El cardenal Re
confirmó la existencia de los dos documentos. Montini temía perder habilidades
por un largo periodo. Don Malnati, colaborador del secretario del Papa: «Macchi
se lo dijo a Ratzinger, quien comentó: “sabia decisión”»
Pablo
VI, pensando en la posibilidad de perder habilidades durante un largo periodo y
en el peligro de paralizar el gobierno de la Iglesia, preparó dos cartas
autógrafas de renuncia. Lo confirmó el cardenal Giovanni Battista Re, Prefecto
emérito de la Congregación de los Obispos y Subdecano del colegio cardenalicio,
quien fue estrecho colaborador del Papa Wojtyla.
El purpurado italiano concedió
una entrevista a la revista de Bérgamo «Araberara» en la que explicó que las
dos cartas «me las enseñó Juan Pablo II».
En
una conversación telefónica con «La Stampa», el cardenal Re añadió: «Eran dos
cartas escritas a mano, no recuerdo exactamente la fecha, pero no se trataba
del último periodo de vida del Papa Montini. Me parece que eran de finales de
los años sesenta o de 1970. Pablo VI estaba preocupado por una posible futura
inhabilidad, de un grave impedimento que no le permitiera desempeñar su
ministerio —continuó el purpurado—, y por esto quiso cautelarse».
Estamos
aquí frente a un caso histórico muy diferente del de la renuncia por ancianidad
o porque faltan las fuerzas, como sucedió por primera vez en la historia de la
Iglesia en febrero de 2013 con el gesto de Benedicto XVI. Desde la Edad Media,
Bonifaz VIII, sucesor de Celestino V que renunció, racionalizó la dimisión con
un decreto especial. La renuncia del Pontífice después entró al Código de
Derecho Canónico en 1917 y continúa en el Código vigente, de 1983.
La
hipótesis de Montini se relacionaba con un problema diferente: ¿qué hay que
hacer si el Papa se enferma y permanece durante un largo periodo inconsciente o
afectado por una enfermedad que disminuye sus capacidades mentales? Hay que
recordar que Pablo VI en noviembre de 1967 fue sometido a una cirugía de
próstata bajo anestesia total. La operación no se llevó a cabo en el hospital,
sino en una quirófano improvisado en el aposento papal: ¿qué habría sucedido
si, por ejemplo, no se hubiera despertado y hubiera permanecido en coma durante
un periodo largo? Para tratar de resolver el dilema, frente a la mayor
longevidad de las personas debido a los descubrimientos de la medicina, el Papa
decidió cautelarse con dos declaraciones autógrafas, que debían salir a la luz
solamente si ya no hubiera sido capaz de hacer presente su voluntad (cosa que
hizo claramente Benedicto XVI en 2013, con pleno dominio de sus facultades y de
su libertad para decidir, por lo que ambos casos no pueden ser
comparables).
La
de Montini fue una decisión que seguía la huella de Pontificados anteriores:
Pío XI meditó sobre la posibilidad de abandonar su ministerio en caso de
enfermedad, mientras que Pío XII predispuso algo semejante en caso de
deportación por parte de los nazis: «Si me secuestran, tendrán al cardenal
Pacelli, no al Papa».
Con
la carta dirigida a los purpurinos del Colegio cardenalicio, Pablo VI anunció,
pues, su renuncia. Con la segunda carta, dirigida, según nos explicó el
cardenal Re, al «Secretario de Estado “pro tempore”, es decir a su principal
colaborador en ese momento, sin indicar el nombre», el Pontífice le encargaba
que insistiera en el Colegio cardenalicio para que aceptara su renuncia.
Ya
no se trataba de la época de los Papas secuestrados o deportados (Pío VI en
1799 fue el último que murió en el exilio, prisionero de Napoleón, en
Valence-sur-Rhône, pero también su sucesor, Pío VII, estuvo en manos del
emperador francés), y tampoco era la época en la que los dictadores amenazaban
Roma, como hizo Hitler. Los motivos eran diferentes, temía caer en una
enfermedad que no le permitiera manifestar libremente su decisión de abandonar
el ministerio. «Le preocupaba —contó el jesuita Paolo Dezza, confesor del Papa
Montini— pensar en una enfermedad que lo dejara sin habilidad para el trabajo,
por el daño que se habría hecho a la Iglesia».
Las
cartas deberían encontrarse en el archivo de la Secretaría de Estado, pero el
secretario particular de Pablo VI, Pasquale Macchi, que falleció en 2006, se
quedó con una copia. Es también significativo que Juan Pablo II le haya
enseñado estos documentos al cardenal Re, pues el Papa polaco sufrió el
Parkinson y, con la degeneración de su salud, tomó en consideración también la
posibilidad de renunciar.
Monseñor
Ettore Malnati (párroco y vicario para la cultura de la diócesis de Trieste,
además de amigo de don Pasquale Macchi, el secretario particular del Papa
Montini) confirmó la existencia de los dos documentos y el hecho de que su
contenido llegara a conocimiento del entonces cardenal Joseph Ratzinger.
«Recuerdo que monseñor Macchi una vez también me enseñó las cartas con la
renuncia preventiva de Pablo VI, en caso de inhabilidad —nos dijo Malnati. Y
una vez habló de ellas en presencia del cardenal Joseph Ratzinger».
«Si
no me equivoco con las fechas —continuó el prelado—, era octubre de 2003, y con
monseñor Macchi me encontraba en la Plaza San Pedro para participar en el
Ángelus recitado por san Juan Pablo II. En esa ocasión, el Papa anunció el
nombramiento de un consistente número de nuevos cardenales, entre los que había
dos lombardos, el Patriarca de Venecia, Angelo Scola, y el presidente de la
Apsa, Attilio Nicora. Cerca de nosotros, en la plaza, también estaba escuchando
el anuncio del nuevo Consistorio el cardenal Joseph Ratzinger, en esa época
Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe».
«Recuerdo
que después del Ángelus, en compañía de monseñor Macchi —explicó Malnati—,
acompañamos al cardenal Ratzinger hacia su habitación en la Plaza de la Ciudad
Leonina. Fue durante ese trayecto cuando Macchi le habló al futuro Papa sobre
la decisión de Pablo VI y sobre las cartas de renuncia que había preparado en
caso de una grave enfermedad y de un impedimento largo».
El
vicario para la cultura de la diócesis de Trieste también describió cuál fue la
reacción del futuro Papa: «Recuerdo que el cardenal Ratzinger dijo algo como:
“Esta es una cosa muy sabia, que cada Papa debería hacer”. Era evidente la
preocupación de Pablo VI: temía que la pérdida de la lucidez o que alguna
enfermedad le impidieran desempeñar como debía su ministerio, y temía que la
misma enfermedad, una vez manifestada, le impidiera expresar su libre voluntad
de renuncia.
Las cartas, cuya existencia fue confirmada también por el cardenal
Giovanni Battista Re, debían servir precisamente para obviar este hipotético
“impasse”. Como sabemos, no fue necesario, porque el Papa Montini permaneció en
su puesto hasta el final de sus días. No es ningún misterio que también Juan
Pablo II y algunos de sus más estrechos colaboradores hayan reflexionado sobre
la posibilidad de que se retirara mientras iba degenerando su enfermedad. Por
este motivo ya se hablaba de ello en 2003. Como se sabe, el Papa después
decidió seguir adelante».
ANDREA
TORNIELLI
CIUDAD
DEL VATICANO
Fuente:
Vatican Insider