“Para la Santa Sede hablar de derechos humanos significa, ante todo, proponer la centralidad de la dignidad de la persona, en cuanto que ha sido querida y creada por Dios a su imagen y semejanza”
En
su tradicional discurso ante el Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa
Sede, el Papa Francisco rechazó los “nuevos derechos” surgidos a lo largo de
los últimos años, en especial tras las revueltas en París de “Mayo del 68”, y
que en muchos casos se contradicen entre ellos y contradicen los derechos
humanos fundamentales.
El
Santo Padre dedicó gran parte de su discurso, pronunciado en el Palacio
Apostólico del Vaticano, a reflexionar sobre el respeto a los derechos humanos
con motivo del 70 aniversario de la adopción por parte de la Asamblea General
de las Naciones Unidas, de la Declaración Universal de los Derechos Humanos,
que tuvo lugar el 10 de diciembre de1948.
Afirmó
que los derechos humanos “tienen su fundamento en la naturaleza que aúna
objetivamente al género humano. Ellos fueron enunciados para eliminar los muros
de separación que dividen a la familia humana y para favorecer lo que la
doctrina social de la Iglesia llama al desarrollo humano integral”.
Por
el contrario, “una visión reduccionista de la persona humana abre el camino a
la propagación de la injusticia, de la desigualdad social y de la corrupción”.
Sin
embargo, lamentó que, “a lo largo de los años, sobre todo a raíz de las
agitaciones sociales del ‘sesenta y ocho’ –las revueltas estudiantiles que
tuvieron lugar en París en el mes de mayo del año 1968–, la interpretación de
algunos derechos ha ido progresivamente cambiando, incluyendo una multiplicidad
de ‘nuevos derechos’, no pocas veces en contraposición entre ellos”.
La
pretensión de imponer estos nuevos derechos “no siempre ha contribuido a la
promoción de las relaciones de amistad entre las naciones, puesto que se han
afirmado nociones controvertidas de los derechos humanos que contrastan con la
cultura de muchos países, los cuales no se sienten por este motivo respetados
en sus propias tradiciones socio-culturales, sino más bien desatendidos frente
a las necesidades reales que deben afrontar”.
Por
el contrario, la Declaración Universal de los Derechos Humanos busca la
“afirmación de la dignidad de cada persona humana, cuyo desprecio y
desconocimiento conducen a actos de barbarie que ofenden la conciencia de la
humanidad”.
“Para
la Santa Sede hablar de derechos humanos significa, ante todo, proponer la
centralidad de la dignidad de la persona, en cuanto que ha sido querida y
creada por Dios a su imagen y semejanza”.
En
este sentido, indicó que “desde una perspectiva cristiana hay una significativa
relación entre el mensaje evangélico y el reconocimiento de los derechos
humanos, según el espíritu de los redactores de la Declaración Universal de los
Derechos Humanos”.
Francisco
también advirtió del “peligro de que, en nombre de los mismos derechos humanos,
se vengan a instaurar formas modernas de colonización ideológica de los más
fuertes y los más ricos en detrimento de los más pobres y los más débiles”.
Por
otro lado, indicó que, tras 70 años de desarrollo de la Declaración Universal,
“duele constatar cómo muchos derechos fundamentales están siendo todavía hoy
pisoteados. El primero entre todos, el derecho a la vida, a la libertad y a la
inviolabilidad de toda persona humana”.
Estos
derechos fundamentales no sólo “son menoscabados sólo por la guerra o la
violencia. En nuestro tiempo, hay formas más sutiles: pienso sobre todo en los
niños inocentes, descartados antes de nacer; no deseados, a veces sólo porque
están enfermos o con malformaciones o por el egoísmo de los adultos”.
“Pienso
en los ancianos, también ellos tantas veces descartados, sobre todo si están
enfermos, porque se les considera un peso. Pienso en las mujeres, que a menudo
sufren violencias y vejaciones también en el seno de las propias familias.
Pienso también en los que son víctimas de la trata de personas, que viola la
prohibición de cualquier forma de esclavitud”.
Además,
recordó que “defender el derecho a la vida y a la integridad física significa
también proteger el derecho a la salud de la persona y de sus familias”.
En
esta perspectiva, “deseo que, en los foros internacionales competentes, se
trabaje también para favorecer en primer lugar un acceso fácil a todos los
cuidados y tratamientos sanitarios”.
Familias
El
Papa Francisco también dedicó una parte de su discurso a hablar de las
familiar, “al derecho a formar una familia”.
“Por
desgracia –lamentó–, se sabe que la familia, especialmente en Occidente, está
considerada como una institución superada. Frente a la estabilidad de un
proyecto definitivo, hoy se prefieren vínculos fugaces. Pero una casa
construida sobre la arena de los vínculos frágiles e inconstantes no se
mantiene en pie. Se necesita más bien la roca, sobre la que se establecen
cimientos sólidos. Y la roca es precisamente esa comunión de amor, fiel e
indisoluble, que une al hombre y a la mujer, una comunión que tiene una belleza
austera y sencilla, un carácter sagrado e inviolable y una función natural en
el orden social”.
Por
ese motivo, el Papa consideró urgente “que se lleven a cabo políticas concretas
que ayuden a las familias, de las que, por otra parte, depende el futuro y el
desarrollo de los Estados”.
“Sin
ellas, de hecho, no se pueden construir sociedades que sean capaces de hacer
frente a los desafíos del futuro. El desinterés por las familias trae además
otra dramática consecuencia como es la caída de la natalidad. Estamos ante un
verdadero invierno demográfico. Esto es un signo de sociedades que tienen
dificultad para afrontar los desafíos del presente y que, volviéndose cada vez
más temerosas con respecto al futuro, terminan por encerrarse en sí mismas”.
Al
mismo tiempo, “no podemos olvidar la situación de las familias rotas a causa de
la pobreza, de las guerras y las migraciones”.
Migraciones
“Hoy
se habla mucho de migrantes y migraciones, en ocasiones sólo para suscitar
miedos ancestrales”, advirtió Francisco.
Destacó
que “no hay que olvidar que las migraciones han existido siempre. En la
tradición judeo-cristiana, la historia de la salvación es esencialmente una
historia de migraciones. Tampoco hay que olvidar que la libertad de movimiento,
como la de dejar el propio país y de volver a él, pertenece a los derechos
humanos fundamentales. Es necesario por tanto salir de una extendida retórica
sobre el tema y partir de la consideración esencial de que ante nosotros se
encuentran sobre todo personas”.
Libertad religiosa
“Uno
de los derechos humanos sobre el que me gustaría hoy llamar la atención es el
derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión, que incluye
la libertad de cambiar de religión”, continuó.
Mostró
su pesar por “que el derecho a la libertad religiosa, a menudo, no se respeta y
la religión con frecuencia se convierte en un motivo para justificar
ideológicamente nuevas formas de extremismo o un pretexto para la exclusión
social, e incluso para la persecución en diversas formas de los creyentes”.
“La
condición para construir sociedades inclusivas está en una comprensión integral
de la persona humana, que se siente verdaderamente acogida cuando se le
reconocen y aceptan todas las dimensiones que conforman su identidad, incluida
la religiosa”.
Derecho al trabajo
En
su discurso, el Pontífice realizó también una defensa del derecho al trabajo:
“No hay paz ni desarrollo si el hombre se ve privado de la posibilidad de
contribuir personalmente, a través de su trabajo, en la construcción del bien
común”.
Sin
embargo, “es triste ver cómo el trabajo en muchas partes del mundo es un bien
escaso. Hay pocas oportunidades para encontrar trabajo, especialmente para los
jóvenes. Con frecuencia resulta fácil perderlo, no sólo por las consecuencias
de la alternancia de los ciclos económicos, sino también por el recurso
progresivo a tecnologías y maquinarias cada vez más perfectas y precisas que
reemplazan al hombre”.
Distribución
desigual de las oportunidades de trabajo y la tendencia a exigir a los trabajadores
ritmos cada vez más estresantes también centró las preocupaciones del Papa en
su discurso. “Las exigencias del beneficio, dictadas por la globalización, han
llevado a una reducción progresiva de los tiempos y días de descanso,
perdiéndose así una dimensión fundamental de la vida –el descanso–, que sirve
para regenerar a la persona tanto física como espiritualmente”.
Finalmente,
Francisco condenó el trabajo infantil que, además, en muchos casos termina
convirtiéndose en esclavitud. “El flagelo del trabajo infantil pone en peligro
seriamente el desarrollo psicofísico de los niños, privándolos de la alegría de
la infancia, cosechando víctimas inocentes”.
“No
podemos pretender que se plantee un futuro mejor, ni esperar que se construyan
sociedades más inclusivas, si seguimos manteniendo modelos económicos
orientados a la mera ganancia y a la explotación de los más débiles, como son
los niños”, concluyó.
POR
MIGUEL PÉREZ PICHEL
Fuente:
ACI