La
reconciliación, después de más de medio siglo de violencia, pasa a través de
leyes justas, participación, inclusión y lucha contra la pobreza. No a
venganzas ni intereses particulares. El llamado a las familias de la oligarquía
que gobierna el país
«Que
este esfuerzo nos haga huir de toda tentación de venganza y búsqueda de
intereses sólo particulares y a corto plazo». El Papa Francisco pronunció su
primer discurso oficial público en Colombia, frente a las autoridades políticas
y a los representantes de la sociedad civil, reunidos en la Plaza de Armas del
Palacio presidencial de Bogotá.
Y a pesar de usar un lenguaje abierto y
comprensivo, no se dejó instrumentalizar por las facciones contrapuestas que
están polarizando el país; llamó claramente a las élites que gobiernan Colombia
a sus responsabilidades, pidiendo leyes justas, inclusión y lucha contra la
pobreza.
Francisco,
el tercer Papa que visita Colombia, después de Pablo VI (1968) y Juan Pablo II
(1986), llegó para ayudar a que se prosiga con el proceso de paz emprendido y
que todavía es muy frágil, puesto que los acuerdos entre el gobierno del
presidente Manuel Santos (Premio Nobel de la Paz que está por concluir su
mandato) y los guerrilleros de las FARC fueron reprobados con un referéndum popular.
El país está viviendo grandes tensiones entre la mayoría y la oposición, hay
muchas incógnitas sobre el futuro y como telón de fondo se puede ver sin
dificultades la contraposición entre las pocas familias (unas 300) que
gobiernan Colombia desde hace 70 años y el resto de la población, mitad de la
cual vive bajo el umbral de la pobreza.
A
su llegada, el pequeño coche papal fue escoltado por guardias a caballo y
después de una ceremonia con himnos (una de las más largas que se recuerden),
el Papa al lado del presidente y su esposa vestida de blanco entraron a la
Plaza de Armas. Allí, y también es una novedad para estos encuentros
protocolarios con las autoridades institucionales, Francisco fue rodeado por
algunos niños y chicos discapacitados. Los abrazó y se detuvo a saludarlos, de
la misma manera que abrazó a decenas de niños y niñas que detrás del palco
acompañaban la ceremonia, agitando pañuelos blancos.
En
su discurso de saludo, el Presidente afirmó: «Gracias por haber venido a
acompañarnos en este momento único de la historia de nuestro país…. Para
invitarnos a ser defensores de la vida y operadores de paz». Santos reivindicó
que «Colombia es el único país del mundo en el que hoy las armas se convierten
en palabras, se han evitado miles de víctimas. Pero nos falta el paso hacia la
reconciliación, no sirve a nada silenciar los fusiles si estamos armados en
nuestros corazones, si nos vemos unos a otros como enemigos. Necesitamos vencer
el odio, ser capaces de perdonar y de pedir perdón. Confiamos en que su visita
abra la mente y el corazón de los colombianos a la paz, que es un don de Dios.
Queremos reconciliarnos y aceptar al otro no como un peso, sino como un
don».
El
Papa vino a hablar sobre la paz y sobre la reconciliación, pero no para apoyar
explícitamente el acuerdo que todavía causa controversia. Durante el encuentro
con los políticos, el Pontífice argentino no dejó de indicar qué es lo que
Colombia necesita.
Después
referirse al «don de la fe, que tan fuertemente arraigó en estas tierras, y la
esperanza que palpita en el corazón de todos», Bergoglio recordó que Colombia
es una «nación bendita», debido a su naturaleza extraordinaria (es el segundo
país del mundo por biodiversidad), su cultura y la riqueza de «la calidad
humana de sus gentes». Francisco también expresó su «aprecio por los esfuerzos
que se hacen, a lo largo de las últimas décadas, para poner fin a la violencia
armada y encontrar caminos de reconciliación».
También se refirió
implícitamente a los acuerdos de 2016, al afirmar que «en el último año
ciertamente se ha avanzado de modo particular; los pasos dados hacen crecer la
esperanza, en la convicción de que la búsqueda de la paz es un trabajo siempre
abierto, una tarea que no da tregua y que exige el compromiso de todos».
Después explicó que este trabajo «nos pide no decaer en el esfuerzo por
construir la unidad de la nación y, a pesar de los obstáculos, diferencias y
distintos enfoques sobre la manera de lograr la convivencia pacífica, persistir
en la lucha por favorecer la «cultura del encuentro» que exige colocar en el
centro de toda acción política, social y económica, a la persona humana, su
altísima dignidad, y el respeto por el bien común».
«Que
este esfuerzo —añadió Francisco— nos haga huir de toda tentación de venganza y
búsqueda de intereses sólo particulares y a corto plazo. Cuanto más difícil es
el camino que conduce a la paz y al entendimiento, más empeño hemos de poner en
reconocer al otro, en sanar las heridas y construir puentes, en estrechar lazos
y ayudarnos mutuamente». Se pueden fácilmente interpretar tras estas palabras,
a contraluz, tanto el riesgo siempre presente de que la violencia no acabe como
la invitación a las fuerzas políticas a pensar verdaderamente en el bien del
país y a salir de ópticas mesiánicas o de parte.
El Papa citó el lema de
Colombia: «Libertad y Orden», y recordó que «los ciudadanos deben ser valorados
en su libertad y protegidos por un orden estable. No es la ley del más fuerte,
sino la fuerza de la ley, la que es aprobada por todos, quien rige la
convivencia pacífica». Es por ello, pues, que se requieren « leyes justas que
puedan garantizar esa armonía y ayudar a superar los conflictos que han
desgarrado esta Nación por décadas; leyes que no nacen de la exigencia
pragmática de ordenar la sociedad sino del deseo de resolver las causas
estructurales de la pobreza que generan exclusión y violencia... Sólo así se
sana de una enfermedad que vuelve frágil e indigna a la sociedad y la deja
siempre a las puertas de nuevas crisis. No olvidemos que la iniquidad es la
raíz de los males sociales».
Francisco
invitó a los políticos a dirigir sus miradas hacia «todos aquellos que hoy son
excluidos y marginados por la sociedad, aquellos que no cuentan para la mayoría
y son postergados y arrinconados. Todos somos necesarios para crear y formar la
sociedad. Ésta no se hace sólo con algunos de “pura sangre”, sino con todos. Y
aquí radica la grandeza y belleza de un país, en que todos tienen cabida y
todos son importantes». Una invitación a posar los ojos «en los más débiles, en
los que son explotados y maltratados, aquellos que no tienen voz porque se les
ha privado de ella o no se les ha dado, o no se le reconoce». «Les pido
—exhortó— que escuchen a los pobres, a los que sufren. Mírenlos a los ojos y
déjense interrogar en todo momento por sus rostros surcados de dolor y sus
manos suplicantes».
Después,
el Papa invitó también a no olvidar a las mujeres, «su aporte, su talento, su
ser “madre” en las múltiples tareas». Recordando que la misión de la Iglesia
comprometida con la paz y la construcción del bien común, Francisco citó «el
respeto sagrado a la vida humana, sobre todo la más débil e indefensa, es una
piedra angular en la construcción de una sociedad libre de violencias». También
se refirió a la «importancia social de la familia».
Para
concluir, el Papa Francisco citó al «gran compatriota» Gabriel García Márquez
para referirse al valor y la fuerza de la vida. Es posible, afirmó el escritor
cuando recibió el Premio Nobel de Literatura en 1982, «una nueva y arrasadora
utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir,
donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las
estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una
segunda oportunidad sobre la tierra». «Es mucho el tiempo pasado —concluyó el
Papa— en el odio y la venganza... la soledad de estar siempre enfrentados ya se
cuenta por décadas y huele a cien años; no queremos que cualquier tipo de
violencia restrinja o anule ni una vida más. Y quise venir hasta aquí para
decirles que no están solos, que somos muchos los que queremos acompañarlos en
este paso; este viaje quiere ser un aliciente para ustedes, un aporte que en
algo allane el camino hacia la reconciliación y la paz».
ANDREA TORNIELLI
ENVIADO
A BOGOTÁ
Fuente:
Vatican Insider