Toma nota de una tradición
ortodoxa: prepárate, para aprovechar al máximo esos días
Me
sobran las ideas para mejorar mi vida espiritual, pero mi mantra ha venido
siendo “ya lo haré en Cuaresma”. ¿Qué mejor momento para recomponerme? Pero todos
los años, cuando llega la Cuaresma, me sorprende como un ladrón de madrugada,
lo cual es absurdo, ya que después de todo siempre he tenido tiempo de sobra de
advertencia. Año tras año, llego sin preparación y me apresuro a plantearme
propósitos que creo que puedo mantener.
A
este respecto, recientemente me llegó un poco de ayuda inesperada de la
tradición ortodoxa. Descubrí una gema sobre su forma de abordar el tiempo
previo al comienzo de la Cuaresma.
Ellos
observan los domingos cercanos a la Cuaresma como un periodo especial de
preparación “pre-cuaresmal”, de modo que cuando por fin llega la Cuaresma, ya
están listos para dar lo mejor de sí.
Es
prueba de la importancia de la Cuaresma y de lo vital que es la labor de
arrepentimiento, tanto que hay un tiempo particular para prepararse para
el periodo de preparación.
Se
mantiene una forma de esta tradición en ciertas parroquias y comunidades que
usan la Forma Extraordinaria; también en parroquias de ordinariatos y de
católicos bizantinos, entre otros.
La
Septuagésima (el domingo
que celebra la Iglesia tres semanas antes del
domingo de Pascua de Resurrección, es decir 70 días antes), empieza tres
domingos antes del Miércoles de Ceniza. Puesto que este año el Miércoles de
Ceniza es el 1 de marzo, las parroquias que respetan la Septuagésima
tienen un énfasis especial en la Cuaresma desde el domingo de
Septuagésima, el pasado 12 de febrero.
Para
aquellos de nosotros que no tenemos un recordatorio de este estilo en la misa
de domingo o en la Divina Liturgia, sospecho que el tiempo hasta el 1 de marzo
se nos va a pasar volando.
Aquí
os explico una serie de métodos que estoy empleando este año para que poner mi
alma en orden, para estar lista para cuando llegue la Cuaresma.
Ponte en marcha
físicamente
Aunque
esté hecha de cuerpo y alma, todavía tiendo a olvidar lo mucho que mi cuerpo
influye en el estado de mi alma. Los días que me quedo horas sentada en el sofá
hay muchas, muchas menos probabilidades de que tenga la energía para hacer lo
que es debido. Le dedico menos tiempo a mi familia, soy menos atenta con mi
marido y por lo general me deprimo con mis problemas, lo cual lleva a un sutil
sentir de desesperación. Pero en los días que he salido a andar o que he hecho
algo de ejercicio, mi ánimo no podía ser más diferente. Estoy más alegre, más
optimista y tengo más energía que ofrecer a mi familia. Es el perfecto estado
mental para intentar empezar a hacer cambios en mi vida.
Ponte en marcha
mentalmente
Nutre
tu mente. Aunque no estés haciendo lecturas espirituales, cualquier lectura
puede ayudarte más de lo que crees. Simplemente leer un artículo entero, en vez
de solo el titular y un vistazo rápido, tiene el efecto de potenciar el hábito
de terminar lo que hayas empezado. Me ayuda a aprender a no rendirme
fácilmente. Y la mente, al igual que el músculo, necesita ejercicio para
mantenerse fuerte. Usar tu mente más a menudo puede ayudarte a profundizar en
tu comprensión de tu fe, que tiene una riqueza sin medida, y tiene mucho que
ofrecer.
Empieza a notar tus áreas
problemáticas
Todavía
no tienes que elegir tus propósitos, pero sí es momento de empezar a
reflexionar sobre qué áreas de tu vida necesitan revitalizarse. ¿Has andado
corto de paciencia últimamente? (Yo sí. Culpo a la claustrofobia. Y también al
pecado original). Un buen examen de conciencia te dirigirá hacia las
proposiciones más apropiadas para ti y te ayudará a ver con más claridad tus
objetivos cuaresmales. También dispones de un viejo truco: trata de nombrar los siete pecados capitales.
El que te cueste más trabajo recordar es probablemente el que más problemas te
da.
Recurre a los sacramentos
Si
ya has hecho un buen examen de conciencia, no lo desperdicies. ¡Ve a
confesarte! Si tienes tiempo para la misa diaria o para la adoración
eucarística, aunque sea una sola vez, no lo lamentarás. Es siempre la mejor
decisión posible para tratar de acercarse a Jesús. Después de todo, es el
objetivo de toda nuestra vida.
Reza, reza y reza
No
necesitas estar de humor, no necesitas tener energías y no necesitas tener nada
que decir para que tu oración sea una buena oración. Lo que importa es la perseverancia.
Nunca subestimes el poder de crear un hábito. Al principio es duro, pero una
vez es parte de tu rutina, se convierte en algo natural. ¿No te encantaría que
tu oración diaria fuera algo que te saliera de forma natural?
ANNA O'NEIL
Fuente:
Aleteia