“No hay que temer al sufrimiento”, afirmó. “Dios
siempre nos concede la fuerza y el valor necesarios”
Algunos santos habrían tenido una vida
absolutamente común de no haber vivido en tiempos extraordinarios. Este fue el
caso de la beata Zdenka Schelingová, una buena hermana que se vio forzada a la
grandeza por las circunstancias de su vida.
Cecilia (su nombre bautismal) y
sus 9 hermanos nacieron en una gran familia croata en 1916 y aprendieron a amar
al Señor según el ejemplo de sus padres.
Cuando tenía 12 años, las
Hermanas de la Caridad de la Santa Cruz fueron a enseñar a su escuela y Cecilia
quedó embelesada con ellas. Acompañada por su madre, viajó hasta el convento
para solicitar su admisión, pero le dijeron que primero debía terminar sus
estudios de enfermería y radiología. Durante casi cinco años
eso fue lo que hizo Cecilia, hasta que por fin admitieron su ingreso en 1936.
Al año siguiente, tomó el nombre de sor Zdenka.
Desde ese momento, la vida de
sor Zdenka prosiguió como cabía esperar. Pasó el noviciado, pronunció sus votos
y empezó a trabajar en el departamento de radiología del hospital donde servía
la comunidad.
Pero la
grandeza no llega de repente, sino que se construye durante años de obediencia,
sacrificio y oración. Durante 15 años, sor Zdenka vivió
una vida devota a Cristo y a Su pueblo, diciendo: “En mi servicio en el hospital voy del altar
de Dios al altar de mi trabajo”.
Estos años de fidelidad
ordinaria fueron los que prepararon a sor Zdenka para los desafíos venideros.
Durante su vida, su patria estuvo llena de agitación. Cuando los comunistas
vencieron a los nazis, la situación de la Iglesia fue de mal en peor. Las
órdenes religiosas fueron disueltas, los sacerdotes huyeron del país y aquellos
que les ayudaban a huir eran condenados por traición.
Un sacerdote condenado a Siberia
La Iglesia pidió a los sacerdotes y
religiosos que no se resistieran a las restricciones impuestas por el gobierno
comunista. Siempre obediente, sor Zdenka hizo lo que le mandaron; hasta que
llegó un día en que la conformidad tendría el precio de la vida de un hombre.
En aquel momento, sus años de fe y lealtad fructificaron en heroísmo.
Un
sacerdote condenado fue llevado al hospital donde trabajaba sor Zdenka; al escuchar que su destino era Siberia y
la muerte, la religiosa deslizó somníferos en el té del
vigilante, sacó clandestinamente al sacerdote del hospital y lo
condujo a un lugar seguro, guiado por unos contactos de ella que le ayudarían a
cruzar la frontera con Austria.
Inmediatamente después, sor
Zdenka fue a la capilla, se arrodilló ante el Santo Sacramento y rezó: “Jesús,
te ofrezco mi vida a cambio de la suya. ¡Sálvale!”.
Torturas
Parece que su sacrificio fue aceptado;
pocos días más tarde, sor Zdenka trató de sacar clandestinamente del país a
tres sacerdotes y tres seminaristas, cuando fue descubierta, arrestada y
llevada a prisión.
La sentenciaron a 12 años y
habitualmente era torturada por sus guardas, que trataban de obligarla a
convertirse en espía para ellos o a confesar los nombres de sus cómplices. Fue
estrangulada, apaleada y recluida en régimen de aislamiento.
Le
dieron patadas repetidamente en el pecho derecho, que quedó desgarrado y donde más tarde
desarrolló un cáncer. Le practicaron una mastectomía parcial sin
anestesia en un hospital penitenciario.
Y aun así, con todo este
sufrimiento, sor Zdenka conservó la esperanza. “No hay que temer al
sufrimiento”, afirmó, “Dios siempre nos concede la fuerza y el
valor necesarios”. Trasladada de una prisión fría y mugrienta a
otra, pronto quedó claro que su salud se degradaba rápidamente. En vez de
permitirle morir en prisión y que ejerciera de mártir para los demás, los
agentes la liberaron.
Sin embargo, el sufrimiento de sor Zdenka
no terminó al salir de prisión. Ya había sabido que sus compañeras religiosas
consideraron sus intentos por salvar las vidas de sacerdotes como actos de
desobediencia; las hermanas habían recibido la orden de no resistirse y sor
Zdenka había sido calumniada como renegada.
Un último tramo de dolor: la
incomprensión
Dudosa
sobre el tipo de bienvenida que recibiría, sor Zdenka se dirigió al hospital
donde había trabajado en Bratislava. Pidió que la admitieran, pero le dijeron
que la
superiora temía la reacción de la policía de aceptar a una
convicta entre ellos. Su convento dijo lo mismo, de modo que esta
esposa de Cristo que había ofrecido toda su vida al Señor se veía sin techo y
moribunda, abandonada por ser fiel a las leyes de Dios.
Finalmente, sor Zdenka encontró
refugio con su amiga Apolonia. Solo una semana más tarde, era llevada a un
hospital, donde falleció a la edad de 38 años. Antes de su muerte, miró a su amiga
Apolonia y le dijo: “El perdón es lo más grande de esta vida”.
Más tarde, sor Zdenka fue
perdonada por las autoridades y declarada mártir por la Iglesia. Pero este
martirio solo fue posible gracias a su voluntad para hacer pequeños sacrificios
y ser obediente en las pequeñas cosas.
El
31 de julio, día de
la beata Zdenka Schelingová, pidamos su intercesión para que vivamos vidas
santas ordinarias como preparación para la vocación que podríamos escuchar
algún día para hacer algo extraordinario. Beata Zdenka Schelingová, ¡reza por
nosotros!
Meg
Hunter-Kilmer
Fuente: Aleteia