Entrevista al padre Justo Lofeudo, misionero de la Santísima Eucaristía
ReL |
El sacerdote Justo Lofeudo es misionero de
la Santísima Eucaristía y durante años lleva recorriendo España y el mundo
entero promoviendo la Adoración Eucarística y especialmente la apertura de
capillas de Adoración Perpetua.
Gracias a su abnegada entrega a esta misión se han logrado
abrir, gracias a la generosidad de numerosos adoradores dispuestos a estar
disponibles día y noche, numerosas capillas por ciudades y pueblos de
distintos países. Con el tiempo, los frutos en las propias personas
que acuden allí a rezar, pero también en el entorno en el que se encuentran
estas capillas son visibles. En una entrevista con ReL profundiza sobre su
misión y la relación que existe entre la Adoración y la Nueva Evangelización:
- A algunos les puede parecer contradictorio, ¿qué
relación existe entre la nueva evangelización y la Adoración Perpetua?
-La relación entre nueva evangelización y Adoración Perpetua
es íntima y total porque la evangelización implica siempre una misión y, como
nos lo recuerda el Concilio Vaticano II, la Eucaristía es la fuente y
el culmen de la misión de la Iglesia y de su vida espiritual. La
verdadera evangelización parte de la Eucaristía, celebrada y contemplada, y
todo vuelve a ella.
En cuanto a la AEP (Adoración Eucarística Perpetua), la
misión evangelizadora es doble, por un lado, está la misión para establecer y
promover la AEP en un lugar, es decir para que se reconozca la presencia real
de la Persona Divina de Jesucristo y se la adore sin interrupción (como en el
Cielo así en la tierra), y por el otro, la acción evangelizadora de la
AEP en sí misma.
Los adoradores, que se suceden día y noche, ofrecen un
testimonio que interpela al mundo, atrae a aquellos que están en la
búsqueda de Dios y llama la atención a quien está lejos del Señor para que se
acerque a Él. Quien descubre la adoración, ese permanecer en intimidad con su
Señor, llama a otros a que también lo descubran. Muchas veces con palabras de
entusiasmo por el tesoro oculto que han descubierto. Otras veces sin decir nada
porque, por ejemplo, quien adorando recibe paz se vuelve portador de
paz y como todos anhelamos la paz habrá siempre quienes se acerquen a
una capilla de AEP para poder ellos también recibir ese don único, el don
pascual de la paz de Cristo.
-Hay quien dirá que la Adoración se queda en una acción
contemplativa…
-A este punto se debe aclarar que nunca debe disociarse el
culto, que manifiesta la fe y el amor a Dios, del amor a los hermanos. Muchas
veces se oyen críticas sobre la Adoración porque dicen que propende a un
intimismo, a un aislarse del resto y se la antepone a la acción caritativa que
busca a Dios en el otro y lleva Dios al otro. A esa crítica se le responde que
este tipo de división, o “esto o lo otro” o “contemplación o acción”, no viene
de Dios. Así como es cierto que hay que advertir que si no hay bondad en el
corazón no hay verdadero culto agradable al Señor, también es de rechazar todo
intento de división entre dos aspectos fundamentales de la vida en Cristo y de
Cristo: la contemplación y la acción. Y así lo enseñó el Señor en su vida en la
tierra. La simple acción que carezca de su fundamento e impulso contemplativo
es efímero activismo humano. Nosotros llevamos al mundo lo que antes
hemos recibido de Dios en la adoración. “Contemplata aliis tradere”
decía santo Tomás de Aquino (contemplar y llevar de lo contemplado), y la Santa
Madre Teresa de Calcuta: “nosotras las Misioneras de la Caridad pasamos primero
nuestra Hora Santa ante el Santísimo para luego pasarla con Cristo en el
pobre”.
La Adoración lleva a la acción fecunda. No hay que
olvidar que la misión está encerrada en la Eucaristía y que luego de llamarnos
a sí, el Señor nos envía al mundo. Para decirlo con términos actuales vamos del
Centro a las periferias para llevar las periferias al Centro que es Cristo.
La Adoración es siempre encuentro transformante y de
plenificación del corazón. Si por evangelización entendemos acción y por
adoración quietud nos quedamos sólo en las apariencias de las cosas, en la
superficie, porque no hay mayor acción que en un lugar donde se adora el
Santísimo, ya que no somos nosotros quienes hacemos sino el Señor que obra en
nosotros transformándonos.
- ¿Por qué es importante que haya capillas de Adoración
Perpetua?
-La Adoración es la primera actitud del hombre que se
reconoce criatura ante su Creador. Por la adoración se exalta la grandeza del
Señor que nos ha hecho y la omnipotencia del Salvador que nos libra del mal. Es
la acción de humillar el espíritu ante el “Rey de la gloria” y el silencio
respetuoso en presencia de Dios. Implica reconocer con respeto y
sumisión absoluta nuestra nada y que sólo existimos por Dios. Todo
esto es lo que nos dice el Catecismo.
Si por adorar entendemos una respuesta de fe a Dios,
entonces lo primero es suponer esa fe. Sin embargo, antes de la fe está el
deseo de Dios que todo hombre tiene, sea o no consciente de ello, y lo busque a
Dios o busque sucedáneos, ídolos, algo o alguien diferente de Dios mismo. El
deseo de Dios está inscrito en el corazón humano.
Cuando el hombre encuentra a Dios y lo adora, descubre su
verdadera dimensión y descubre que en Dios no existe confines. Se puede
afirmar que a través de la adoración eucarística ponemos al Señor en el centro
de nuestras vidas personales, familiares, de las parroquias y
estimulamos la fe en la presencia real del Señor en la Eucaristía, y está visto
que cuanto más viva es la fe eucarística en el Pueblo de Dios más honda es su
participación en la vida y en la misión de la Iglesia.
-¿Qué pueden aportar estas capillas a las personas, a las
iglesias locales y a las ciudades en las que se instalan?
-Todo esto anterior es así desde la perspectiva puramente
humana, pero falta lo más importante: la acción divina. Cuando se expone el
Santísimo Sacramento en adoración el Señor irradia sus gracias y esas gracias
no sólo alcanzan a quienes acuden a la capilla, sino que atraviesan las paredes
y llegan más allá de esos angostos confines. Esto que digo no son palabras sino
realidades que comprobamos cada día. Muchísimas son los testimonios de
conversiones, de personas totalmente alejadas que un buen día entraron a una
capilla de Adoración Eucarística Perpetua sin saber por qué y salieron
transformadas o encontraron una paz desconocida y regresaron a la
fuente de aquella paz.
Todo ello puede ocurrir y de hecho ocurre en sitios donde se
adora al Señor en su presencia eucarística, pero si, además, la adoración es
sin interrupción, o sea perpetua, la posibilidad que alguien tiene del
encuentro es absoluta y no limitada a un momento específico y quizás un día
determinado cuando la iglesia u oratorio esté abierto y el Santísimo expuesto.
Y, me atrevo a agregar, que la fuerza de la gracia es mayor donde se
adora día y noche. El Señor, no olvidemos, siempre responde a nuestra
fe, y grande es la fe de una comunidad que decide adorarlo siempre a su Señor.
Sé, por experiencia, que donde se establece la Adoración
Eucarística Perpetua hay un antes y un después y que no hay mejor
exorcismo para un lugar que tener una capilla de Adoración Perpetua.
- ¿Cómo empezó en usted este ardiente deseo de abrir
estas capillas?
-Mi respuesta es simple: la pura gracia de Dios. Las
circunstancias, si así se quisiera llamar a la Providencia, fueron tales
que conociese a uno de los grandes promotores de la Adoración
Eucarística Perpetua en los EEUU y luego fuera de los EEUU, para
descubrir que esa era la misión a la que me llamaba el Señor.
- Por último, ¿cree que existe relación entre la crisis
en la Iglesia, la secularización de la sociedad y el laicismo militante que se
ha ido generando con el desprecio a la Eucaristía y la Misa?
-Sin lugar a dudas. La relación es directísima. La
devastación de la liturgia ha sido el factor determinante de la pérdida de la
fe. Ciertamente ambas cosas se retroalimentan, cuanto menor es la fe el
culto más decae y un culto que deja de serlo no celebra la fe sino cualquier
cosa. Pero, históricamente podemos decir que partió todo de la liturgia.
Nosotros celebramos nuestra fe. Nuestra fe, dicho de otro modo, está reflejada
en la liturgia. Si no hay signos, por ejemplo, de adoración a la Eucaristía,
¿cómo se va a creer que la Eucaristía es la misma Persona de Cristo? Si se la
trata como un objeto, pues entonces no puede haber fe.
La situación última de confinamiento y de Misas online lo empeoró todo. Además, en algunos lugares, no pocos, abusivamente se obligó a comulgar únicamente en la mano, como si la Eucaristía, el Señor de señores, pudiera ser ¡motivo de contagio! Si desaparece la fe no hay más contención posible a las corrientes disgregantes de la humanidad, porque ha sido quitado Jesucristo del centro de las sociedades que las mantenía cohesionadas. Sin fe no hay verdadero culto a Dios, sólo caricaturas. El culto de adoración y alabanzas al Dios verdadero que se celebra en cada Eucaristía, sin la fe, se vuelve culto al hombre y a sus ideologías bastardas.
Javier
Lozano
Fuente: Religión en Libertad