El Santo Padre recibe a
los participantes de la Plenaria de la Congregación para los Institutos de vida
consagrada y las Sociedades de vida apostólica
El
papa Francisco ha recibido este sábado a los participantes de la Plenaria de la
Congregación para los Institutos de vida consagrada y las Sociedades de vida
apostólica, que se reúnen en estos días para reflexionar sobre el tema de la
“fidelidad y de los abandonos”.
Al
respecto, el Santo Padre ha observado que es un tema importante porque en este
momento “la fidelidad está a prueba”. Según ha querido precisar, “estamos
frente a una hemorragia que debilita la vida consagrada y la vida misma de la
Iglesia”. Al mismo tiempo que ha asegurado que “los abandonos en la vida
consagrada nos preocupan muchos”.
En
esta línea, ha indicado dos posibilidades. Algunos que lo dejan por un acto de
coherencia al darse cuenta que no tuvieron nunca vocación y otros que con el
paso del tiempo disminuye la fidelidad. Y aquí, ¿qué ha sucedido?, se pregunta
el Pontífice. Son muchos los factores –ha precisado– que condicionan la
fidelidad en este que es un cambio de época y no solo una época de cambio, en
el que resulta difícil asumir compromisos serios y definitivos.
De
este modo, el papa Francisco ha explicado que el primer factor que no ayuda a mantener
la fidelidad es el contexto social y cultural en el que nos movemos. Así, ha
advertido que “vivimos inmersos en la llamada cultura del fragmento, de lo
provisional, que puede conducir a vivir ‘a la carta’ y a ser esclavos de las
modas”. Esta cultura –ha reconocido el Papa– induce a la necesidad de tener
siempre abiertas las ‘puertas laterales’ a otra posibilidad, alimenta el
consumismo y olvida la belleza de la vida sencilla y austera, provocando muchas
veces un gran vacío existencial.
Por
otro lado, ha observado que se ha difundido también un “fuerte relativismo
práctico”, según el cual todo viene juzgado en función de una
“autorrealización” muchas veces extraña a los valores del Evangelio.
Según
ha lamentado el Papa, vivimos en una sociedad donde las reglas económicas
sustituyen las morales, dictan leyes e imponen los propios sistemas de
referencia a expensas de los valores de la vida. Una sociedad –ha proseguido–
donde la dictadura del dinero y del beneficio aboga una visión de la existencia
en la que quien no rinde es descartado. Por eso, en esta situación, “está claro
que uno tiene primero que dejarse evangelizar para después comprometerse en la
evangelización”, ha explicado Francisco.
A
este factor del contexto socio-cultural se deben añadir otros. Tal y como ha
explicado el Papa uno de ellos es el “mundo juvenil”, un mundo complejo, al
mismo tiempo rico y desafiante. Al respecto, ha advertido que entre los jóvenes
hay muchas víctimas de la lógica de la mundanidad: búsqueda del éxito a
cualquier precio, del dinero y el placer fácil. Por esta razón, el Pontífice ha
subrayado que “nuestro compromiso” no puede ser otro que estar junto a ellos
para contagiarles “la alegría del Evangelio y de la pertenencia a Cristo”.
Un
tercer factor condicionante, ha indicado, viene de dentro de la misma vida
consagrada, donde junto a tanta santidad, no faltan situaciones de
contra-testimonio que hacen difícil la fidelidad. Estas situaciones son, por
ejemplo, “la rutina, el cansancio, el peso de la gestión de las estructuras,
las divisiones internas, la búsqueda de poder, una forma mundana de gobernar
los institutos, un servicio de la autoridad que a veces se convierte en
autoritarismo y otras veces en un ‘dejar hacer’”.
Si
la vida consagrada quiere mantener su misión profética y su fascinación, debe
mantener “la frescura y la novedad de la centralidad de Jesús, el atractivo de
la espiritualidad y la fuerza de la misión, mostrar la belleza de la secuela de
Cristo e irradiar esperanza y alegría”. En esta misma línea, Francisco ha
asegurado que un aspecto que se tendrá que curar de forma particular es “la
vida fraterna en comunidad”. Y esta, se alimenta con “la oración comunitaria,
la lectura orante de la Palabra, la participación activa a los sacramentos de
la eucaristía y la reconciliación, el diálogo fraterno y la comunicación
sincera entre sus miembros, la corrección fraterna, la misericordia hacia el
hermano o hermana que peca, el compartir de las responsabilidades”. Todo ello
–ha añadido– acompañado de un elocuente y alegre testimonio de vida sencilla
junto a los pobres y a una misión que privilegia a las periferias
existenciales.
El
Pontífice ha aseverado que la vocación tiene que ser cuidada como se hace con
las “cosas más preciosas” para que nadie “nos robe este tesoro” ni que “pierda
con el pasar del tiempo su belleza”. Asimismo, con la gracia del Señor, “cada
uno de nosotros está llamado a asumir con responsabilidad” el compromiso del
“propio crecimiento humano, espiritual e intelectual y, al mismo tiempo,
mantener viva la llama de la vocación”.
Otra
actitud destacada por Francisco en su discurso ha sido “el acompañamiento”. Es
necesario –ha explicado– que la vida consagrada invierta en el preparar
acompañantes cualificados para este ministerio. Necesitamos, ha proseguido,
hermanos y hermanas expertos en los caminos de Dios, para poder hacer lo que
hizo Jesús con los discípulos de Emaús: acompañarles en el camino de la vida y
en el momento de la desorientación y encender de nuevo en ellos la fe y la
esperanza mediante la Palabra y la Eucaristía.
Al
respecto ha advertido de que “no pocas vocaciones se pierden por falta de
acompañantes válidos”. Pero, también hay que evitar “cualquier tipo de
acompañamiento que cree dependencia”.
ROCÍO LANCHO GARCÍA
Fuente:
Zenit