En su discurso ante las autoridades del país, el Papa instó a
los gobernantes a respetar a cada grupo étnico, sin excluir a nadie, como base
para la paz, y les indicó que las religiones no pueden ser fuente de división
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El Papa pronunciando su discurso
ante las
autoridades de Myanmar
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En el primer discurso frente a Aung
San Suu Kyi y a las autoridades del país, Francisco no pronuncia la palabra con
las que se llama al grupo étnico de religión musulmana; expresó su deseo de una
paz basada en el «estado de derecho» y un orden democrático que permita a
todos, sin excluir a nadie, «ofrecer su legítima contribución al bien común»
No
pronunció nunca la palabra “Rohinyá”, el grupo étnico de religión musulmana que
vive en Myanmar y que ha sido objeto de
discriminaciones y persecución. Pero la alusión en sus palabras fue muy clara.
El Papa Francisco habló frente a las autoridades de Myanmar en
el gran auditorio del International Convention Centre, en la nueva
capital del país, Nay Pyi Taw.
Lo
estaban escuchando la Consejera de Estado y Premio Nobel de la Paz Aung
San Suu Kyi, los miembros del gobierno de Myanmar y el cuerpo diplomático. La
Iglesia católica local le pidió al Pontífice que no nombrara a los Rohinyá en
su discurso, para no provocar nuevas reacciones violentas en un país con
una democracia todavía frágil, en la que los militares todavía tienen
una gran influencia. Francisco aceptó la petición, pero no renunció
a un claro y firme llamado en defensa de las minorías.
La
Consejera de Estado y Premio Nobel de la Paz, Aung San Suu Kyi, pronunció un discurso antes de que el Papa tomara la
palabra: «Entre todos los desafíos que nuestro gobierno está afrontando, la
situación en el Estado de Rakhine –afirmó, refiriéndose a la situación
de la minoría de los Rohinyá– ha capturado con fuerza la atención del
mundo.
Mientras
afrontamos cuestiones de vieja data a nivel social, económico y político, que
han afectado la confianza y la comprensión, la armonía y la cooperación entre
las diferentes comunidades de Rakhine , el apoyo de nuestro pueblo y de los
buenos amigos que desean solamente ver que lo lograremos con nuestros
esfuerzos, ha sido inestimable. Su Santidad, los dones de compasión y de
aliento que nos trae serán preciosos, mientras atesoramos sus palabras en el
mensaje en ocasión de la 50° Jornada Mundial de la Paz, del primero de
enero de 2017».
En
su discurso el Papa Bergoglio afirmó: «Quisiera también que mi visita
pudiera abrazar a la población entera de Myanmar y ofrecer una palabra de
aliento a todos los que están trabajando para construir un orden social justo,
reconciliado e incluyente». Entonces, después de haber citado la belleza y
los recursos naturales del país, recordó que su pueblo «ha sufrido mucho y
todavía sufre, debido a conflictos internos y hostilidades que han durado
demasiado tiempo y que han creado profundas divisiones».
La
nación, observó Francisco, «ahora está empeñada» en retomar «la paz», y, por lo
tanto «la curación de estas heridas se impone como una prioridad política y
espiritual fundamental». El Papa se refirió
a los esfuerzos del gobierno y de la Conferencia de Paz de Panglong,
que reúne a los representantes de los diferentes grupos que tratan de «poner
fin a la violencia, construir la confianza y garantizar el respeto de los
derechos de todos los que consideran esta tierra su casa».
Después
recordó que la paz y la reconciliación solo pueden avanzar «mediante el
compromiso por la justicia y el respeto de los derechos humanos», y que los
conflictos deben ser resueltos con el diálogo «y no con el uso de la fuerza».
«El futuro de Myanmar –añadió el Papa– debe ser la paz, una paz basada en el
respeto de la dignidad y de los derechos de cada miembro de la
sociedad, en el respeto de cada grupo étnico y de su identidad, en el respeto
del estado de derecho y de un orden democrático que permita a cada individuo y
a cada grupo (ninguno excluido) ofrecer su legítima contribución al bien
común».
Según
las Naciones Unidas, los Rohinyá, grupo étnico de religión islámica que vive en
Myanmar son una de las minorías religiosas más perseguidas en el mundo: 600.000 de ellos tuvieron que huir del estado de
Rakhine al vecino Bangladesh, y en los próximos días, durante una de las citas
programadas en la segunda etapa del viaje asiático, Francisco se reunirá con
una delegación. Pero en Myanmar viven también 400.000 desplazados internos que
pertenecen a las etnias Kachin, Karen, Chin, e Shan; aunque los circuitos de
los medios de comunicación internacionales no se fijen demasiado en ellos,
también sufren discriminaciones y viven en situaciones de tensión con el
ejército. Los 120.000 desplazados Kachin son principalmente cristianos y se encuentran
en campos para prófugos desde hace más de 6 años.
«Las
diferencias religiosas –explicó Bergoglio hablando a las autoridades de
Myanmar– no deben ser fuente de división y desconfianza, sino más bien una
fuerza para la unidad, para el perdón, para la tolerancia y para la sabia
construcción del país. Las religiones pueden desempeñar un papel
significativo en curar las heridas emotivas, espirituales y psicológicas de
todos los que han sufrido en los años de conflicto». Pero, a pesar de las
discriminaciones y las persecuciones por parte de los nacionalistas budistas
contra esta minoría musulmana, también hay signos positivos. Según el Papa «es
un gran signo de esperanza que los líderes de las diferentes tradiciones
religiosas de este país se estén comprometiendo en trabajar juntos, con
espíritu de armonía y respeto recíproco, por la paz, para socorrer a los pobres
y para educar a los auténticos valores religiosos y humanos».
Para
concluir, Francisco recordó la importancia de la formación de los jóvenes, «no
solo en los sectores técnicos, sino, sobre todo, en los valores éticos de
honestidad, integridad y solidaridad humana, que pueden garantizar la
consolidación de la democracia y del crecimiento de la unidad y de la paz a
todos los niveles de la sociedad». Y la «justicia intergeneracional» exige
también que las generaciones futuras «puedan heredar un ambiente natural
incontaminado por la avidez y el saqueo humano».
El
primer día de citas públicas en Myanmar, para el Papa que llegó ayer a la que
hasta 2015 era la capital, Rangún, comenzó en el Palacio presidencial de Nay
Pyi Taw, un enorme complejo construido hace doce años, durante el pasaje a la
nueva capital. Se trata de una verdadera fortaleza con muros blancos
neoclásicos y rodeada por un foso que se atraviesa gracias a una serie de
puentes separados unos de otros para que sea más seguro en el caso de que se
verifiquen ataques. Una imagen que describe más que mil palabras la fragilidad
de la nueva democracia birmana.
Primero
Francisco fue recibido por el presidente de la República de la Unión de
Myanmar, Htin Kyaw, hijo de un conocido poeta; después, en la sala del cuerpo
diplomático, se encontró con la Consejera de Estado y ministro del Exterior
Aung San Suu Kyi, fundadora de la Liga Nacional para la Democracia, inspirada
en la no-violencia de Gandhi, y
que vivió condenada al arresto domiciliario durante quince años por el régimen
militar.
ANDREA TORNIELLI
ENVIADO A NAY PYI TAW (MYANMAR)
Fuente:
Vatican Insider