...Él mismo lo lleve a
término
Hola,
buenos días, hoy Israel nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Soy
hija de mi época. Y, como tal, he heredado algunos de los problemas de esta
generación. Uno de ellos es que no sabemos hacer nada de forma voluntariosa,
más bien nos dejamos llevar por la pereza hasta que llega alguna actividad lo
suficientemente entretenida como para movernos.
Aunque,
por supuesto, no se puede generalizar, esa herencia generacional siempre estuvo
muy presente en mí.
Cuando
me encontré con Cristo, y después, cuando entré en el monasterio, esto fue
girando, porque me encontré con la mayor aventura de mi vida: Cristo. Si le das
la mano, no te deja acomodarte pero, a cambio, te hace plenamente feliz.
Ayer
mismo salía de la oración de la mañana muy contenta, dispuesta a realizar un
montón de tareas que tenía en mente. Y, con mucha ilusión, comencé por la
primera: limpieza de locutorios. Es una tarea muy bonita, porque el locutorio
es la "ventana" del monasterio, y por ello, mientas limpio, aprovecho
para orar por todas las personas que pasan por allí. Además, estoy un ratito
con María, Madre de la Gracia, que preside la sala y que cuida cada visita...
Sin
embargo, al rato, cuando ya las fuerzas empezaban a flaquear, me surgió la idea
de cambiar de actividad, ponerme a hacer otra de las tareas (que se presentaban
muy golosas), dejando ésta a medias.
Como
ya me conozco, no me hice caso, sabiendo que la siguiente tarea la comenzaría
con la misma ilusión, pero, al poco, me volvería a suceder lo mismo.
En
ese momento caí en la cuenta de que esto es una debilidad, y el Señor me regala
experimentar que yo sola nunca terminaría las tareas. Me hizo consciente de que
Él estaba conmigo, y que aquello lo estábamos haciendo juntos. El resto del
tiempo se me pasó volando, y, al terminar, sentí una gran alegría por haber
entendido un poco más esto.
Veía
a tantas personas que se enfrentan a la enfermedad y comienzan con un deseo muy
grande de luchar por la vida, pero que muy pronto se descubren débiles y sin
fuerza en sí mismos; o también a cada uno de nosotros, que a lo largo del día
nos topamos en múltiples momentos con nuestra fragilidad... En realidad esto es
un regalo, porque sentir la debilidad en uno mismo nos reaviva la necesidad que
tenemos de Cristo.
Sería
incomprensible que el Señor nos pidiera algo, cualquier cosa, por más pequeña o
grande que fuera, sin habernos dado antes la Gracia de su presencia para
emprenderla y llegar con Él hasta el final.
Hoy
el reto del Amor es completar hasta el final la tarea que tienes entre manos.
Todo cambia cuando descubres que es Él quien lo hace en ti, que en tu debilidad
Cristo será tu fortaleza. Y te verás haciendo cosas que sabes que nunca habrías
podido hacer... de no ser porque es Él quien lo hace en ti.
VIVE
DE CRISTO
Fuente: Dominicas de Lerma
