Salva Romero celebró la Eucaristía en mitad de la DANA y fue testigo del inexplicable suceso. «El agua subió hasta los dos metros, pero el cáliz y el corporal estaban sin una mota de barro», asegura a Alfa y Omega
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Todo comenzó con la alerta roja lanzada por las autoridades. En ese momento, en vez de buscar refugio, «decidí celebrar Misa», asegura el sacerdote en conversación con este periódico. Estuvieron presentes solo cinco personas: el celebrante, la sacristana, la madre del sacerdote y dos feligreses.
«A mitad de Eucaristía empezó entrar agua dentro de la parroquia y en el momento de comulgar ya nos llegaba por debajo de la rodilla», rememora Romero. Al concluir, el sacerdote dejó «el cáliz y el corporal en la mesa de la sacristía», asegura, «y empecé a colocar en alto cosas como las casullas y otras por el estilo». La tarea, sin embargo, se vio abruptamente detenida al subir el nivel del agua hasta la cintura. «Entonces, tuve que poner a mi madre a salvo en las plantas superiores», donde está situada la vivienda parroquial de San Ramón Nonato.
Cuando abandonaron la sacristía, el agua comenzó a subir «muy, muy, muy rápido», asegura el presbítero. Tanto que alcanzó, al menos, los dos metros de altura. «Cuando empezó a remitir el agua y pude acceder al templo, al día siguiente», Romero se encontró una imagen de gran destrucción. «Estaba todo absolutamente embarrado. Sin embargo, el cáliz se encontraba en el mismo sitio donde lo había dejado y el corporal, también, totalmente blanco sin ningún tipo de mancha», confirma el sacerdote.
—¿En qué pensó cuando vio la escena?
—Pues que aquello tenía sentido al haber decidido celebrar la Misa, y también pensé que Jesús Eucaristía está siempre a nuestro lado.
Salvo el cáliz y el corporal, «por aquí lo hemos perdido todo», asegura. «Ahora estamos limpiando lo más rápidamente posible para poder habilitar un lugar donde poder almacenar el material con el que paliar las necesidades más urgentes de los vecinos». Lo que tampoco han perdido ha sido la Misa y la comunión diaria. «Desde el día de la DANA estoy celebrando la Misa todos los días a las 18:00 horas en el mismo sitio —la segunda planta— a donde subimos para refugiarnos de la riada», concluye Salvador Romero, párroco de San Ramón Nonato. «Las intenciones son obvias: Por todas las personas difuntas, sus familiares y todos los afectados. Esto ha sido lo más duro de todo. Horrible».
José
Calderero de Aldecoa
Fuente:
Alfa y Omega