Confesiones de una popular presentadora de
televisión que se ha encontrado con Jesucristo
Éxito total como presentadora
de televisión, y caída en el pozo de la bulimia y de la desesperación hasta
descubrir a Cristo. Escuchar a Pilar Soto es toda una experiencia. Debería
haber ensayado muchas horas de teatro para simular que se ha enamorado de
Jesús. Juzguen ustedes mismos:
El pilar de tu vida…
ha cambiado, y no lo vas a sustituir.
La locura del
Evangelio (soy franciscana seglar, terciaria)
no es una cosa de una noche. Yo tuve una experiencia más allá de la muerte. Hay
gente que ha visto pasillos, se han hecho muchas películas, pero yo me encontré
con Cristo muerto en la cruz. Fue brutal. Me conmovió. Me
habló.
Estuve tres años de
discernimiento. Tres años. Me negaba a salir ante a una cámara. Y desde aquel
momento, sólo Cristo. Cristo, Cristo, Cristo.
¿No sabías nada de nada de la religión?
Le preguntaba a una
clarisa ¿esto qué es? Una tau. Yo no
sabía nada de religión. Entré en una misa franciscana un 11 de
agosto, en san Antonio del Retiro en Madrid. Mi padre murió un 10 de agosto. Decidí
ir a una misa para contactar con mi padre. Era injusta su muerte.
Una chica mexicana te acerca a la fe, pero tú no te enterabas de
nada, ¿no es así?
En la residencia en
la que vivía, la única chica que me trataba bien, una mexicana, Cynthia, me
lleva a san Antonio, en el barrio de Salamanca. Allí pasó algo.
En este libro que he
escrito ahora (Conversión) hay 10
años de golpes, más de 30 santuarios, enfermedades, la locura del Evangelio está
afianzada.
Esa niña que pregunta ¿esto que es? ante una Tau franciscana,
acaba con votos perpetuos…
Soy franciscana
seglar, al cabo de un año de mi conversión me metí en la facultad de teología
en San Dámaso (Madrid). Desde pequeñita me caracteriza una inquietud brutal por
el conocimiento.
Ahora estás muy entusiasmada con Jesús. ¿Se te pasará?
No se me va a pasar.
Yo digo que Jesús es mi novio, vivo en castidad.
Un día estoy en el
altar en misa, tengo unos momentos místicos muy fuertes, el padre Emilio en la
misa a la que asisto regularmente un día me vio desfigurada y me dice ¿qué ha
pasado en esa consagración hoy?
Y le respondí: Es
que cómo
no me voy a poner pudorosa y nerviosa, ¿cómo se siente una
monjita ante su prometido? Es que no es mi novio, es mi prometido. Es la
promesa hecha carne, me lo ha prometido a mí y a todos, que va a volver, no
solamente da su sangre y nos dice “alegraos porque me vaya, os voy a mandar el
Paráclito”… Todo es bueno que suceda, inmenso.
Pilar, estás llorando.
Es que lo que yo
estoy viviendo… esa búsqueda, es inmenso, no tengo palabras…
¿Este impulso a qué te lleva?
En mi libro hay
momentos muy místicos y graciosos también. Yo no me puedo quedar esto para mí. En
Turín vi la Sindone y pedí a un señor que vendía réplicas: ¿cuánto cuesta? Y me
responde: “tanto”. Y le digo: “¿Y si me llevo 20?”.
O sea, que te fuiste de Turín con 20 réplicas de la Sábana Santa.
Es que no me puedo
quedar esto para mí! Tengo un don para escribir, para el arte, para comunicar.
¿Y en Tierra Santa, donde vas sabiendo que tienes un tumor, qué
ocurre?
Tierra Santa es el
momento en el que me voy con un tumor, sin saber todavía su
naturaleza, y en el que me dicen que tengo que operarme. Sabía
que si hay que pedir un milagro, en el mundo no hay mejor sitio posible, y para
morir también.
En Petra, en la
frontera, a menos diez grados bajo cero tuvieron que ingresarme, sentí que tenía
que contarlo todo.
El Señor se muestra
cercano pero es muy cuco, me quiere fuera, yo no quiero escribir, ni salir en
los medios, me ha costado mucho ceder. Pero él insiste. Y el libro lo tiro por
la ventana, tenía puntos internos, 192 páginas, 10 años durísimos, 8 países, 12
ciudades, fue tal el desgaste, que estuve luchando con medicación durísima,
intento buscar trabajo, nada… y yo le decía: Señor, ¡me estás obligando a escribir!
Y salió este libro, Conversión.
En el libro cuento
muchas cosas. En Guadalupe también está todo muy documentado, andaba yo en busca
de la verdad, yo no sabía nada de la religión católica y descubrí a Dios. Y a
los santos.
He vivido 3 años en
Londres, 1 en México, 8 meses en República Dominicana… he trabajado con judíos,
ateo, no practicantes. Pero nada de religión. Nada. Ni católicos. ¿Religión?
Cero.
No tengo la grandeza de un santo, pero sí esa pasión desmesurada.
El Señor me sacó de un plató de televisión para darme la vista que yo no tenía. Llevaba toda mi vida,
Señor, negándote, toda mi vida ciega.
Y ahora no puedes vivir sin rezar.
Yo soy artista, yo
no sé vivir sin arte, es una vocación muy grande, la mía. Hoy confío plenamente
en Él. Todas las mañanas hago la oración de san Francisco:
Altísimo, glorioso Dios,
ilumina
las tinieblas de mi corazón
y
dame fe recta,
esperanza
cierta
y
caridad perfecta,
humildad
profunda
sentido
y conocimiento, Señor,
para
que cumpla
tu
santo y veraz mandamiento.
Y me pongo el casco
de la salvación, la armadura de la justicia y me cojo el escudo de la fe. Y así
me levanto todos los días. Cada día tiene su afán y no lo digo yo, me lo dice
mi Señor Jesús en los Santos Evangelios.
También es casualidad – o mejor Providencia- que un día estés en
misa y a tu lado veas rezando a Jim Caviezel, ¿no?
Pasó un día en qué
recibí una llamada de la cadena radiofónica española Cope para que presentara
un encuentro, con conexión directa con el Vaticano. Yo vivía en California.
Llego con mi coche a mi parroquia después de la llamada, y cuando me toca la
comunión veo que tengo al lado… a Jim Caviezel.
Y todo esto con el colofón en Medjugorje.
Fue después. Fui a
Medjugorje y rezando le pido: “Madre, ¿es seguro este camino que queréis
para mí?”. Yo no quería volver a los medios de comunicación.
Entonces me llama
una chica traductora croata, me veo con los lagrimones y me dice que le haga un
favor: que es la inauguración del festival de jóvenes y que necesita que suba
al presbiterio, coja el micrófono y represente a todos los hispanohablantes del
mundo. Fue espectacular.
Fácil no ha sido, tu historia de conversión…
He tenido que pasar por este éxodo: llorar, sangrar, sufrir, reír,
para poderlo contar. Reencontrarme, levantarme… es una historia de tumbones, de
amor, no negar, y resistir para ahora contarlo.
Y ahora, sólo hay
Cristo.
El sentido de mi vida es Cristo, todo es Él, desde que sale el sol
hasta el ocaso: no puedo vivir sin oración.
Sólo te puedo hablar de plenitud, amor, perdón, hasta donde el Señor puede
curar…
Con todo, ni monja ni misionera, te ves.
Es tan inmenso este
amor… cómo me lo voy a quedar…
Quería ser misionera, pero no confundamos: conversión no es
vocación. Pero es que esto te quema de una manera… no te para nada. Pero yo soy,
como me dijo un amigo, celíaca, blanquita, mona… y más complicado sería vivir
en comunidad. Mejor volver a la jungla de los medios de comunicación.
Y en esto estás. En la vocación de comunicadora.
Realmente tengo
el don de comunicación, de transmisión... tengo la capacidad de
improvisación y he pasado por muchas cosas. He sido buceadora profesional, he
estado con tiburones, he volado a 4.000 metros de altura en las Rocosas,… tengo
mucha experiencia de vida y el testimonio que puedo dar es brutal.
Doy fe. Quien quiera escucharla, ya lo sabe. Pilar Soto, una
historia de conversión.
Miriam Díez Bosch
Fuente:
Aleteia