El Acto Penitencial que
cumplimos en el inicio de la Santa Misa fue el tema de la catequesis del Papa
Francisco en el primer miércoles del nuevo año, al retomar las enseñanzas sobre
la Eucaristía
El
acto penitencial realizado en comunidad y en primera persona, “favorece la
actitud con la cual disponernos a celebrar dignamente los santos misterios, al
reconocer ante Dios y ante nuestros hermanos nuestros pecados”, expresó el
Santo Padre.
El
pontífice repasó paso a paso la fórmula penitencial a partir de la necesidad de
escuchar la voz de nuestra conciencia para prepararnos al encuentro con Dios, y
explicó, de este modo, el sentido de la confesión comunitaria, el del gesto de
golpearse el pecho, la súplica a la Virgen María, a los ángeles y los
santos. También recordó el ejemplo de penitentes que nos han precedido, y que
han abierto sus corazones a la gracia de Dios.
Reconocimiento de nuestros
pecados y confesión pública
El
acto introductorio que cumplimos comunitariamente, dijo primeramente, en el que
el sacerdote nos invita a reconocer nuestros pecados guardando un momento de
silencio “favorece la actitud con la cual disponernos a celebrar dignamente los
santos misterios, al reconocer ante Dios y ante nuestros hermanos nuestros
pecados”.
“En
ese acto introductorio, el sacerdote invita a reconocer nuestros pecados
guardando un momento de silencio. Cada uno entra en su interior para tomar
conciencia de todo lo que no corresponde con el plan de Dios. Por eso,
confesamos en primera persona del singular diciendo: «He pecado mucho de
pensamiento, palabras, obras y omisión”.
Francisco
se detuvo en las omisiones, para subrayar que no es suficiente no hacer
mal a nadie, sino que es necesario hacer el bien, y nosotros, debemos
aprovechar las ocasiones que se nos presentan para dar testimonio – un buen
testimonio - de que somos discípulos del Maestro. También puntualizó que
confesamos que somos pecadores “tanto a Dios como a los hermanos”, porque esto
ayuda a comprender la dimensión del pecado que, mientras nos separa de Dios,
“nos divide de nuestros hermanos, y viceversa”.
Golpearse el pecho: el
pecado es nuestro y no de otros
"La
fórmula del acto penitencial, está acompañada con el gesto de golpearse el
pecho para indicar que el pecado es propio y no de otro”. Sucede a menudo,
añadió el pontífice hablando en italiano, que por miedo o vergüenza señalamos
con el dedo para acusar a otros. “Cuesta admitir que somos culpables, - observó
- pero nos hace bien confesarlo con sinceridad”.
El
Papa recordó así los luminosos ejemplos de penitentes cristianos que nos ofrece
la Sagrada Escritura, como el rey David, san Pedro, Zaqueo, o la mujer
samaritana, quienes, volviendo en sí tras haber cometido el pecado, encontraron
la valentía para quitarse la máscara y abrirse a la gracia que renueva el
corazón, es decir, a la gracia de Dios: medirse con la fragilidad del barro con
el que somos moldeados, - enseñó - es una experiencia que nos fortalece, porque
a la vez que nos ocupamos de nuestra debilidad, abre nuestro corazón para
invocar la misericordia divina que transforma y convierte.
La súplica a María, a los
ángeles y a los santos
"Después
de esta confesión, suplicamos a la Virgen María, a los ángeles y a los santos
que intercedan ante el Señor por nosotros". Nuestra Madre, los
ángeles y santos, son nuestros amigos y modelos de vida, y su intercesión
nos sostiene en nuestro camino hacia la plena comunión con Dios.
A
los peregrinos de lengua española de todas partes del mundo, el Obispo de Roma
deseó que éste sea un tiempo de paz: “Que puedan contemplar el abrazo de amor y
ternura del Señor en sus vidas”, dijo, e invitó a todos a una renovación
interior siguiendo el ejemplo de tantos personajes de la Sagrada Escritura,
quienes, a pesar de haber ofendido a Dios, fueron capaces de pedirle perdón con
humildad y sinceridad, y pudieron experimentar su misericordia que transforma y
da la alegría verdadera.
Griselda
Mutual - Ciudad del Vaticano
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