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Amar más de lo necesario es el camino para ser plenamente humano

¿Qué hago con el que me pide algo?

“Al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas”. Yo a veces digo que no puedo. Otras veces respondo que sí. Pero la verdad es que respondo dando lo justo. Lo que me piden y nada más.

Jesús me dice que merece la pena vivir con el alma grande. Ser magnánimo. Sin pesar, sin medir. Me emociona. Me gustaría tener ese estilo de vida. Jesús piensa que yo puedo. Eso me sorprende.

Amar más de lo justo, de lo necesario, de lo obligatorio. No es una carga, es el camino para ser plenamente humano. Dar siempre cuando me piden. Dar más de lo que me piden. Dar sin que me pidan.

No estoy acostumbrado a no medir. Eso lo hace Dios conmigo. Sana así mi corazón. Estoy hecho para ese amor, no para el amor contado y medido.

Alguna vez he recibido más de lo que pedí. Alguna vez, alguien me dio gratis sin pedir nada. Y yo nunca lo devolví. Esa gratuidad me asusta. Esa gratuidad es la de Dios. La gratuidad de Jesús. Él me ama a cambio de nada. Me da siempre más de lo que le pido. Me da hasta el extremo.

¿Me dejo amar así por Dios? Me cuesta creer en ese amor porque pienso que Dios es como yo. Pienso que me amará sólo si me porto bien, si cumplo. Y que si no lo hago se alejará de mí. Dios me da cada día y me vuelve a dar. Me abraza cuando vuelvo derrotado a casa. Me perdona mil veces. Muere por mí. Derrocha su amor en mi pequeño corazón.

Quiero vivir así, con un corazón generoso. El amor es asimétrico. No quiero dar sólo si me dan, sólo en la medida que me den, sólo después de que me hayan dado. Jesús sabe lo que me hace feliz. Él es hombre, y es profundamente feliz al amar más allá de los muros del mínimo.

No quiero conformarme con el mínimo. Dios me invita a la plenitud. Algo extraordinario que me supera. No quiere que me conforme con lo sensato. Quiero saber agradecer por su gratuidad en mi vida. Por la gratuidad de esas personas que me dieron sin dar yo.

Me han mostrado el camino de la vida verdadera. El amor sin condiciones es lo único que me hace feliz de verdad. Jesús hoy me pide que ame así, como Dios me ama, sin condiciones. Es una clave de vida, el camino de la alegría más profunda.

¿Qué hago para hacer felices a los que viven conmigo, más allá del mínimo necesario? ¿Qué detalle de amor 

CARLOS PADILLA ESTEBAN


 Fuente: Aleteia