Entre todos los
tipos de sistemas políticos, la democracia parece ser el más cristiano y el más
adecuado para el florecimiento de la sociedad humana.
Sin embargo,
aunque San Juan Pablo II elogió las muchas cosas buenas que el proceso
democrático puede lograr, también advirtió de los muchos peligros.
Creía que la
democracia puede ser buena, pero no es perfecta.
Una
democracia sin valores
En su
encíclica Centesimus Annus , San Juan Pablo II elogió el
proceso electoral democrático:
La Iglesia
valora el sistema democrático en la medida en que asegura la participación
de los ciudadanos en la toma de opciones políticas , garantiza a los
gobernados la posibilidad tanto de elegir y pedir cuentas a quienes los
gobiernan, como de reemplazarlos por medios pacíficos cuando
sea apropiado.
Sin embargo,
esto no garantiza una sociedad justa y cristiana. San Juan Pablo II explicó que
una verdadera democracia necesita defender la dignidad
de la persona humana :
La democracia
auténtica sólo es posible en un Estado de derecho y sobre la base de una
correcta concepción de la persona humana. Requiere que se den las
condiciones necesarias para la promoción tanto del individuo, mediante la
educación y la formación en los verdaderos ideales, como de la «subjetividad»
de la sociedad, mediante la creación de estructuras de participación y de
corresponsabilidad.
San Juan Pablo
II advierte luego de lo que le sucederá a un país democrático si no se rige por
la verdad objetiva:
A este
respecto, es preciso observar que, si no existe una verdad última que oriente y
dirija la actividad política, las ideas y las convicciones pueden ser
fácilmente manipuladas por razones de poder. Como demuestra la historia, una
democracia sin valores se convierte fácilmente en un totalitarismo abierto o
apenas disfrazado.
Los países
democráticos deben aferrarse a las verdades fundamentales sobre la existencia
humana y tratar a todos con igual dignidad. Si eso no sucede, los grupos
políticos intervendrán y utilizarán su poder para obtener beneficios
personales.
Sobre todo
debemos orar por nuestros políticos, para que sean verdaderos servidores de
todos.
Philip Kosloski
Fuente: Aleteia