“Este Evangelio es para
todos nosotros!”, ángelus 19 marzo 2017
Como
la Samaritana, cada bautizado está llamado a encontrarse con Jesús en un
“diálogo de corazón a corazón”, explica el papa Francisco comentando el Evangelio
de este tercer domingo de cuaresma-, el encuentro de Jesús con la Samaritana-,
antes de la oración del ángelus, de este 19 de marzo 2017, desde la ventana del
despacho del Vaticano que da a la Plaza San Pedro. La gendarmería vaticana dice
que había unos 40.000 visitantes reunidos.
Para
el papa, la cuaresma constituye para los bautizados que aún no han “encontrado
a Jesús”, una “buena ocasión” para reencontrarlo “en la oración, en un diálogo
de corazón a corazón: hablar con él, escucharlo”.
“Queridos
hermanos, el agua que da la vida eterna ha sido derramada en nuestros corazones
el día de nuestro bautismo; Dios nos ha transformado y llenado de su gracia.
Pero puede ser que este gran don lo hayamos olvidado, o reducido a un simple
don administrativo; y posiblemente estemos a la búsqueda de “pozos” cuyas
aguas no quitan la sed. Cuando olvidamos las verdaderas aguas, vamos en busca
de pozos donde las aguas no están limpias.
Por
eso, este Evangelio es justo para nosotros! No solamente para la Samaritana,
para nosotros”, ha insistido el papa.
Después
del ángelus, el papa ha expresado su cercanía con Perú, golpeado por las
inundaciones y corrimientos de tierra, ha saludado también la beatificación de
ayer, 18 de marzo en Bolzano (Tirol italiano), de Josef Mayr-Nusser
(1910-1945), padre de familia y miembro de la Acción Católica “muerto mártir
porque había rechazado adherirse al nazismo por fidelidad al Evangelio”. Ha
dado este modelo a los laicos y a los padres de familia, invitando a
aplaudir con él a todos los padres por ser la fiesta en Italia como cada 19 de
marzo, en honor de San José.
He
aquí nuestra traducción íntegra de la alocución del papa antes de la oración
del ángelus dominical.
Palabras del papa
Francisco antes del ángelus
Queridos
hermanos y hermanas, buenos días!
El
Evangelio del tercer domingo de cuaresma nos presenta el diálogo de Jesús con
la Samaritana (cf. Jn 4,5-42). El encuentro tiene lugar cuando Jesús atraviesa
Samaría, región entre Judea y Galilea, habitada por gente que los judíos
despreciaban, porque los consideraban cismáticos y herejes. Sin embargo este
pueblo será justamente uno de los primeros en adherirse a la predicación
cristiana de los apóstoles.
Mientras
que los discípulos van de pueblo en pueblo para proveerse de comida, Jesús
se queda junto a un pozo y pide de beber a una mujer, que venía a sacar agua. Y
comienzan un diálogo.
“Cómo
un judío se digna pedir agua a una mujer samaritana?” Jesús responde: “ Si
conocieras el don de Dios y quién es el que te dice dame de beber, tú le
habrías pedido a él, y él te habría dado agua viva”, un agua que apaga toda
sed, y se convierte en fuente inagotable en el corazón de quien la bebe (vv.
10-14).
Ir
al pozo a por agua es enojoso y fastidioso: ¡Estaría bien tener a disposición
una fuente del brote agua! Pero Jesús habla de una fuente diferente. Cuando la
mujer se da cuenta de que el hombre con quién habla es un profeta, ella le
confiesa su vida y le hace preguntas religiosas.
Su
sed de cariño y de una vida plena que no ha tenido con sus cinco maridos, al
contrario ha tenido experiencias decepcionantes y de engaños. Por eso la mujer
está impactada por el respeto que Jesús tiene por ella cuando le habla de la
verdadera fe como de una relación con Dios Padre “en espíritu y verdad”,
entonces ella tienen la intuición de que este hombre podría ser el Mesías, y
Jesús – cosa rarísima – le confirma: “Yo soy, el que te está hablando” (v. 26
). El dice ser el Mesías a una mujer que había tenido una vida desordenada.
Queridos
hermanos, el agua que da la vida eterna ha sido derramada en nuestros corazones
el día de nuestro bautismo: Dios nos ha transformado y colmado de su gracia.
Pero
puede ser que este gran don lo hayamos olvidado o reducido a algo
administrativo: y quizás estemos en busca de “pozos” cuyas aguas no quitan la
sed. Cuando nosotros olvidamos la verdadera agua, vamos en busca de pozos cuyas
aguas no están limpias. ¡Entonces este Evangelio es justo para nosotros! No
solamente para la Samaritana, para nosotros.
Algunos
de nosotros ya le conocemos, pero puede ser que aún no lo hayamos encontrado
personalmente. Sabemos quién es Jesús, pero puede ser que no lo hayamos
encontrado personalmente hablando con él y no le hemos reconocido como nuestro
Salvador.
Este
tiempo de cuaresma es una buena ocasión para acercarnos a él encontrándole en
la oración, en un diálogo de corazón a corazón: hablar con él, escucharle. Es
una buena ocasión para ver su rostro, tanto en el rostro de un hermano o de una
hermana que sufre. De esta manera, podemos renovar en nosotros la gracia del
bautismo, refrescándonos en la fuente de la Palabra de Dios, y de su Espíritu
Santo. Y así descubrir también la alegría de ser artesanos de reconciliación e
instrumentos de paz en la vida cotidiana.
Que
la Virgen María nos ayude a beber constantemente de la gracia, a ser esta agua
que brota de la roca que es Cristo Salvador, para que podamos profesar nuestra
fe con convicción y anunciar con alegría las maravillas del amor de Dios
misericordioso y fuente de todo bien.
Ave
María….
Raquel
Anillo González
Traducción
de ZENIT