San Marcos Ji Tianxiang no podía permanecer sobrio,
pero sí podía seguir yendo a la iglesia
San Marcos Ji Tianxiang fue un
adicto al opio. Y nunca dejó de serlo. Seguía siendo adicto al opio en el
momento de su muerte.
Durante años,
Tianxiang fue un cristiano respetable, criado en una familia cristiana de la
China del siglo XIX. Era el líder de una comunidad cristiana, un médico
pudiente que ayudaba gratis a los pobres. Sin embargo, se enfermó de un
agresivo mal de estómago y se lo trataba consumiendo opio. Era algo
perfectamente razonable, aunque Tianxiang no tardó en desarrollar una
adicción a la droga, una adicción considerada vergonzosa y gravemente
escandalosa.
A medida que su
situación se deterioraba, Tianxiang continuó luchando contra su adicción. Iba
frecuentemente a confesarse, se negaba a aceptar esta aflicción que se había
apoderado de él. Por desgracia, el sacerdote con quien se confesaba (junto con
prácticamente todo el mundo en el siglo XIX) no entendía la adicción como una
enfermedad. Visto que Tianxiang seguía confesándose del mismo pecado, el
sacerdote pensó que era evidente que no tenía un propósito firme de enmienda,
ningún deseo de mejorar.
Sin la determinación
para arrepentirse y no pecar más, la confesión es inválida. Después de unos
cuantos años, el confesor de Tianxiang le dijo que dejara de regresar hasta que
hubiera cumplido los requisitos de la confesión. Para algunos, esto podría
haberse entendido como una invitación a abandonar la Iglesia, con furia o
vergüenza, pero desde su deterioro, Tianxiang se sabía
amado por el Padre y por la Iglesia. Sabía que el Señor quería su corazón,
aunque no lograra mejorar su vida. No podía permanecer sobrio,
pero sí podía seguir yendo a la iglesia.
Y así hizo, durante
30 años. Durante 30 años le fue imposible recibir los sacramentos. Y durante 30
años rezó por morir mártir. Tianxiang tenía la impresión de que la única forma
en que podía ser salvado era a través de la corona del martirio.
En 1900, cuando el
levantamiento de los bóxers empezó a volverse contra extranjeros y cristianos,
a Tianxiang le llegó su oportunidad. Fue encarcelado junto a decenas de otros
cristianos, entre ellos su hijo, seis nietos y dos nueras. A muchos de los
presos con él probablemente les desagradaba su presencia: un hombre que no
podía pasar ni un solo día sin un chute. Seguramente él sería el primero en
negar al Señor.
Sin embargo, aunque Tianxiang nunca fue capaz de vencer su
adicción, sí fue, al final, inundado con la gracia de la perseverancia última. Ninguna amenaza podía hacerle
flaquear, no titubeaba bajo ninguna tortura. Estaba decidido a seguir al Señor,
que nunca le había abandonado.
Cuando Tianxiang y
su familia fueron llevados a prisión a la espera de su ejecución, su nieto le
preguntó con temor: “Abuelo, ¿adónde vamos?”. A lo que respondió: “Vamos a
casa”.
Tianxiang suplicó a
sus captores que lo mataran el último para que ninguno de su familia tuviera
que morir solo. Permaneció junto a los nueve mientras los decapitaban. Al
final, se encaminó hacia su muerte cantando la letanía de la Virgen María. Y aunque
no recibió los sacramentos durante décadas, fue canonizado santo.
San Marcos Ji
Tianxiang da un bello testimonio de la gracia de Dios que obra constantemente
de las formas más discretas, un relato de la capacidad de Dios para hacer
grandes santos de entre los más improbables de nosotros, una declaración de la
gracia vertida sobre aquellos que permanecen fieles cuando parece que incluso
la Iglesia misma los aleja.
Ayer, 9 de julio, fue la festividad de san Marcos Ji Tianxiang, pidamos su intercesión por todos los
adictos y por todos incapaces de recibir los sacramentos, para que tengan el
valor de ser fieles a la Iglesia y siempre crezcan en su amor y confianza en el
Señor. San Marcos Ji Tianxiang, ¡reza por nosotros!
Meg Hunter-Kilmer
Fuente:
Aleteia