A mí un viaje me hace bien cuando logro encontrarme con el pueblo de los países, el pueblo de Dios
“Un
viaje es exitoso cuando logro encontrar al pueblo”. Es la certeza, y además
bien sabida, con la que el Papa Francisco concluye la Conferencia de Prensa del
vuelo de regreso de Bangladés, iniciada media hora después del despegue del
aeropuerto de Daca. Una intimidad que Francesco eligió personalmente para
sellar los 58 minutos pasados con los periodistas, durante los cuales afrontó
entre otros temas, el drama humanitario de la etnia Rohingya, el tema del
desarme nuclear, así como la posibilidad – por el momento remota pero deseada –
de un viaje a China.
“A
mí un viaje me hace bien cuando logro encontrarme con el pueblo de los países,
el pueblo de Dios. Cuando puedo hablar, encontrarlos o saludarlos, los
encuentros con la gente… hemos hablado de los encuentros políticos […] pero la
gente, el pueblo… El pueblo es precisamente lo profundo de un país. Cuando
logro encontrar esto, soy feliz”.
Que
Francisco estuviera particularmente interesado en compartir los pensamientos
sobre su 21 Viaje Apostólico Internacional, se entendió cuando tras pocos
minutos solicita expresamente “preguntas sobre el viaje”, haciendo referencia,
de un modo sereno, a esa costumbre de algunos medios de involucrar al lider de
la Iglesia en temas espinosos de la actualidad casi “olvidando” a las
Iglesias apenas visitadas.
Y
de hecho, la primera pregunta toca de inmediato el nervio de un tema -
altamente esperado por los medios mundiales-, concerniente al pueblo Rohingya
“la etnia más perseguida del mundo”. Los periodistas querían escuchar de la voz
del Santo Padre que ha significado para él, ese momento inesperado e intenso
del viernes pasado cuando, conmovido, abrazó a un grupo de prófugos bajo los
ojos del mundo entero. Un gesto de humanidad, y un golpe de escena mediático,
después de semanas en las que se debatía sobre el por qué el Papa había
decidido de no pronunciar el nombre de esta etnia en ninguno de sus discursos
oficiales pronunciados durante su viaje a Myanmar y Bangladés.
“A
mí me interesaba que este mensaje llegase. Por eso me di cuenta que si en un
discurso oficial hubiera dicho esa palabra (Rohingya), me hubiera dado “de
frente contra la puerta”. Pero he descrito las situaciones – derechos, ningún
excluido, ciudadanía – para consentirme en los coloquios privados de ir más allá.
Yo me siento muy muy satisfecho de los coloquios que he podido tener porque, digámoslo así, no he tenido el placer de “dar de frente contra la puerta” con
una denuncia, sino que he tenido la satisfacción de dialogar, de hacer hablar a
los otros, y de esta manera el mensaje ha llegado”.
Francisco
describe los momentos vividos sobre el palco, al final del encuentro
interreligioso de Daca. Dice de haber llorado con los Rohingya, en lágrimas
delante de él, e incluso de haberse “enojado” y haber pedido por ellos
“respeto” a quienes intentaban echarles del palco con demasiada prisa.
Narra
sobre como la idea de la oración final que reunió a todos formando un
semicírculo en el palco – una de las imágenes más potentes de este viaje –
surgió en el momento, sugerida por tener cerca a los líderes de otras
religiones, y poco después, confiesa que solicitó si también se podían
unir los Rohingya pero “no pudo ser posible por problemas de
organización”.
Una
pregunta estimula al Papa Francisco sobre la figura de Aung San Suu Kyi, quien
fue Premio Nobel por la lucha a favor de la Democracia en la antigua Birmania y
actualmente se encuentra en el centro de juicios polémicos en calidad de
Consejera de Estado y Ministra de Asuntos Externos.
“En
Myanmar es difícil evaluar una crítica sin preguntarse: ¿Ha sido posible hacer
esto? O ¿cómo sería posible hacer esto? […] la situación política de Myanmar es
la de una nación en crecimiento, políticamente en crecimiento. Es una nación en
transición, tiene muchos valores culturales, históricos, pero políticamente
está en transición. Por ello las posibilidades vienen valoradas inclusive en
esta óptica”.
Sobre
la visita del general birmano, anticipada respecto al programa, Francisco
confirma que lo ha recibido por petición suya y, una vez más, resurgiendo el
problema de usar o no en esa ocasión el nombre “Rohingya”, enfatiza con
intención: durante ese coloquio “no he negociado la verdad” y “he usado todas
las palabras que quería decir”.
Después
se pasó a hablar de Bangladés y un periodista evidencia como el Papa ha estado
más cercano a los Rohingya de muchas otras formaciones, algunas de tipo
terroristico, que sin embargo – y el Papa estigmatiza – han buscado “
aprovecharse de la situación”. En lo que me respecta, responde claro y conciso
“yo no busco hablar con esta gente, yo busco hablar con las víctimas”.
Un
periodista inglés pregunta qué ha cambiado hoy respecto a Juan Pablo II que en
el 1982 definió la opción nuclear “moralmente inaceptable”, mientras que
Francisco la ha recientemente condenado, en el marco de la crisis entre Corea
del Norte y EE.UU. En la época en la que nos encontramos – aclara – ha cambiado
la irracionalidad:
“Hoy
estamos al límite – de esto se puede discutir, pero es una opinión mía […] –
estamos en el límite de la legalidad de tener y usar las armas nucleares, ¿por
qué? Porque hoy con los arsenales nucleares tan sofisticados se arriesga con la
destrucción de la humanidad o al menos de gran parte de la humanidad […] ¿Qué
ha cambiado? Ésto: el crecimiento de los armamentos nucleares […] son
sofisticados, también crueles […] estamos al límite”.
Tras
una pregunta planteada al Papa de manera crítica sobre el tema de la
evangelización, que en algunos contextos puede crear “tensiones”, Francisco,
citando a Benedicto XVI, explica que la Iglesia “no crece por proselitismo,
sino por atracción”.
La
Rueda de Prensa toca el tema de los Viajes Apostólicos, esos que estaban en
previsiones pero que luego fueron postergados como el viaje a India. El Papa
admite que la enormidad del continente requiere un viaje específico y por el
momento es sólo una idea, o quizás algo más: “El viaje a China no está en
preparativos […] Me gustaría tanto visitar China, me gustaría, no es un
secreto. Las negociaciones con China son de alto nivel cultural […] Después
está el diálogo político, sobre todo para la Iglesia china sobre la cuestión de
la Iglesia patriótica, clandestina, sobre la cual se debe ir paso a paso con
delicadeza […] con paciencia. Pero las puertas del corazón están abiertas…”
De
Alessandro De Carolis (traducción Mireia Bonilla)
Radio
Vaticano