La Cuaresma es tiempo de
conversión en el que estamos llamados a despojarnos de nuestro hombre viejo y
renovarnos según la gracia de nuestro Bautismo, afirmó el Papa
La
Cuaresma es un tiempo de “combate espiritual” en el que estamos llamados a
enfrentar al Maligno mediante la oración y a vencerlo en la vida cotidiana: con
estas palabras el Papa Francisco introduce la reflexión que precede a la
oración del Ángelus de este primer domingo de Cuaresma. Y lo hace retomando el
pasaje del Evangelio de Marcos que relata la tentación de Jesús en el desierto,
explicando que el Señor, va al desierto para prepararse para su misión en el mundo,
y aun no necesitando conversión, enfrenta esta prueba “para darnos la gracia de
vencer las tentaciones”. El Santo Padre constata que lamentablemente el mal
está actuando en nuestra existencia y entorno a nosotros, “donde se manifiestan
violencias, rechazo del otro, cerrazones, guerras, injusticias”.
La Buena Noticia de Jesús
llama a la conversión
Tentación,
conversión y Buena Noticia, son los temas ejes del Evangelio en los cuales el
Santo Padre se detiene, y relata cómo después de las tentaciones en el desierto
Jesús comienza a predicar el Evangelio, es decir, la Buena Noticia “que exige
del hombre conversión y fe”.
“En
nuestra vida tenemos siempre necesidad de conversión, ¡todos los días! y la
Iglesia nos hace rezar por esto”, porque de hecho, – afirma el Papa - “no
estamos jamás suficientemente orientados hacia Dios y tenemos que dirigir
continuamente nuestra mente y nuestro corazón a Él”. De ahí su consejo a
“rechazar todo lo que nos lleva fuera del camino: los falsos valores que nos
engañan, atrayendo de manera hipócrita nuestro egoísmo”. “Debemos confiarnos
del Señor – exhorta Francisco - de su bondad y de su proyecto de amor para cada
uno de nosotros”.
Cuaresma, tiempo para
despojarse de nuestro hombre viejo
“La
Cuaresma es un tiempo de penitencia, pero no es un tiempo triste, de
luto", asegura el Pontífice, recordando que es un compromiso alegre y
serio para despojarnos de nuestro egoísmo, de nuestro hombre viejo y renovarnos
según la gracia de nuestro Bautismo”.
Dios, realización de todas
nuestras aspiraciones
Sólo
Dios puede donarnos la verdadera felicidad – agrega el Santo Padre – y
advierte de la inutilidad de buscarla en las riquezas, los placeres, el poder y
la carrera porque es “el Reino de Dios la realización de todas nuestras
aspiraciones más profundas y más auténticas”.
Francisco recuerda finalmente que estamos llamados a iniciar “con empeño el camino hacia la Pascua, para acoger siempre más la gracia de Dios, que quiere transformar el mundo en un reino de justicia, de paz y de fraternidad”.
Jóvenes protagonistas del
pre-Sínodo
Después
de la oración a la Madre de Dios, el Santo Padre recuerda que dentro de un mes,
del 19 al 24 de marzo, llegarán a Roma unos 300 jóvenes de todo el mundo para
una reunión preparatoria al Sínodo de Octubre.
“Deseo
fuertemente que todos los jóvenes puedan ser protagonistas de esta preparación”
– afirma Francisco – y por eso, explica, podrán intervenir en red a través de
grupos lingüísticos guiados por otros jóvenes. El aporte de los ‘grupos de la
red’ se unirá aquel de la reunión de Roma. ¡Les agradezco por su contribución
para caminar juntos!”
Saludo especial a los
encarcelados
Después
de saludar, como de costumbre, a las familias, grupos parroquiales,
asociaciones y a todos los peregrinos llegados de Italia y de diversos Países,
Francisco reitera que el inicio de la Cuaresma es un camino de conversión y de
lucha contra el mal y dirige un saludo particular a las personas detenidas:
“Queridos
hermanos y hermanas que están en la cárcel: los aliento a cada uno de ustedes a
vivir el periodo cuaresmal como ocasión de reconciliación y de renovación de la
propia vida bajo la mirada misericordiosa del Señor.”
Y les recuerda:
Y les recuerda:
“¡Dios no se cansa jamás
de perdonar!”
Concluyendo,
el Obispo de Roma pide a todos un recuerdo en la oración por él y por los
colaboradores de la Curia Romana que esta tarde inician la semana de Ejercicios
Espirituales.
María
Cecilia Mutual - Ciudad del Vaticano
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