Durante un
encuentro con el Cuerpo Diplomático, Francisco ha invitado a combatir la
injusticia «de manera no violenta» y ha pedido un mundo sin armas frente a «la
lógica aberrante de la guerra»
En
un discurso centrado en la necesidad de promover la paz en el mundo en un
momento en que diversas regiones están padeciendo los efectos de la guerra y la
injusticia, el Papa Francisco se dirigió a los embajadores acreditados ante la
Santa Sede para reflexionar sobre los retos que afrenta hoy la comunidad
internacional.
El
Santo Padre acogió al Cuerpo Diplomático en el Palacio Apostólico del Vaticano
en la tradicional audiencia de año nuevo. Su discurso comenzó con una reflexión
sobre las lecciones de la Primera Guerra Mundial, de la que se cumple en este
año 2018 el centenario de su final.
En
concreto, señaló que se pueden obtener dos advertencias de aquella contienda
mundial que “lamentablemente la humanidad no supo comprender inmediatamente,
llegando en el arco de veinte años a combatir un nuevo conflicto aún más
devastador que el anterior”, en referencia a la Segunda Guerra Mundial.
“La
primera advertencia –explicó– es que ganar no significa nunca humillar al rival
derrotado. La paz no se construye como la afirmación del poder del vencedor
sobre el vencido. Lo que disuade de futuras agresiones no es la ley del temor,
sino la fuerza de la serena sensatez que estimula el diálogo y la comprensión
mutua para sanar las diferencias”.
La
segunda advertencia es que “la paz se consolida cuando las naciones se
confrontan en un clima de igualdad. Lo intuyó hace un siglo el Presidente
estadounidense Thomas Woodrow Wilson, cuando propuso la creación de una
Asociación general de las naciones destinada a promover para todos los Estados
indistintamente, grandes y pequeños, mutuas garantías de independencia e
integridad territorial. Así se pusieron las bases de la diplomacia
multilateral, que a lo largo de los años ha ido adquiriendo un papel y una
influencia cada vez mayor en toda la comunidad internacional”.
Desarme y paz
Francisco
destacó que la paz debe reconocerse universalmente “como uno de los valores más
altos que hay que buscar y defender”.
En
este sentido, hizo un llamado al desarme, ya que “el desarme completo y el
desarrollo integral están estrechamente relacionados entre sí. Por otra parte,
la búsqueda de la paz como condición previa para el desarrollo implica combatir
la injusticia y erradicar, de manera no violenta, la causa de las discordias
que conducen a las guerras”.
“La
proliferación de armas agrava ciertamente las situaciones de conflicto y supone
grandes costes en términos materiales y de vidas humanas que socavan el
desarrollo y la búsqueda de una paz duradera”, advirtió.
El
Pontífice se refirió en concreto a algunos países y regiones donde la paz debe
ser una prioridad para la comunidad internacional. Comenzó refiriéndose a la
Península de Corea: “es primordial que se pueda sostener todo esfuerzo de
diálogo en la península coreana, con el fin de encontrar nuevas vías para que
se superen las actuales confrontaciones, aumente la confianza mutua y se
asegure un futuro de paz al pueblo coreano y al mundo entero”.
A
continuación, habló de Siria, donde llamó a continuar con “las distintas
iniciativas de paz en un clima propositivo de creciente confianza entre las
partes, para que se logre poner fin, de una vez para siempre, al largo
conflicto que ha afectado a todo el país y que ha causado enormes sufrimientos.
El deseo de todos es que, después de tanta destrucción, llegue el tiempo de la
reconstrucción. Pero más que construir edificios es necesario reconstruir los
corazones, volver a tejer la tela de la confianza mutua, premisa imprescindible
para el crecimiento de cualquier sociedad”.
En
concreto, definió como vital la protección de las minorías religiosas presentes
en Siria, “entre las cuales se encuentran los cristianos, que desde hace siglos
contribuyen activamente a realizar la historia de Siria”. Además, pidió el
regreso de “los numerosos refugiados que han encontrado acogida y protección en
las naciones vecinas, especialmente en Jordania, Líbano y Turquía”.
Muy
relacionado con el conflicto en Siria, es la situación de Irak, por lo que
pidió también nuevos esfuerzos de diálogo “para que los distintos elementos
étnicos y religiosos vuelvan a encontrar el camino de la reconciliación, la
convivencia y la colaboración pacífica, así también en el Yemen y en otras
partes de la región, igual que en Afganistán”.
El
Papa no se olvidó tampoco de la convivencia entre israelíes y palestinos, y de
la disputa por al soberanía de la ciudad de Jerusalén que ocasionó episodios de
violencia en las últimas semanas. “La Santa Sede expresa su dolor por los que
han perdido la vida en los recientes enfrentamientos y renueva su llamamiento a
ponderar toda iniciativa para que se evite exacerbar las contradicciones, e invita
a un compromiso por parte de todos para que se respete, en conformidad con las
resoluciones pertinentes de las Naciones Unidas, el status quo de Jerusalén,
ciudad sagrada para cristianos, judíos y musulmanes”.
En
su discurso, Francisco también dirigió un pensamiento especial a “la querida
Venezuela, que está atravesando una crisis política y humanitaria cada vez más
dramática y sin precedentes. La Santa Sede, mientras que exhorta a responder
sin demora a las necesidades primarias de la población, desea que se creen las
condiciones para que las elecciones previstas durante el año en curso logren
dar inicio a la solución de los conflictos existentes, y se pueda mirar al
futuro con renovada serenidad”.
Animó
también a no olvidarse de los países que sufren la guerra en África,
“especialmente en Sudán del Sur, en la República Democrática del Congo, en
Somalia, en Nigeria y en la República Centroafricana, en las que el derecho a
la vida está amenazado por el abuso indiscriminado de los recursos, por el
terrorismo, la proliferación de grupos armados y por los conflictos que
perduran”.
“No
basta con indignarse ante tanta violencia. Es necesario más bien que cada uno
en su ámbito propio se esfuerce activamente por remover las causas de la
miseria y construir puentes de fraternidad, premisa fundamental para un
auténtico desarrollo humano”.
Por
último, habló de Ucrania donde también “es urgente que haya un compromiso común
para reconstruir puentes. El año apenas terminado ha cosechado nuevas víctimas
en el conflicto que aflige al país, y sigue produciendo gran sufrimiento a la
población, en particular a las familias que habitan en las zonas afectadas por
la guerra y que han perdido a sus seres queridos, con frecuencia ancianos y
niños”.
POR
MIGUEL PÉREZ PICHEL
Fuente:
ACI
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