Derribando muros
Hola,
buenos días, hoy Israel nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
El
otro día estábamos dando un paseo Lety, Joane y yo. De pronto nos encontramos
con el albañil, que estaba derribando un trozo de una tapia interna del
monasterio. Menos mal que no era la tapia que rodea el convento, sino que se
trata de una tapia secundaria que separa un patio del resto de la huerta.
Nos
quedamos tan sorprendidas que fuimos a preguntarle qué había pasado. Él nos
contó que había venido un camión a descargar algo. Una vez dentro de la
clausura, el conductor lo debió de dejar parado un momento, pero, sin darse
cuenta, se le “cayó” el camión cuesta abajo y se dio contra esta tapia. De
manera que había quedado completamente agrietada.
Instintivamente
nos salió decirle que por qué no la remataba un poco y así evitar tener que
tirar ese trozo. Pero él nos insistió en que aquella opción no era buena, ya
que, antes o después, se podía caer, y era muy peligroso para nosotras.
Aquello
me dejó asombrada. Durante la oración, el Señor me regaló ver cuántas veces
vamos a lo largo de la vida levantando los muros internos de nuestra defensa
propia, y cercamos bien nuestra “zona de confort”. No suele ser intencionado,
pero desde el inconsciente nos formamos una “tapia autoprotectora”.
Pero,
¿qué sucede? Que, día tras día, nos vienen golpes en aquellos muros que
nosotros mismos nos hemos levantado.
Al
orar esto, sentía precisamente que Cristo permite esos golpes para que los
muros internos se vayan derribando poco a poco. Sin embargo, muchas veces vemos
más lógico volver a rematar el muro antes que tirarlo...
El
Señor nos ha soñado libres por completo, y nuestra mayor libertad es la
libertad interior. Él, que nos ama tanto, sabe cómo ir ganándose terreno poco a
poco. No suele hacerlo de golpe, no pretende derrumbar de una vez la tapia de
tu corazón, sino que día tras día, grieta a grieta, te sugiere un cambio en tu
interior.
Él
sólo mira por tu felicidad. Y, si confías en Él, al final irá consiguiendo todo
el terreno que nosotros solos no somos capaces de entregarle.
Hoy
el reto del amor es no tener miedo a derribar un trozo de tu tapia. Seguro que
estás viviendo un golpe en tu muro, una grieta, que, por pequeña que sea,
siempre es una oportunidad para ensanchar tu corazón. Confía, pues, si esperas
en Él, descubrirás que la esperanza no defrauda.
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma