¿Cómo
debió haber sido unirse a una comida en esta casa?
Se
dice que los santos nunca vienen solos, pero yo jamás había visto una
madriguera tan santa como esta familia que os voy a presentar. Tres
generaciones de santos con profesores santos y amigos santos: esta pandilla os
desafiará a formar relaciones santas como nunca antes.
San
Basilio el Magno era obispo, un Doctor de la Iglesia y un Padre de la Iglesia.
Su hermano, san Gregorio de Nisa, era obispo y un Padre de la Iglesia. Su
hermano san Pedro de Sebaste era obispo. Su hermano san Naucracio era eremita.
Su hermana santa Macrina la Joven era monja y fundadora de una comunidad,
mientras que su otra hermana, santa Teosebia, era diaconisa.
¿De
dónde surge una familia como esta? De padres y abuelos santos, claro está. San
Basilio el Mayor, su esposa santa Emilia, la abuela santa Macrina la Mayor y el
padre martirizado de Emilia.
Santa
Macrina la Mayor nació en Asia Menor y fue instruida por san Gregorio
Taumaturgo (“El que obra maravillas”). Cuando Gregorio llegó a la ciudad
natal de Macrina, solo había 17 cristianos allí; a su muerte, solo quedaban 17
paganos. Su testimonio transformó a santa Macrina, que, junto a su marido e
hijos, huyó al bosque a vivir durante las persecuciones dioclecianas. Durante
siete años, sobrevivieron cazando y recolectando comida, encantados de sufrir
por Cristo.
Uno
de esos hijos era san Basilio el Mayor, un hombre cuya virtud, según se
decía, solo era superada por la de su hijo, Doctor de la Iglesia, san Basilio
el Magno. Basilio el Mayor era maestro de retórica, muy respetado por su
sabiduría, y estaba casado con Emilia. Ambos tuvieron 10 hijos, seis santos y
otros cuatro cuyos nombres se desconocen.
Basilio
el Mayor murió bastante joven, así que Emilia y los niños se mudaron al estado
de Macrina la Mayor, cuya fuerza en la fe tuvo un profundo impacto sobre la
familia. San Basilio el Magno en particular atribuía a su abuela la piedad y la
sabiduría cristianas que aprendió de niño.
A
su vez, santa Emilia era hija de un mártir y con el tiempo se la
conocería como “madre de santos”. No obstante, Emilia tenía dificultades con la
tentación de muchas madres de idealizar a sus hijos. Hizo falta la sabiduría de
su hija, Macrina la Joven, para guiarla en la confianza en Dios que terminaría
por hacer de ella una gran santa.
Esto
se hizo más evidente cuando uno de sus hijos, el eremita san Naucracio,
falleció a los 27 años. Emilia, como era de suponer, estaba desconsolada, pero
su hija señaló: “No es correcto que un cristiano se lamente como si no hubiera
esperanza”. Emilia fijó sus ojos en Cristo una vez más y siguió adelante.
Por
santa que fuera Emilia, parece que fue su hija mayor, santa Macrina la
Joven, quien lideró la familia durante gran parte de su vida. Prometida en
matrimonio a un hombre que falleció antes de su boda, Macrina hizo voto de
castidad y alentó a muchos de sus hermanos a hacer lo mismo. Por ánimo de
Macrina, Emilia empezó una comunidad de monjas en la propiedad familiar, muchas
de las cuales eran antiguas esclavas. Su testimonio de castidad inspiró en gran
medida a sus hermanos, sobre todo a los varones más famosos.
San
Basilio el Magno y san Gregorio de Nisa son los más conocidos de
la familia, ambos obispos y Padres de la Iglesia. Basilio es considerado el
fundador del ascetismo Oriental. Gregorio, por su parte, parece que estuvo
casado, durante un breve periodo de tiempo, según parece, hasta la muerte de su
esposa.
Ambos
sentían un gran respeto por su hermana mayor, tanto, que Gregorio llegó a
escribir un diálogo en el que concede a su hermana el papel de maestra (algo
bastante impactante para la época, dicho sobre una mujer y de la boca de un
obispo). Fue el rechazo de Macrina a la vida mundana lo que convenció a Basilio
para entregarse al servicio de Cristo y su Iglesia. Basilio junto a su mejor
amigo, san Gregorio Nacianceno, son conocidos como los Padres capadocios y
plantaron cara con firmeza a la herejía arriana.
Santa
Teosebia era virgen y diaconisa, que era una función de servicio (no un
ministerio sacramental) en la Iglesia, y dedicó su vida a alimentar a los
hambrientos, cuidar de los huérfanos y formar a las mujeres para el
Bautismo. San Pedro de Sebaste también parece quedar a la sombra de
sus hermanos más famosos, pero su hijo menor fue obispo y una gran ayuda para
Emilia y Macrina la Joven en su comunidad religiosa. Aunque no escribió nada,
Pedro animó a sus hermanos a hacerlo y varias de sus obras fueron escritas
gracias a su apoyo.
Lo
más importante que podemos aprender de esta familia es que la santidad es, en
efecto, posible. No hace falta el martirio ni la virginidad ni siquiera una
vida inmaculada. Todo lo necesario es personas que deseen vivir por Jesús y que
se animen mutuamente por el camino, padres que eduquen a sus hijos e hijos que
eduquen a sus padres. El 30 de mayo, fiesta de santa Macrina la Mayor, san
Basilio el Magno y santa Emilia, recemos porque Dios haga santas a nuestras
familias, hasta el último de los miembros.
Meg Hunter-Kilmer
Fuente:
Aleteia