Palabras a remojo
Hola,
buenos días, hoy Joane nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
El
día anterior al que nos toca cocina, preguntamos qué tenemos que preparar el
día siguiente para comer, y así dejamos a punto aquello que necesite ser
preparado desde el día anterior. Esta semana nos dijeron que teníamos que hacer
garbanzos y tortilla de patata para la comida del día siguiente; comprobamos
que había leche y café suficiente para el desayuno, y nos fuimos tranquilas al
recreo.
A
la mañana siguiente... ¡a cocinar! Y... oh, oh... garbanzos... ¡No los habíamos
puesto a remojo el día anterior! Ya no podíamos hacer nada; unos garbanzos sin
remojo no se ablandan, no se pueden cocinar igual, tardan más en cocerse, son
menos digestivos y pierden nutrientes.
Cuántas
veces se nos olvida poner a remojo los garbanzos que vamos a servir. Vamos a
decir algo a alguien, a corregir a ese hijo que tiene todo hecho un desastre o
contestamos impulsivamente a esa persona que nos saca de quicio. Servimos a
menudo garbanzos que tienen toda la razón, pero que resultan duros e indigestos
para el que los recibe y para nosotros, pues nos dejan el disgusto de no haber
puesto a remojo nuestras palabras o contestaciones.
Tranquilo,
que con este calor no voy a pedirte que hagas un cocido... pero sí que
descubras qué supone poner a remojo tus palabras en Cristo. Seguro que hay
muchos momentos en que sentirás que hierves directamente con esa persona que te
saca de tus casillas, pero descubrirás que, si lo pasas por Cristo primero,
todo cambia, y, si tienes que hablar, tus palabras tendrán la misma razón, pero
irán precedidas por el Amor. Cuando pones a remojo ese momento que te supera,
tu forma de actuar cambia y tus palabras no hieren ni se hacen indigestas; se
llenan de nutrientes.
Hoy
el reto del amor es que, cuando sientas que vas a estallar con esa persona,
pongas a remojo tus palabras en Cristo. Para y, si no puedes parar, vuelve a
pedir perdón. Cocina este día desde el Amor.
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma