“Queremos agradecerte por
tu cuidado constante con el que nos acompañas en nuestro camino…”
El
viernes 8 de diciembre, Solemnidad de la Inmaculada Concepción de María, tras rezar el Ángelus al
mediodía con miles de peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro, el
Papa Francisco se dirigió a la Plaza de España en Roma para rendir homenaje a
la Reina de los Cielos.
Como
es ya tradición, el Santo Padre llegó en torno a las 4:00 de la tarde a la
plaza, sede de la embajada española ante la Santa Sede, abarrotada de
fieles deseosos de compartir el momento de la oración del Papa y la entrega de
la ofrenda floral al monumento de la Inmaculada, que reposa sobre una esbelta
columna de aproximadamente 12 metros de altura.
Oración del Papa:
“Madre
Inmaculada: por quinta vez me pongo a tus pies como obispo de Roma, para rendirte
homenaje en nombre de todos los habitantes de esta ciudad”, dijo el Obispo
de Roma.
“Queremos
agradecerte por tu cuidado constante con el que nos acompañas en
nuestro camino. El camino de las familias, parroquias, comunidades religiosas;
el camino de aquellos que todos los días, a veces con dificultad, pasan por
Roma para ir a trabajar; el camino de los enfermos, de los ancianos, de todos
los pobres, de tantas personas que emigraron desde tierras de guerra y hambre”,
añadió el Sucesor de Pedro agradeciendo la presencia materna, tierna y fuerte
que encuentra el cristiano “tan pronto como dirige a Nuestra Señora, un
pensamiento, una mirada o un fugaz Ave María”.
«Oh
Madre, ayuda a esta ciudad a desarrollar los "anticuerpos"
contra algunos virus de nuestros tiempos», prosiguió el Papa.
«La
indiferencia, que dice: “no me concierne”, la mala educación cívica que
desprecia el bien común, el miedo al diferente y al extranjero; el conformismo
disfrazado de transgresión, la hipocresía de acusar a los otros mientras se
hacen las mismas cosas; la resignación a la degradación ambiental y ética; la
explotación de tantos hombres y mujeres. Ayúdanos a rechazar estos y otros
virus con los anticuerpos que provienen del Evangelio. Haz que tomemos el buen
hábito de leer todos los días un pasaje del Evangelio, y siguiendo tu
ejemplo, custodiemos la Palabra en el corazón, para que como buena semilla
dé frutos en nuestras vidas».
En
su oración, el Santo Padre también recordó el ejemplo de conversión acaecido
hace 175 años en la Iglesia de San Andrea delle Fratte, a unos pocos metros de
distancia de Plaza de España; cuando la Virgen tocó el corazón de Alfonso
Ratisbonne, que en ese momento, de ateo y enemigo de la Iglesia pasó a ser
cristiano.
“A
él te mostraste como una Madre de gracia y misericordia”, dijo Francisco.
«Concédenos
también a nosotros, especialmente en las pruebas y en las tentaciones,
fijar la mirada en tus manos abiertas que dejan caer sobre la tierra las
gracias del Señor, y deshacernos de toda arrogancia orgullosa, para
reconocernos como verdaderamente somos: pequeños y pobres pecadores, pero
siempre tus hijos. Y así poner nuestra mano en la tuya para dejarnos llevar
hasta Jesús, nuestro hermano y salvador, y hasta nuestro Padre Celestial, que
nunca se cansa de esperarnos ni de perdonarnos cuando regresamos a Él.
¡Gracias,
Oh Madre, porque siempre nos escuchas!
Bendice
a la Iglesia de Roma, bendice a esta ciudad y al mundo entero. Amén», concluyó
el Papa.
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