La ley está con los agentes, pero su falta de sensibilidad ha dado la vuelta al mundo
Es muy de
verano, y muy de niños. De hecho, la noticia me ha llamado la atención porque
mi hija mayor me ha propuesto lo mismo hace pocos días. Y sinceramente, no cabe
en cabeza humana que en ningún caso pueda tener un final semejante.
Porque
siempre, en esta peripecia, se reúnen la ilusión de una niña por ofrecer algo,
cierto deseo de sentirse mayor realizando una actividad hasta ahora
desconocida, inmiscuirse en algo reservado para adultos y tener, con la mejor
de las sonrisas, trato con mayores y pequeños.
Ocurrió el
otro día, en Londres, en el Victoria Park. Había más gente de la habitual
porque se celebraba un festival. Ese ir y venir de gente encendió la bombilla
de una pequeña de 5 años. Era el momento de poner en práctica lo que venía
barruntando desde hace meses en sus paseos de regreso a casa tras salir del
colegio.
Un puesto de
venta en la calle. Desechó la primera idea, la de vender juguetes, porque
entonces, ¿con qué jugaría ella? Se puso manos a la obra con la segunda opción:
delantal, limones, azúcar y agua. Cuando tuvo cuatro frascos y el permiso de su
padre, puso la mesa en la calle. 50 peniques el vaso pequeño, una libra el
grande.
La niña, con
una sonrisa de oreja a oreja, gritaba: «¿Quién quiere limonada?». Pronto llegó
el primer cliente, la primera venta, y con ella la emoción de la joven
comerciante. Aunque los peniques caían en la lata, lo que realmente hacemos los
clientes en estos casos es regalar esa sensación de felicidad a los niños,
porque nos recuerdan lo que hemos sido. El dinero es lo de menos. Y para los
pequeños también.
Por eso no se
entiende que a la media hora llegaran cuatro agentes de Policía para reclamar a
la niña, y a su padre, la licencia para comerciar. Multa de 166 euros y receta
en la mano. La niña, contrariada, no dejaba de preguntar a su padre si había
hecho algo malo.
Ciertamente,
la ley está con los agentes, pero su falta de sensibilidad ha dado la vuelta al
mundo. Tras la repercusión mediática, el Ayuntamiento de Londres se ha
disculpado y ha cancelado la multa, pero la ilusión de la pequeña ha sido
destruida.
Esos garantes
de la ley habrían visto economía sumergida en esa limonada, en aquellos que
venden papeletas antes de la Lotería de Navidad y en quienes vendíamos pastas o
chucherías para pagarnos los campamentos. ¿Qué habrían hecho esos policías si
me hubieran visto a mí, hace muchos años, vendiendo pastas de santa Clara?
Estaban duras y secas como una piedra. Seguro que además de la multa, terminaba
en el calabozo por un atentado contra la salud pública.
Pedro J. Rabadán
Fuente: Alfa y Omega