El Cristo yacente y embarrado que se encontró en la parroquia de San Jorge en Paiporta (Valencia), se ha convertido ya en símbolo cristiano de la desolación, pero también de cierta serenidad, en la "zona cero" de las inundaciones de la región de Valencia
Misa de domingo en la calle ante María Madre de la Iglesia, en Catarroja, Valencia, con parroquianos y limpiadores. Dominio público |
Riveiro dio más datos en Articulo14. Relata
que interrumpió la
adoración eucarística a toda prisa y eso salvó vidas. Unas vecinas hablaban
de que el barranco se había desbordado y el agua bajaba con fuerza. "Salí
al altar e interrumpí una adoración eucarística que se estaba celebrando en ese
momento. No todo el mundo
lo entendió, pero me empeñé en vaciar la iglesia rápidamente, y eso nos
salvó a todos. En menos de media hora el templo estaba inundado: si nos
hubiéramos quedado, ahora mismo estaríamos muertos".
Riveiro
explica que en "la vecina Picanya fue terrible la imagen de los santos flotando por la
calle".
El
párroco ha alabado el trabajo de muchos voluntarios jóvenes para "ir
vaciando el agua cubo a cubo en una inundación que alcanzó los dos metros de
altura".
En
otra parroquia, San Ramón Nonato, seis
personas se salvaron de la riada porque su párroco sacó fuerzas asombrosas para
lograr abrir una puerta contra el agua y hacer entrar a personas
atrapadas en ella.
El arzobispo visita los pueblos
El
arzobispo de Valencia, Enrique Benavent, va visitando las localidades afectadas a medida que se van
despejando los accesos. En la tarde del lunes visita las localidades de
Sedaví, Benetússer y Alfafar. El sábado se acercó a Paiporta, Picanya y Aldaia,
acompañado del vicario episcopal de la zona, Jesús Corbí. El viernes estuvo en
los barrios de La Torre y Castellar, muy duramente afectados.
El
Cabildo de la Catedral de Valencia ha anunciado una donación de 150.000 euros a través de Cáritas
Valencia, que también está recibiendo donativos de muchas diócesis españolas y
entidades de Iglesia. El jueves 31 de octubre la Confer (Confederación de Religiosos, que representa a las
órdenes religiosas de España) anunciaba un donativo de 30.000 euros a través de Cáritas
Española. En muchos lugares se empiezan a anunciar colectas especiales para
este fin. Entre las primeras, las de las parroquias de Arnes, Horta y Pinell en
la diócesis de Tortosa, donde era obispo Benavent hasta finales de 2022.
La
Iglesia también aporta sus instalaciones. La Guardia Real cuenta con 150 miembros que colaboran en las
tareas y se alojan en el seminario de Moncada, por ejemplo.
El Colegio Imperial de Niños
Huérfanos de San Vicente Ferrer, en San Antonio de Benagéber, ha
acogido a 55 bomberos voluntarios que se desplazaron para colaborar en las
tareas. Han llegado de distintas partes de España y también de Francia.
Las personas con discapacidad
Un
sector que sufre especialmente es el de las personas con discapacidad. La
diócesis de Valencia tiene un secretariado especial para atenderlas (se puede
contactar con el e-mail discapacidad@archivalencia.es y
el teléfono 635 888 729) y es una de las prioridades de la ayuda eclesial en
estos momentos. El director del Secretariado, Camilo Ruiz, detalla que estas
personas "en estos momentos necesitan más cercanía, afecto, solidaridad,
ellos están en el centro de nuestro corazón".
Agua a metro setenta
El
agua ha golpeado a casi todas las parroquias de la zona, pero en la mayor parte de los casos no
ha llegado a dañar las esculturas y otras obras de arte porque se
encontraban en zonas más altas. Lo explicaba en El Levante Javier
Costa, el párroco de San Juan Bautista, en Chivas, un templo del siglo XVIII.
"La parte más artística se ha salvado porque el agua llegó al metro setenta de altura y toda la parte
artística de obras de arte e imágenes se ha quedado por encima",
cuenta el párroco, que destaca las pinturas del pintor valenciano José Vergara,
muy elevadas, en el ábside y la cúpula, lejos del agua.
Pero
el barro y la riada sí
dañaron los altares, las vestimentas de la sacristía, los muebles y
confesionarios, además de los bancos. Los vecinos tratan de sacarlos
al exterior esperando que se sequen. El párroco estaba en la iglesia cuando
llegó la inundación. "Cuando se rompió la puerta me dio el tiempo justo para llegar a la escalera de la sacristía
y subirme a las cámaras. Esa zona da al barranco y desde allí se podía
ver toda el agua. Era impresionante".
Estos
días los vecinos se han volcado en la parroquia y desde allí han colaborado en
limpiar de barro y escombros el centro del municipio y las calles cercanas al
barranco.
Misa y almacén, todo junto, pero con
orden
Una crónica de José Ramón Navarro-Pareja, del
periódico ABC, cuenta cómo la
parroquia de Nuestra Señora del Don, en Alfafar, se ha convertido en otro improvisado centro de ayuda
que acumular alimentos y utensilios. La mitad cercana al altar celebra
la misa a las seis y tiene los bancos dispuestos para ello. La otra mitad
recoge los materiales necesarios para las tareas.
"Es
una hora inusual, las seis de la tarde, pero es cuando pueden venir los vecinos, después de estar todo
el día limpiando sus casas y las calles", explica a ABC el
párroco, Javier Francés. "El primer día después de la inundación no había
luz y celebramos solo el diácono y yo, pero luego ya lo difundimos entre la
gente y cada vez ha ido
viniendo más. Ayer ya éramos más de treinta", detalla.
Esta
iglesia, en una zona elevada, quedó poco afectada por las lluvias y ofrece
ahora ayuda material y espiritual. Cuando llegan nuevos rumores de lluvias
peligrosas, el párroco llama a la policía activa y el altavoz del teléfono para
que todos lo oigan: serán lluvias normales, sin riesgo de inundación. Aportar tranquilidad y seriedad es
parte de su cometido. Cuando empieza la misa, "durante poco más
de media hora, la iglesia, ajena al caos y la destrucción que le rodea, se
adentrará en un momento de
oasis y de oración similar al que cada día vivía hasta el martes. Un alivio, que
se convierte en alimento para seguir adelante", explica el cronista de ABC.
La experiencia de los párrocos
El
jueves, la diócesis de Valencia recogía las impresiones de varios de los párrocos de
la zona. Las poblaciones más afectadas fueron las cercanas al río Turia y
a sus barrancos, como son el caso de Ribarroja y Vilamarxant.
Francisco
Ferrer, arcipreste y párroco de Santa Catalina de Vilamarxant, explicó:
"Las parroquias nos
hemos puesto a disposición de los ayuntamientos para ofrecer nuestros locales e
instalaciones, así como a través de Cáritas, mantas, alimentos,
cargadores de móvil y otras ayudas para la gente que se han tenido que alojar
en polideportivos y colegios provenientes de los polígonos donde se han quedado
incomunicados o de otras poblaciones a las que no podían acceder, como
Pedralba, Cheste o Chiva". Además de los daños en casas y parroquias,
también quedó afectado en esa zona el colegio parroquial San Francisco y Santo
Domingo de Vilamarxant.
Samuel
Aristizabal, párroco de la Purísima Concepción de Pedralba, explica que la zona se quedó sin agua,
sin energía eléctrica y sin señal de móvil, y las viviendas bajas
inundadas. "No he podido ir a las otras parroquias porque mi coche se ahogó con la riada",
detalla.
El
párroco de Catarroja, José Vicente Alberola, explica que en su zona "las dos parroquias se han inundado
hasta tres metros, se han destrozado, y estamos intentando salvar
algunas cosas. En el Pilar la
imagen de la Virgen ha desaparecido, se la ha llevado el agua. No
tenemos casi cobertura móvil y se está haciendo difícil contactar y movilizar a
la gente para ayudar. Poco a poco iremos sacando el barro, todo está muy
destrozado", relataba.
Francisco
Furió, párroco de Aldaia, también perdió su coche. "Está todo inundado,
también las dos parroquias. Tenemos confirmados cuatro fallecidos pero creemos
que son más. La gente está
devastada. Esto es una película de terror. Rezad, esto es muy duro",
pedía.
Ángel
Miguel Olivares, párroco de Nuestra Señora de Lepanto de Castellar, señala que
"la gente está en shock. Muchos han perdido la casa, los negocios, han
perdido todo lo que tenían. La parroquia y la Casa Abadía también están
inundadas", apunta. "A nivel afectivo la gente está hundida",
constata. Le preocupan "aquellas personas que sabemos que viven por las
huertas y que no sabemos dónde están". Pedía rezar por los sacerdotes "para que nos mantengamos en
pie y podamos sostener a la gente que está con nosotros, que es lo
fundamental".
El
párroco de San Pedro Apóstol de Massanassa, Miguel Alejandro Gómez, confirmaba
el efecto en la zona: "todos
están afectados, es un pueblo de casas bajas, es indescriptible. En la
iglesia entró agua y ahora estoy limpiando el despacho pero sobre todo estoy
preocupado por personas que no sabemos nada y atendiendo a vecinos que no
encuentran a sus familiares".
El
párroco del Socorro de Benétusser, Jesús Cervera, destacaba que la gente
ofrecía ayudas y pensaba especialmente en las personas mayores. Su Cáritas parroquial tenía
alimentos en el local de Cáritas inundado. Parte se ha podido salvar y
llevar al punto designado por el Ayuntamiento. Lo primero que limpiaron fue la capilla del
colegio parroquial de Secundaria y Bachillerato para poder celebrar la misa allí.
El otro colegio parroquial, de Infantil y Primaria, sufrió graves desperfectos.
Voluntarios de la Universidad Católica
Otra
fuente de ayuda es la Universidad Católica de Valencia (UCV) que ha ofrecido
casi mil voluntarios jóvenes, además de sus recursos de ayuda psicológica y
pastoral. Doscientos ya se trasladaron en tres autobuses y furgonetas a las
zonas de Alfafar, Sedaví, Benetússer, Lloc Nou, Castellar Oliveral, La Torre,
Catarroja y el Centro Ciudad de la Esperanza (CIDES) de Aldaia, convocados con
las parroquias y alcaldías. Allí realizaron labores de limpieza y reparto de
alimentos y agua.
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Jesús M. C.
Fuente: ReL