Lo enseña el Ángel de la
Paz que se apareció en Fátima a tres pastorcitos
Al
narrar la primera aparición del Ángel, que debió ocurrir hacia la primavera de
1916, Sor Lucía en sus memorias lo describe como “una luz más blanca que la
nieve, con la forma de un joven, transparente, más brillante que un cristal
atravesado por los rayos de sol”.
Esta
descripción coincide con la que la Sagrada Escritura hace: “Hubo un gran terremoto,
porque un Ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegando, removió la
piedra, y se sentó sobre ella. Su aspecto era como un relámpago, y su vestido
blanco como la nieve” (Mt. 28, 2-4); también el libro del Apocalipsis describe
a un ángel cuyo “rostro era como el sol” (Ap. 10, 1).
Continua
la hermana Lucía, que para ese momento tendría 9 años, narrando este momento y
enseña que el Ángel les habla y sus palabras fueron: “No temáis. Yo soy el
Ángel de la Paz. Orad conmigo: Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo. Os
pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no os aman”.
Es
decir, el Ángel en Fátima no sólo se deja ver sino que entra en comunicación
con los pastorcitos, lo cual ya es una gran enseñanza: los ángeles quieren
formar una comunidad de salvación con los hombres y para ello pueden tomar
un cuerpo y pueden hablar con nosotros.
Resulta
notorio y hay que resaltarlo, que el Ángel habla con los niños sin necesidad de
que éstos hicieran o practicaran técnicas especiales como lo enseña de manera
equivocada y falsa la Nueva Era y una falsa devoción a los ángeles donde la
comunicación con estos amigos nuestros se basa es en unos rituales solamente
para los supuestamente iniciados.
El
Ángel de la Paz nos da una lección: los ángeles se comunican con nosotros y
hablan con los hombres, para entablar este diálogo y para hablar con ellos
no se requiere de técnicas o cursos especiales, para oír al ángel es necesario
afinar el oído espiritual, la conciencia, ser niños.
Por
eso, quien dice que no puede escuchar a su ángel debería hacer un examen de su
conciencia.
Y
el Ángel invita a orar a los niños, es la primera oración que el Ángel les
enseñará a los pastorcitos. Una oración donde nos dirigimos a Dios diciéndole
que lo amamos, que creemos en Él y que lo adoramos.
Las
palabras de los ángeles nos llevan a sugerir precisamente palabras llenas de
amor, de reverencia, sentimientos santos, acciones y comportamientos
misericordiosos y edificantes.
Gran
lección que ya desde 1916 el Ángel nos da para nuestros días donde abundan todo
tipo de cursos falsos que dicen ser para oír a los ángeles y que sin
embargo, no son sentimientos caritativos los que tales cursos infunden, sino
sentimientos egoístas, de autoredención y autorealización…qué lejano esto de
las enseñanzas del Ángel de la Paz.
Y
es que si escuchamos la voz de este gran amigo que cada uno tiene a su
lado, escucharemos que el Ángel busca que honremos a Dios, que alegremos a Dios
y que sirvamos a Dios.
Esto
es algo que se evidencia desde la primera aparición. El Ángel no se detiene en
conversaciones superfluas o que alejen de su misión; llega a enseñar: “Dios
mío, yo creo, adoro, espero y te amo”, lleva a los pastorcitos a la adoración.
El
Ángel no solo desea, sino que él enseña, nos “empuja” y advierte para que
aprendamos. En Fátima el Ángel les enseña a los pastorcitos postrándose él
mismo en tierra, dobla la frente hasta el suelo, y los niños siguen esta
actitud. El Ángel no solo tiene un papel pasivo, sino que su tarea implica
“comprometerse” con cada uno de nosotros para que aprendamos a fijar nuestra
mirada en Dios.
Ante
tanta belleza, los niños quedaron “sorprendidos y medio absortos”, según
palabras de Lucía. Cabe recordar a San Juan de la Cruz: “Oh almas creadas para
estas grandezas y para ellas llamadas, ¿qué hacéis?, ¿en qué os entretenéis?…
Oh miserable ceguera de los ojos de vuestra alma, pues para tanta luz estáis
ciegos y para tan grandes voces sordos…” (Cántico 39, 7)
Por
lo hasta aquí narrado se entiende que los santos ángeles no deben ser visto
como “meros angelitos”, sino poderosos, luminosos, radiantes, con capacidades
mayores que las nuestras. Con cuánta reverencia debemos pues venerar y
relacionarnos con estos buenos amigos.
Y
el Ángel llega a cumplir una misión, enseñar y preparar a los niños para la
aparición de Nuestra Señora. El ángel es siervo de Dios y no es nuestro
siervo, él viene a realizar una tarea dentro de la economía de salvación. Y
aquí hay algo hermoso y asombroso: los ángeles de la guarda, así como lo hizo
el Ángel en Fátima, nos enseñan, son como “maestros particulares” para que
podamos acoger ese plan que Dios mismo nos revela y así, como los pastorcitos
imitaron al ángel en sus movimientos y en sus palabras, así también nosotros
debemos imitarlos, pues ellos son maestros, profesores enviados por Dios para
enseñarnos.
En
este sentido preguntémonos: ¿cómo ora un ángel?, e imitémosle como
hicieron los niños en Fátima. Grandes lecciones que los ángeles nos dan. Seguiremos
hablando sobre este tema para profundizar y preparar nuestra alma en este año
jubilar de Fátima.
PADRE ANTONIO MARÍA
CÁRDENAS ORC
Fuente:
Aleteia