La
representación, que se interpretará en muchas iglesias antes de la Misa del
Gallo, fue nombrada Patrimonio Cultural Inmaterial de la humanidad por la
UNESCO en el año 2010
“El
día del Juicio Final Dios dará lo justo a cada uno”. Este es el mensaje con el
que empieza “El Canto de la Sibil·la”, una representación litúrgica que se
lleva a cabo durante la llamada “Nit de Nadal” del 24 de diciembre, antes de la
Misa del Gallo, en muchas iglesias de Mallorca, Cataluña y Valencia.
Tradicional
del sur de Europa, se trata de una profecía sobre el fin del mundo y el
advenimiento de Cristo en formato poético al son de la melodía gregoriana más
arcaica del viejo continente y puesta en boca de la Sibil·la Eritrea.
¿En qué consiste?
La
representación empieza con la entrada en la iglesia del personaje de la
Sibil·la, que suele ser un niño cantor o niña cantora, aunque también la
interpreta una mujer. La acompañan uno o dos monaguillos. Las estrofas se
entonan con una sola voz. “La Sibil·la explica cantando y nosotros la
acompañamos”, detalla Jorquera. Sin embargo, entre estrofa y estrofa, en
ocasiones, se introduce el órgano. “En nuestra representación somos unas
cuarenta personas, entre cantadores, intérpretes, los organistas de la basílica
y músicos tocando instrumentos tradicionales”, señala el director de Sinera.
La
indumentaria de la Sibil·la es una túnica blanca o de color con una capa
bordada. La cabeza se cubre con un sombrero del mismo color que la túnica y,
durante el canto, el intérprete sujeta una espada situada delante de la cara.
Al final, forma una cruz al aire con la espada.
“Al
ser una representación, requiere una preparación intensa”, explica Jorquera. No
se trata solo de cantar, el hecho teatral conlleva la puesta en escena,
iluminación, y una coordinación que debe estar muy programada. Sin embargo,
“para nosotros es un lujo y un privilegio interpretar una pieza que es
Patrimonio Mundial de la Humanidad en un lugar que emite tantas sensaciones
como Santa María del Mar”, subraya el subdirector.
Los orígenes
Y
es que los orígenes de esta representación se remontan a la antigua Grecia. Fue
San Agustín quién, en el siglo V, introdujo la Sibil·la en la tradición
cristiana. En La ciudad de Dios se cuenta que San Agustín disertaba sobre
Cristo con el precónsul Flaciano, quién le mostró un códice escrito en griego
que tenía copiados una composición acróstica de la pitonisa que formaba la
frase “Iesus Chistus, Dei filius, Salutator”. La traducción latina de
estos versos se incluyó en su obra y, en la Edad Media, pasó a formar parte de
la liturgia cristiana. Es alrededor de los siglos IX-X que aparece como pieza
musical con estribillo en un manuscrito de la abadía de San Marcial de Limoges.
En
1545, durante el Concilio de Trento se prohibió igual que todas las
manifestaciones en las celebraciones litúrgicas. Sin embargo, se siguió
representando en las iglesias de Mallorca y de la localidad de l’Alguer
(Cerdeña). Así, ha llegado a nuestros días tras generaciones y generaciones.
Actualmente se puede presenciar en ciudades como Gandía, Terrassa, Ontinyent,
Puigcerdà, Barcelona, Sant Cugat del Vallès o la Seu d’Urgell. De hecho,
algunas de estas iglesias disponen de sus propios textos sobre las
celebraciones.
Según
Toni Jorquera, “los distintos coros adaptamos las representaciones al espacio
de que disponemos”. De hecho, en Santa María del Mar, hace un tiempo que
representan la Sibil·la también en Pascua. “Año a año la intentamos mantener
con más fuerza y mejor”, sentencia.
Miriam
Díez Bosch
Fuente:
Aleteia
