Entre los diversos milagros
Eucarísticos que han ocurrido a lo largo de la historia, hay uno que se destaca
frente a los otros; y es el milagro ocurrido en el año 1264 en Orvieto
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Dominio público |
A
mediados del siglo XIII el P. Pedro de Praga dudaba sobre la presencia de
Cristo en la Eucaristía y realizó una peregrinación a Roma para rogar sobre la
tumba de San Pedro una gracia de fe.
A
su regreso, mientras celebraba la Santa Misa en Bolsena,
en la cripta de Santa Cristina, la Sagrada Hostia sangró
manchando el corporal con la preciosísima sangre.
La
noticia llegó rápidamente al Papa Urbano IV, que se encontraba muy cerca en
Orvieto, y mandó que se le lleve el corporal. La venerada reliquia fue llevada
en procesión y se dice que el Pontífice, al ver el milagro, se arrodilló frente
al corporal y luego se lo mostró a la población.
Más
adelante el Santo Padre publicó la bula “Transiturus”, con la que ordenó que se
celebrara la Solemnidad del Corpus Christi en
toda la Iglesia el jueves después del domingo de la Santísima Trinidad.
Asimismo,
el Papa Urbano IV encomendó a Santo Tomás de Aquino la preparación de un oficio
litúrgico para la fiesta y la composición de himnos, que se entonan hasta el
día de hoy: Tantum Ergo, Lauda Sion.
La
santa reliquia se conserva en la Catedral de Orvieto y se puede apreciar en una
capilla edificada en honor a este milagro Eucarístico. El corporal sale en
procesión cada año durante la Fiesta del Corpus Christi y preside las
celebraciones Eucarísticas en la Catedral.
San Juan Pablo II, durante su
visita a la Catedral de Orvieto en 1990, señaló que “Jesús se ha convertido en
nuestro alimento espiritual para proclamar la soberana dignidad del hombre,
para reivindicar sus derechos y sus justas exigencias, para transmitirle el
secreto de la victoria definitiva sobre el mal y la comunión eterna con Dios”.
Abel Camasca
Fuente:
ACI