Su hijo, testigo de la tortura, relata cómo hicieron
renegar a sus padres del cristianismo y cómo un grupo de personas del pueblo
los ató y arrojó al agua congelada. A pesar de eso, el padre de familia no
apostató
En
el año 2016 al menos 10 cristianos fueron asesinados a causa de su fe y otros
500 fueron colocados en la mira, acusándolos de conversiones forzadas.
Bartu
Urawn, de 50 años, vivía en el pueblo indio de Kubuua donde residía con su
esposa y su hijo Beneswar. Se habían convertido al cristianismo hace unos
diez años. Junto a ellos, otras 9 familias de la misma localidad, de las cuales
7 fueron obligadas a volver a su religión originaria.
La
elección de la familia Urawn nunca fue aceptada por los otros habitantes del
pueblo, pertenecientes a grupos tribales que profesan el culto a ‘Sarna’, es
decir la ‘religión de los árboles sagrados’.
Se
trata de un ritual de antiguos orígenes, comunes a la mitología hindú, budista
y jainismo, que también prevé el sacrificio de animales.
Un
grupo de 15 vecinos que profesan este culto, atacaron a Bartu y le arrojaron a
un estanque congelado. Para que le dejaran salir, le exigieron que
apostatara su fe, a lo que este cristiano respondió: “No renegaré de
Cristo. Continuaré creyendo en Él hasta mi último suspiro”.
El
hombre murió, como mártir, a causa de los repetidos paros
cardíacos tras haber pasado 17 horas sumergido en el agua.
Beneswar,
hijo del matrimonio, relató como hicieron renegar a sus padres del cristianismo
y cómo un grupo de personas del pueblo los ató y arrojó al agua
congelada. Allí permanecieron durante toda la noche, mientras
obligaban al joven a presenciar la tortura de sus padres. La madre logró
sobrevivir, Bartu murió pero se mantuvo fiel a Jesucristo.
Como
parte de la tortura, obligaron al cristiano a comer carne ofrecida en
sacrificio y a consumir alcohol, y a su hijo a beber agua contaminada.
Fue
este quien denunció el último caso de violencia de los radicales hindúes contra
un miembro de la minoría cristiana en la India, donde la Constitución, que
es violada cada vez más a menudo, garantiza la libertad de culto.
Miriam Calderón
Fuente:
Actuall