El Señor no reserva esa
frase a alguno de sus amigos, no. La dirige a ‘todos’ aquellos que están
cansados y agobiados por la vida
En
la cita para el rezo del Ángelus, el Papa Francisco hizo resonar las
palabras de Jesús: «Vengan a mí todos
ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso» (Mt
11, 28).
Texto
de las palabras del Papa antes del rezo del Ángelus:
«Queridos
hermanos y hermanas ¡buenos días!
En
el Evangelio de hoy, Jesús dice: «Vengan a mí todos ustedes que están cansados
y agobiados, y yo les daré descanso» (Mt 11, 28). El Señor no reserva esa frase
a alguno de sus amigos, no. La dirige a ‘todos’ aquellos que están cansados y
agobiados por la vida. Y ¿quién puede sentirse excluido de esta invitación? El
Señor sabe cuán pesada puede ser la vida. Sabe que muchas cosas fatigan el
corazón: desilusiones y heridas del pasado, cargas que hay que llevar y
perjuicios que hay que soportar en el presente, incertidumbres y preocupaciones
para el futuro.
Ante
todo ello, la primera palabra de Jesús es una invitación; una invitación a
moverse y reaccionar: ‘Vengan’. La equivocación, cuando las cosas van mal, es
la de permanecer allí donde se está. Parece evidente, pero ¡qué difícil es
reaccionar y abrirse! No es fácil. En los momentos oscuros es natural estar
consigo mismo, rumiar sobre cuán injusta es la vida, sobre cuán ingratos son
los demás y qué malo es el mundo, y otras cosas así… Todos lo sabemos. Algunas
veces hemos sufrido esta experiencia fea, pero así, ensimismados en nosotros
mismos, vemos todo negro. Entonces se llega incluso a familiarizar con la
tristeza, que se arraiga, aquella tristeza nos postra. Qué cosa fea es esta
tristeza. En vez, Jesús quiere sacarnos de esas ‘tierras movedizas’ y por ello
le dice a cada uno: ‘¡Ven!’ - ¿Quién? ¡Tú, tú, tú! El camino para salir está en
la relación, en el tender la mano y levantar la mirada hacia quien nos ama de
verdad.
En
efecto, salir de sí mismo no basta, hay que saber dónde ir. Porque tantas metas
son ilusorias: prometen alivio y distraen solamente un poco, aseguran paz y dan
diversión, dejando luego en la soledad de antes, son ‘fuegos artificiales’. Por
ello, Jesús indica dónde ir: ‘Vengan a mí’, así dice Jesús. Tantas veces ante
un peso de la vida o ante una situación que nos aflige, intentamos hablar con
alguien que nos escuche, con un amigo, con un experto… Es un gran bien, ¡pero
no olvidemos a Jesús! No nos olvidemos de abrirnos a Él y de contarle nuestra
vida, de encomendarle a las personas y las situaciones. Quizá haya ‘zonas’ de
nuestra vida que nunca le abrimos a Él y que han permanecido oscuras, porque
nunca han visto la luz del Señor. Cada uno de nosotros tiene su propia
historia. Y si alguien tiene esta zona oscura, busquen a Jesús, vayan adonde un
misionero de la misericordia, vayan a donde un sacerdote, vayan… Pero vayan a
Jesús y cuéntenle eso a Jesús.
Hoy,
él nos dice a cada uno: ¡Ánimo, no te rindas ante los pesos de la vida, no te
encierres ante los miedos y los pecados, sino ven a mí!’
Él
nos espera, nos espera siempre, no para resolvernos mágicamente los problemas,
sino para fortalecernos en nuestros problemas. Jesús no nos quita los pesos de
la vida, sino la angustia del corazón; no nos quita la cruz, sino que la lleva
con nosotros. Y, con Él, todo peso se vuelve ligero (Cfr 30), porque Él es el
descanso que buscamos. Cuando en la vida entra Jesús, llega la paz, aquella que
permanece aún en las pruebas, en los sufrimientos. Vayamos a Jesús, démosle
nuestro tiempo, encontrémoslo cada día en la oración, en un diálogo confiado y
personal; familiaricemos con su Palabra, redescubramos sin miedo su perdón,
saciémonos con su Pan de vida: nos sentiremos amados y nos sentiremos
consolados por Él.
Es
Él mismo el que nos lo pide, casi insistiendo. Lo repite nuevamente al final
del Evangelio de hoy: ‘Aprendan de mí… y encontrarán descanso para vuestra
vida» (29). Aprendamos a ir a Jesús y, mientras, en los meses de verano
buscamos un poco de reposo de lo que fatiga el cuerpo, no olvidemos encontrar
el descanso verdadero en el Señor. Que nos ayude en esto la Virgen María
nuestra Madre, que siempre nos cuida cuando estamos cansados y oprimidos y nos
acompaña a Jesús»
Traducción del italiano: Cecilia de Malak
Fuente: Radio Vaticano