantes, Santamaría es claro al afirmar:
“el Papa Francisco se ha referido al proselitismo; la Iglesia no
crece por proselitismo, sino por atracción”.
Para Santamaría “nosotros distinguimos y
es fácilmente distinguible el límite entre lo que es el apostolado, la
convicción. Una cosa es convencer y otra cosa es engañar. Convencer es algo
lícito y legítimo. En las sectas hay engaño, es decir, la
clave fundamental es la libertad”.
El experto prosigue: “Lo importante es la
transparencia. Cuando uno toma una decisión de entrar en un monasterio de
clausura, toma una serie de renuncias y se hace desde la libertad. Además, la
Iglesia tiene muchos mecanismos jurídicos internos y normas para asegurarlo.
A veces casi parece que ponen hasta obstáculos para ser sacerdote para que
nadie vaya forzado ni manipulado”.
Santamaría también añade que en la
Iglesia siempre existe la opción de dar un paso atrás. Recuerda la frase del
escritor G.
K. Chesterton, que decía que “para entrar a la Iglesia hay que
quitarse el sombrero, no la cabeza”. Para el sacerdote, las personas
creyentes siguen pensando, teniendo su criterio, su razón y su libertad.
En las sectas no, pues hacen creer a la persona que es la más libre del mundo,
pero está siendo totalmente manipulada”.
Fuente:
ReligionConfidencial