Estar atentos y ser vigilantes, son las
condiciones para permitir a Dios irrumpir en nuestras vidas, para restituirle
significado y valor con su presencia llena de bondad y de ternura
La espera
vigilante y atenta fue el tema de la reflexión del Papa Francisco en el Primer
domingo de Adviento, en que iniciamos a preparamos para el nacimiento de
Cristo.
En este primer
período del año litúrgico, tras regresar en la noche anterior de su Viaje
Apostólico a Myanmar y Bangladés, el Romano Pontífice no faltó a la cita
dominical para iniciar con todos los fieles el camino del Adviento en espera de
nuestro Salvador.
Alocución
del Papa antes del rezo del Ángelus
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy
comenzamos el camino de Adviento, que culminará en la Navidad. El Adviento es
el tiempo que se nos da para acoger al Señor que viene a nuestro encuentro, también
para verificar nuestro deseo de Dios, para mirar hacia adelante y prepararnos
para el regreso de Cristo. Él regresará a nosotros en la fiesta de Navidad,
cuando conmemoraremos su venida histórica en la humildad de la condición
humana; pero Él viene dentro de nosotros cada vez que estamos dispuestos a
recibirlo, y vendrá de nuevo al final de los tiempos «para juzgar a los vivos y
los muertos». Por eso debemos estar siempre prevenidos y esperar al Señor con
la esperanza de encontrarlo. La liturgia de hoy nos introduce precisamente en
el sugestivo tema de la vigilia y de la espera.
En el Evangelio (Mc
13, 33-37) Jesús exhorta a estar atentos y a velar, para estar listos para
recibirlo en el momento del regreso. Nos dice:
«Mirad, velad y orad, porque no sabéis cuándo será el tiempo
[...] para que cuando venga de repente, no os halle durmiendo». (vv. 33-36).
La persona que está
atenta es la que, en el ruido del mundo, no se deja llevar por la distracción o
la superficialidad, sino vive en modo pleno y consciente, con una preocupación
dirigida en primer lugar a los demás. Con esta actitud somos conscientes de las
lágrimas y las necesidades del prójimo, y podemos captar también las
capacidades y cualidades humanas y espirituales.
La persona
atenta se dirige luego también al mundo, tratando de contrarrestar la
indiferencia y la crueldad en él, y alegrándose de los tesoros de belleza que
también existen y que deben ser custodiados. Se trata de tener una mirada de
comprensión para reconocer tanto las miserias y las pobrezas de los individuos
y de la sociedad, como para reconocer la riqueza escondida en las pequeñas
cosas de cada día, precisamente allí donde el Señor nos ha colocado.
La persona
vigilante es aquella que acoge la invitación a velar, es decir, a no dejarse
abrumar por el sueño del desánimo, la falta de esperanza, la decepción; y al
mismo tiempo rechaza la solicitud de las tantas vanidades de las que desborda
el mundo y detrás de las cuales, a veces, se sacrifican tiempo y serenidad
personal y familiar. Es la experiencia dolorosa del pueblo de Israel, narrada
por el profeta Isaías: Dios parecía haber dejado vagar su pueblo, lejos de sus
caminos (cf. 63.17), pero esto era el resultado de la infidelidad del mismo
pueblo (cf. 64, 4b). También nosotros nos encontramos a menudo en esta
situación de infidelidad a la llamada del Señor: Él nos muestra el camino
bueno, el camino de la fe, el camino del amor, pero nosotros buscamos la
felicidad en otra parte.
Ser atentos y
vigilantes son los presupuestos para no seguir "vagando alejados de los
caminos del Señor", perdidos en nuestros pecados y nuestras infidelidades;
estar atentos y ser vigilantes, son las condiciones para permitir a Dios
irrumpir en nuestras vidas, para restituirle significado y valor con su
presencia llena de bondad y de ternura. María Santísima, modelo de espera de
Dios e ícono de vigilancia, nos guíe hacia su Hijo Jesús, reavivando nuestro
amor por él.
Tras el rezo mariano, el Papa Francisco
recordó en primer lugar su viaje apostólico a Myanmar y Bangladés, expresó su
gratitud a quienes lo han acompañado con la oración, e invitó a todos a unirnos
a él en acción de gracias al Señor:
Queridos hermanos y
hermanas:
Esta noche
he regresado del viaje apostólico a Myanmar y Bangladesh. Agradezco a todos los
que me han acompañado con la oración, y los invito a unirse a mi acción de
gracias al Señor, que me ha permitido encontrar a esas poblaciones, en
particular las comunidades católicas, y a ser edificado por su testimonio. Está
grabado en mí el recuerdo de tantos rostros extenuados por la vida, pero nobles
y sonrientes. Los tengo a todos en mi corazón y en oración. Muchas gracias
al pueblo de Myanmar y al pueblo de Bangladesh.
Asimismo el pontífice recordó
en modo particular el pueblo de Honduras, que desde hace una semana está
viviendo un momento de perplejidad política y de violencia, debido a las
protestas tras los comicios presidenciales:
En mi oración que
recuerdo en modo particular al pueblo de Honduras, para que pueda superar en
modo pacífico el difícil momento de dificultad.
Finalmente, el saludo del Papa
a los fieles y peregrinos, y grupos parroquiales, a los confirmandos, y como
siempre, su pedido de oración:
Dirijo mi saludo a
ustedes, romanos y peregrinos, aquí presentes. En particular, saludo a los
fieles de Bratislava (Eslovaquia) y Ludwigshafen, en Alemania.
Saludo al grupo de
Pregaziol (Treviso) y a los confirmandos de Mestrino (Padua); así como a la
comunidad rumana que vive en Italia y que hoy celebra la fiesta nacional de
Rumania.
Les deseo a todos
un buen domingo y un buen camino de Adviento. Por favor, no se olviden de rezar
por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!
De
Griselda Mutual
Radio Vaticano