En esta hora, basta con
pedirlo para obtener todo para ti y para otros…
Sabemos
que Dios es misericordioso. Gracias a la Escritura sabemos que está lleno de
misericordia cuando acudimos a Él, buscamos perdón y pedimos Su gracia para
seguir Su camino en nuestra vida.
Sin
embargo, quizás la frase “hora de la gran misericordia” resulte menos familiar.
Esa
hora es las 15:00, la hora en que murió Nuestro Señor en la cruz para nuestra
redención. Eran las tres de la tarde de un Viernes Santo cuando Jesús pronunció
con su último aliento: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. (Lucas 23,
46)
Jesús concedió un
significado especial a esta hora en sus numerosos y detallados mensajes a santa
Faustina en la década de 1930. Se refirió a la hora como “la hora de la gran
misericordia para el mundo entero”.
A
través de la joven monja polaca, Jesús pidió que reflexionáramos sobre Su
sufrimiento y muerte a las 15h y pidiéramos Su misericordia. Nos pide que
recemos por Su misericordia para otros, con el Viacrucis cuando sea posible,
con la adoración ante el Santo Sacramento y con una simple parada en una
iglesia durante la “hora de la gran misericordia”.
“A
las tres, ruega por Mi misericordia, en especial para los pecadores y aunque
sólo sea por un brevísimo momento, sumérgete en Mi Pasión, especialmente en Mi
abandono en el momento de Mi agonía. Ésta es la hora de la gran misericordia
para el mundo entero. Te permitiré penetrar en mi tristeza mortal. En esta hora
nada le será negado al alma que lo pida por los méritos de Mi Pasión”. (Diario
de santa Faustina, #1320)
“Cuántas
veces oigas el reloj dando las tres, sumérgete totalmente en Mi misericordia,
adorándola y glorificándola; suplica su omnipotencia para el mundo entero y
especialmente para los pobres pecadores, ya que en ese momento se abrió de par
en par para cada alma. En esa hora puedes obtener todo lo que pides para ti y
para los demás. En esa hora se estableció la gracia para el mundo entero: la
misericordia triunfó sobre la justicia”. (Diario, #1572)
“Viernes
Santo. A las tres de la tarde vi a Jesús crucificado que me moró y dijo: Tengo
sed. De repente vi que de su costado salieron los dos mismos rayos que están en
la imagen. En el mismo momento sentí en el alma el deseo de salvar las almas y
de anonadarme por los pobres pecadores. Junto a Jesús agonizante me ofrecí al
Padre eterno por el mundo. Con Jesús y por Jesús y en Jesús estoy unida a Ti,
oh Padre eterno”. (Diario, #648)
“En
esa hora procura rezar el Vía Crucis, en cuanto te lo permitan tus deberes; y
si no puedes rezar el Vía Crucis, por lo menos entra un momento en la capilla y
adora en el Santísimo Sacramento a Mi Corazón que está lleno de misericordia. Y
si no puedes entrar en la capilla, sumérgete en oración allí donde estés,
aunque sea por un brevísimo instante”. (Diario, #1572)
Nuestro
Señor dijo también a santa Faustina:
“Hija
Mía, anima a las almas a rezar la coronilla que te he dado. (…) Cuando recen
esta coronilla junto a los moribundos, Me pondré entre el Padre y el alma
agonizante no como el Juez justo sino como el Salvador misericordioso.
[…] Quienquiera que la rece recibirá gran misericordia a la hora de la muerte. Los sacerdotes se la recomendarán a los pecadores como la última tabla de salvación. Hasta el pecador más empedernido, si reza esta coronilla una sola vez, recibirá la gracia de Mi misericordia infinita. Deseo que el mundo entero conozca Mi misericordia; deseo conceder gracias inimaginables a las almas que confían en Mi misericordia.
[…] A través de ella obtendrás todo, si lo que pides está de acuerdo con Mi voluntad.”
La
coronilla de la Divina Misericordia puede rezarse en cualquier momento, por
supuesto, pero se recomienda especialmente a las 15h.
Patty
Knap
Fuente:
Aleteia
